lunes, 29 de julio de 2019

Realidad y ficción de Caravaggio en el "Tañedor de laúd"


























Contemplar los cuadros de Caravaggio es ponerse frente a una especie de ciclón vital y artístico. Hacerlo sobre su "Tañedor de laúd" (también titulado "Apolo tocando el laúd" o "Joven tocando el laúd") es meterse no de lleno en su obra, porque estamos ante una de las obras de su primera etapa, pero sí en lo que tenía de temperamento como persona y también, por supuesto, meterse en buena parte de los elementos que hicieron de él ser merecedor de estar en la cumbre del arte.


Con Caravaggio estamos ante otro revolucionario de la pintura. Capaz de romper con lo anterior, ese manierismo todavía atado al clasicismo renacentista. Y consciente de no perder uno de los logros que la escuela veneciana había aportado, como era el empleo de una pincelada flexible, abierta, hasta llevarla a la técnica de alla prima, a la primera, que requiere de un gran talento para hacerla efectiva: aplicar, sin dibujo previo, el color directamente sobre el lienzo. Capaz, en fin, de ser el primero en hacer del barroco la expresión de una nueva época.

Durante su primera etapa estamos todavía ante un artista sobrio. Todavía no ha llegado al tenebrismo posterior y sus contrastes lumínicos fuertes, a sus composiciones complejas, atectónicas y llenas de diagonales,  o a sus violentos escorzos, como tampoco lo ha hecho a su énfasis en los temas religiosos ("El entierro de Cristo", "El martirio de san Pedro", "La conversión de san Pablo"...). Pero en esta primera etapa ya es un artista pleno de realismo, inmerso ya en el universo naturalista. Que mezcla realidad y ficción. Que convierte a tipos humanos tomados de la calle en personajes con entidad para ser plasmados en un cuadro, aun cuando tengan que representar figuras mitológicas. Y que hasta hace de sí mismo uno más de esos personajes.

El "Tañedor de laúd" del Museo del Hermitage ha suscitado muchos comentarios: sobre si el personaje canta a la vez que toca, sobre el contenido de la partitura y su autor, sobre el sexo del propio personaje... Junto a los elementos musicales, tenemos un rostro de un joven andrógino  y un ramo de flores, lo que nos lleva al mito de la eterna juventud y a la realidad de que todo acaba feneciendo. 

Una más de otras tantas obras que hicieron de la música el tema del cuadro. Una obra más donde su protagonista es el retrato de un joven ("Muchacho con cesto de frutas", "La buena ventura", "San Juan Bautista", "La vocación de san Mateo"...), de esos por los que sentía atracción homoerótica. Y, como se ha llegado a decir, incluso una obra más donde ese joven era él mismo, autorretratado, como ya pudo haber hecho en "Baco" o en "Los músicos"