domingo, 2 de julio de 2023

Carcasona, entre la familia Trencavel y el movimiento cátaro


Carcasona es una de las ciudades más visitadas de Francia y más concretamente lo que se conoce como Cité, esto es, la antigua ciudadela construida sobre una colina situada junto al río Aude. El lugar donde tuvieron lugar los primeros asentamientos humanos en la época prehistórica, continuados, sucesivamente por pobladores galos, romanos, galo-romanos, visigodos y francos. Su nombre proviene de la Carcaso Volcarum Tectosage romana, luego nombrada como colonia Julia Carcaso, que aludía a una de las tribus celtas. Con el tiempo ha derivado en la Carcassona occitana o la Carcasonne francesa.


Desde la época romana mantuvo una importante actividad económica, favorecida por ser un punto intermedio entre Narbona y Tolosa/Toulouse. En el siglo IX llegó a ser cabeza de un condado, si bien después, ya como vizcondado, pasó a formar parte del condado de Toulouse. La familia Trencavel, titular del vizcondado, mantuvo excelentes relaciones con la corona de Aragón, lo que, como ocurrió con el resto de los territorios del condado tolosano, contribuyó a que mantuviera su autonomía en relación a Francia. Estuvo, así mismo, entre las ciudades donde arraigó el catarismo y por esa causa decayó a lo largo del siglo XIII, a raíz de la Cruzada Albigense desarrollada contra dicho movimiento herético. Por sus especiales condiciones defensivas se convirtió en un primer momento en el refugio de la familia Trencavel, que había actuado como protectora.


La ciudadela dispone de un recinto amurallado doble, separado por un foso ancho, que fue construido en dos momentos diferentes. La muralla interior, que es la más antigua, empezó a construirse entre los siglos III y IV, cuando el Imperio Romano iniciaba su decadencia. Se habla del periodo galo-romano, dado que los emperadores romanos tendieron a llegar a acuerdos con una  finalidad defensiva con las tribus instaladas en las zonas más próximas a la frontera, como una forma de frenar el avance de las tribus germanas que procedían del norte. La disposición irregular de sus sillares y la forma de herradura que hacia el exterior tienen sus torres son algunos de sus rasgos.  


En la parte occidental, junto a la muralla, se construyó en el siglo XII el Château Comtal/Castillo Condal, con el fin de reforzar la seguridad de los titulares del vizcondado. Durante la Cruzada Albigense del siglo XIII, y el enfrentamiento consiguiente con el monarca francés, fue asediado desde uno y otro bando, según en qué momento, hasta la derrota de la familia Trencavel y la incorporación definitiva en Francia.  


La muralla exterior empezó a levantarse en el siglo XIII, en el fragor del enfrentamiento armado y posteriormente para reforzar el papel estratégico de la ciudad. A diferencia del recinto más antiguo, en este caso los sillares estaban mejor trabajados, siendo frecuente el empleo de sillares almohadillados. Ya en el XIX conoció una importante restauración, dado el grave deterioro que habían sufrido algunas de sus partes.
  

En el acceso a la ciudadela cobraron especial importancia dos puertas: la de Narbona, por el este, y la orientada el río Aude, por el oeste. Si la primera permite un acceso más suave, la segunda está condicionada con la fuerte pendiente existente desde el río.


El recorrido por las calles nos sumerge en otro tiempo, aun cuando en la actualidad los numerosos pequeños comercios y establecimientos hosteleros, así como la aglomeración de personas que transitan de un lado a otro, todo ello con una finalidad turística, nos haga pensar y sentir que no es así. La belleza se respira en el ambiente, a la vez que también está presente la huella de una ciudad que vivió el antes y el después de lo que fue una de las herejías del catolicismo más conocidas. 
 

Una muestra de los cambios que vivió la ciudadela se encuentra en la iglesia de San Nazario, que se erigió como catedral y así se mantuvo hasta principios del siglo XIX. Su antigüedad data del siglo XI, de manera que los elementos románicos pueden verse tanto en su sencilla portada principal -con sus jambas y arquivoltas, pero falto de un tímpano esculpido- como en la bóveda de cañón de su nave central. 


Lo gótico, ya de los siglos XIII y XIV, está presente en el ábside, con sus bóvedas de crucería y la luz que penetra a través de unas vidrieras que con sus colores invaden esa parte del espacio interior.