martes, 12 de enero de 2016

La decisión de la CUP

Desde hace tres meses lleva estando en el candelero la CUP. De ella se dice que tiene varias almas políticas, al conjugar el anticapitalismo y el independentismo. No necesariamente contradictorias, pero que en determinadas situaciones pueden resultarlo. Sus militantes y simpatizantes han tenido que dilucidar si continuar en el proceso de independencia, con el objetivo de formar una república catalana, aunque ello suponga apoyar a un gobierno que pueda seguir aplicando medidas contrarias a sus planteamientos sociales y económicos; o romper con dicho proceso si no se tienen en cuenta dichos planteamientos. 

Lo que finalmente han decidido ha sido seguir en el proceso, pero con algunas condiciones que consideran que están en la línea de lo que defienden. Una de ellas ha sido el desplazamiento de Artur Mas, cuyo sustituto, Carles Puigdemont, no ha tenido vinculación con los gobiernos catalanes que han dado lugar a casos graves de corrupción. Otra condición ha sido introducir en el programa de gobierno medidas que tengan un carácter más social y se alejen del sesgo neoliberal propio de los gobiernos de Mas.

Las interpretaciones que se están dando son diversas. Hay quienes dicen, por distintas razones, que han traicionado a sus principios y con ello han cavado su propia tumba política. Y hay quienes dicen, también por distintas razones, que han actuado con sentido de la responsabilidad. 

No sabemos cómo se acabará percibiendo todo esto en el seno de la CUP. Ya en las semanas anteriores hubo desavenencias importantes. Las asambleas locales y generales lo reflejaron, incluida la famosa votación con el empate de 1515 votos sobre si investir o no a Artur Mas como President. Incluso su primer candidato por Barcelona llegó a anunciar su renuncia cuando, siendo finalmente partidario de permitir la investidura de Mas, parecía que se decantaba la postura de no apoyarla. El domingo, durante la votación de investidura de Carles Puigdemont, hubo dos abstenciones. No sabemos si el resto, que votó afirmativamente, lo hizo forzado por las circunstancias o por convencimiento. 


En todo caso, la decisión tomada sigue siendo un arma de doble filo, cuyos resultados están aún por ver. Como también está por ver cómo va a proseguir la confrontación política entre Cataluña y el conjunto de poderes del estado. Todo va unido.