Acaba de llegar un nuevo año y, como en los anteriores, deseamos que todo vaya bien: en salud, en amor, en trabajo... Cosas que no dejan de ser, en parte o en su totalidad, una ficción para mucha gente.
Esta mañana me ha venido a la memoria una secuencia de la película Novecento -una de mis preferidas y para mí, entre las mejores-, el momento en que se produce un breve diálogo cuando un grupo de gente campesina, llegada de las montañas, despojada de sus tierras por los fascistas y con unos sencillos aperos, se dirige a otro que vive en una hacienda agraria perteneciente a un terrateniente:
-¡Eh, compañeros!, ¿es verdad que dais la tierra a quien la trabaja? (...). ¡Os lo pregunto a vosotros!, ¿es verdad que ahora dais la tierra a quien la trabaja? -pregunta una mujer, que aparece sola.
-¡Sí, es verdad, ven! -le responde otra que se encuentra en la plaza de la hacienda.
-¡Adelante, venid aquí, coño! -dice, gesticulando, la primera mujer a su gente, a la vez que va entrando en la plaza y entrando en la escena.
-¿Quiénes sois vosotros que nadie os conoce y decís palabras que tenemos todos en el corazón? -les habla ahora un guerrillero antifascista para corroborar su aceptación.
Toda una muestra de lo que es, en este caso, la solidaridad de clase, extensible a la humanidad formada por quienes viven de su trabajo y desean que la forma de relacionarse debe basarse en la cooperación, la ayuda mutua, la fraternidad, la igualdad.
Eso es lo que deseo para todo el mundo para este año y los que sigan.