jueves, 28 de enero de 2016

Un paso efímero por el instituto dentro de una vida más intensa














Llegamos al mismo tiempo al instituto. Pero ella se fue al poco, llamada por la universidad de la capital mediterránea del sur para dar clases. Dejó, pues, a jóvenes que en teoría estaban saliendo de la pubertad para encontrarse con jóvenes que, también presumidamente, se iniciaban en la aventura de la madurez. Doctorada como estaba ya, ese paso suponía una adecuación a su formación intelectual. Cuando llegó aquí en cierta medida se sintió arrinconada, debiendo conformarse con lo que le habían dejado sin quererlo. Algo oí de sus quejas, nunca de su boca, pero por la expresión de su cara se le notaba un tanto afectada. Sí nos llamaba la atención sus ojos azules, que, acompañados de su nombre, delataban que había nacido en otras tierras. No tengo memoria de su voz, quizás porque apenas dejó que se le oyera más allá de lo necesario para ella. 

Pasado el tiempo fui sabiendo de su hacer universitario, con algún artículo en alguna obra colectiva, y de una vertiente que le ha dado cierta fama hilando palabras, sentimientos y mensajes. Se ha ganado, así, una parcela en el mundo de la filosofía y la literatura, lo que la ha llevado a ser objeto de entrevistas, reseñas y hasta estudios de su vasta obra. Ha llegado incluso a integrarlas en un todo que las fusiona, si es que, haciendo yo una interpretación de sus palabras, no las supera.  


Leyendo, y a veces oyendo, lo que dice se trasluce una personalidad fuerte con apariencia de fragilidad. O quizás lo contrario, a saber, una fragilidad que se soporta sobre una fortaleza escondida. Todo lo que ha sufrido y hecho a lo largo de su vida, surcada de viajes y estancias de un lado para otro, pero siempre en su ciudad de acogida como referencia, es lo que ha ido alimentando esa dualidad. Eso la llevó a refugiarse en la literatura desde muy temprano, el mundo donde pudo ir dando rienda suelta a la imaginación y a la descarga de la adrenalina acumulada cuando sentía que lo que le rodeaba la invadía sin quererlo. Mediante la filosofía intentó comprenderlo lo todo, buscando las razones que pudieran explicar lo que somos, por qué existimos o qué nos lleva a hacer lo que hacemos
. Y eso la acabó llevando hacia el oriente, donde se ha sumergido en las profundidades de una cultura que la ha dotado de los ingredientes necesarios para vivir y sobrevivir.

Después de un largo recorrido en el tiempo, limitada por las heridas de la vida, se siente con ánimo para seguir adelante. Confiesa haber roto con los absolutos y los paraísos para quedarse con lo concreto, con las cosas reales. Pero como conseguirlo resulta imposible, dice, ha decidido aprender a convivir con el dolor y con las abstracciones, dotada de una herramienta que la ayuda a convivir con lo negativo y a sobrevivir en los momentos difíciles.   

He rastreado en sus palabras buscando los lugares por donde ha pasado. Y en ninguno he encontrado que haya nombrado este lugar donde estuvo hace algo más de un cuarto de siglo. Como si lo efímero del paso por esta pequeña parte del mundo hubiera sido para ella una insignificancia olvidada dentro de una vida mucho más intensa.