sábado, 22 de julio de 2023

Poemas para una jornada de reflexión


Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos. Pero están los que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles.
(Bertold Brecht).


Por qué cantamos

Si cada hora viene con su muerte
si el tiempo es una cueva de ladrones
los aires ya no son los buenos aires
la vida es nada más que un blanco móvil

usted preguntará por qué cantamos

si nuestros bravos quedan sin abrazo
la patria se nos muere de tristeza
y el corazón del hombre se hace añicos
antes aún que explote la vergüenza

usted preguntará por qué cantamos

si estamos lejos como un horizonte
si allá quedaron árboles y cielo
si cada noche es siempre alguna ausencia
y cada despertar un desencuentro

usted preguntará por qué cantamos

cantamos porque el río está sonando
y cuando suena el río / suena el río
cantamos porque el cruel no tiene nombre
y en cambio tiene nombre su destino

cantamos por el niño y porque todo
y porque algún futuro y porque el pueblo
cantamos porque los sobrevivientes
y nuestros muertos quieren que cantemos

cantamos porque el grito no es bastante
y no es bastante el llanto ni la bronca
cantamos porque creemos en la gente
y porque venceremos la derrota

cantamos porque el sol nos reconoce
y porque el campo huele a primavera
y porque en este tallo en aquel fruto
cada pregunta tiene su respuesta

cantamos porque llueve sobre el surco
y somos militantes de la vida
y porque no podemos ni queremos
dejar que la canción se haga ceniza

(Mario Benedetti)


Herencia

Los nacionales entraron en el pueblo.

Ella le invadió un miedo atroz al entrar en casa
y ver cómo el perro se abalanzaba sobre ella.
Se sucedieron volantes, fotos antiguas, años de resistencia,
su padre muerto, vestidos de lunares, otros
perros más grandes,
un madrecita, que me quede como estoy.
A su hermano lo arrastró de la oreja a casa.
Después vino a buscarme a mí,
porque creyó que me llevaba el hombre del saco.

Quizás fue eso la guerra civil
y no lo que contaban en las noticias.

Ahora sé que las fobias son hereditarias.

(Ana Castro)


1936

Recuérdalo tú y recuérdalo a otros,
cuando asqueados de la bajeza humana,
cuando iracundos de la dureza humana:
este hombre solo, este acto solo, esta fe sola.
Recuérdalo tú y recuérdalo a otros.

En 1961 y en ciudad extraña,
más de un cuarto de siglo
después. Trivial la circunstancia,
forzado tú a pública lectura,
por ella con aquel hombre conversaste:
un antiguo soldado
en la Brigada Lincoln.

Veinticinco años hace, este hombre,
sin conocer tu tierra, para él lejana
y extraña toda, escogió ir a ella
y en ella, si la ocasión llegaba, decidió apostar su vida,
juzgando que la causa allá puerta al tablero
entonces, digna era
de luchar por la fe que su vida llenaba.

Que aquella causa aparezca perdida,
nada importa;
que tantos otros, pretendiendo fe en ella,
sólo atendieran a ellos mismos,
importa menos.
Lo que importa y nos basta es la fe de uno.

Por eso otra vez hoy la causa te aparece
como en aquellos días:
noble y tan digna de luchar por ella.
Y su fe, la fe aquella, él la ha mantenido
a través de los años, la derrota,
cuando todo parece traicionarla.
Mas esa fe, te dices, es lo que sólo importa.

Gracias, compañero, gracias
por el ejemplo. Gracias por que me dices
que el hombre es noble.
Nada importa que tan pocos lo sean:
no, uno tan sólo basta
como testigo irrefutable
de toda la nobleza humana.

(Luis Cernuda)


Ayúdame

Ayúdame a no arrastrar el pasado,
a vaciar mi equipaje
en este ligero peregrinaje.

Enséñame que la vida
no es sólo blanco y negro
y que el cielo no siempre está gris.

Ayúdame a quitar la venda  que cubre mis ojos
y que no me deja percibir la belleza de la naturaleza.

Enséñame a no sentirme inferior ni superior,
sólo pretendo ser una más
formando parte de este universo.

Ayúdame a ver el camino de la verdad,
a creer en mi destino y a tener
paz, fuerza y alegría.

(Fatma Galia)


El herido II

Para la libertad sangro, lucho, pervivo.
Para la libertad, mis ojos y mis manos,
como un árbol carnal, generoso y cautivo,
doy a los cirujanos.

Para la libertad siento más corazones
que arenas en mi pecho: dan espumas mis venas,
y entro en los hospitales, y entro en los algodones
como en las azucenas.

