viernes, 26 de julio de 2019

El fracaso de una investidura (en gerundio)

Lo de ayer fue una variante de lo ocurrido el lunes. Pedro Sánchez, de un lado, pidiendo al PP y Cs que se abstuvieran para facilitar la gobernabilidad por haber sido el partido que obtuvo más votos en las elecciones generales y, de otro, ofreciendo a Unidas Podemos la entrada en el gobierno con sus condiciones. De paso, diciendo al PP y a Cs que si no hacían lo que les pedía, se iban a encontrar con un gobierno con UP. Tanto PP como Cs, más Vox, denunciando el intento de formar un gobierno del PSOE con la extrema izquierda y el apoyo de los que quieren romper España. Sánchez, lanzando duras diatribas contra UP, culpándola de haber torpedeado las negociaciones. Iglesias, respondiendo también con dureza, ofreciendo una propuesta acerca del ministerio de Trabajo, al que renunciaban a cambio del control de las políticas activas de empleo. Los grupos nacionalistas vascos (PNV y EH-Bildu), catalán (ERC) y valenciano (Compromís), dando consejos para que Sánchez se desprendiera de la derecha españolista y UP aceptara las últimas condiciones del PSOE para formar un gobierno. Y finalmente la portavoz del PSOE, apretando en las acusaciones a UP, denunciando una conjura entre la derecha y la extrema izquierda, no respondiendo a la última oferta de Iglesias y acabando con algo así como que "espero que apoyéis la investidura". Resultado: Sánchez sólo obtuvo el apoyo de su grupo y el único diputado del PRC. Detrás de esa estrategia, dos componentes: la tradición de un partido fuertemente anclado en el sistema, temeroso de abrirse a pactos por su izquierda; y el asesoramiento de un gurú político que cree haber encontrado la fórmula mágica para el éxito (Albiol, Monago y ahora, Sánchez).