Para la libertad me desprendo a balazos
de los que han revolcado su estatua por el lodo.
Y me desprendo a golpes de mis pies, de mis brazos,
de mi casa, de todo.

Porque donde unas cuencas vacías amanezcan,
ella pondrá dos piedras de futura mirada
y hará que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan
en la carne talada.

Retoñarán aladas de savia sin otoño
reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida.
Porque soy como el árbol talado, que retoño:
porque aún tengo la vida.

(Miguel Hernández)


Esto aún no ha terminado…

Esto aún no ha terminado,
aún no hemos vencido,
pero seguiremos avanzando,
con nuestros temores,
nuestros recuerdos
y lo no dicho ni escrito.
Porque nuestro nuevo mundo,
es distinto al anterior conocido,
porque un abrazo
es un regalo prohibido,
que espera ser recibido y permitido.
Algunas lágrimas seguirán cayendo
por aquellos que se fueron
sin ser despedidos.
Balcones fantasmas
con plantas abandonadas,
imágenes no enseñadas,
soldados verdes sin armas,
que sujetaban las manos
de los que cayeron en la batalla.
Gracias
a los que entregaron
su alma por esta causa.
Gracias
a los que trabajaban
mientras los demás
nos quedábamos en casa.
Gracias
a los más pequeños
por mantener la calma.

Gracias, a todos,
muchas gracias.

(María Beatriz Muñoz Ruiz)


A mi Partido

Me has dado la fraternidad hacia el que no conozco
Me has agregado la fuerza de todos los que viven.
Me has vuelto a dar la patria como en un nacimiento.
Me has dado la libertad que no tiene el solitario.
Me enseñaste a encender la bondad, como el fuego.
Me diste la rectitud que necesita el árbol.
Me enseñaste a ver la unidad y la diferencia de los hombres.
Me mostraste como el dolor de un ser ha muerto en la victoria de todos.
Me enseñaste a dormir en las camas duras de mis hermanos.
Me hiciste construir sobre la realidad como sobre una roca.
Me hiciste adversario del malvado y muro del frenético.
Me has hecho ver la claridad del mundo y la posibilidad de la alegría.
Me has hecho indestructible porque contigo no termino en mí mismo.

(Pablo Neruda)


Trenzo mi pelo, cae un rayo

En este pueblo no había espejos
ni ventanas
nos mirábamos en las paredes
sucias de los desastres sin origen
con raíces enredadas en látigos
aprendimos:
cada movimiento puede ser el último
respirar, tajearnos la espalda
vimos nuestra cara en las telarañas
nos balanceamos con cuidado
entre los nudos
apretamos la boca
el aire justo que deja entrar
insectos raquíticos
una mínima luz de proteína,
crecimos como espigas encorvadas
por el verano de los ojos dentados
sanguijuelas succionando
nuestra marcha arrancadas en lo más tierno
por manos limpias
de sangre hasta las muñecas, así
nos enseñaron el gesto de la margarita
lánguida, blanca, se abre, da
se abre, se desnuca: se queda calva
el cuello disecado en las yemas
de los predadores.

Fuimos enviadas al desierto
a amamantar a las hienas
a pescar anguilas con hachas
ahí nos vimos, en el filo
los ojos brillantes
nuestras lenguas rojas
uñas perforando el eco del estanque
nos reconocimos,
ya habíamos besado tantas veces
con los labios curtidos
de otras, que éramos nosotras
observándonos a ciegas
en las fallas del muro.

-Todas fuimos nuestro espejo-

Una mujer grita en una fiesta
una mujer cosecha en la montaña
una mujer canta al pie de un abismo
una mujer se cubre la boca y la nariz
con un pañuelo
una mujer acaricia un colibrí
una mujer prende fuego las cruces
que le colgaron
una mujer cabalga de espaldas
saluda a un puma detrás del monte
una mujer hace un círculo de sal
y mira las estrellas
una mujer arroja al agua un manojo de células
que no tienen el nombre de su deseo
una mujer astilla mil pantallas
una mujer abre una ventana
una mujer cierra una puerta
una mujer baila desnuda
una mujer entra en el río
una mujer conjura las mareas
una mujer abraza el peso de su cuerpo
una mujer trenza su pelo, cae un rayo.

Hermana,
la tormenta que se aproxima
somos nosotras centelleantes,
estamos en camino.

(Gabriela Clara Pignataro)


Hay quien…

Hay quien no escucha,
hay quien no oye,
hay quien cierra los ojos,
a quien no siente,
hay quien olvida.
Existen esas personas,
existen.
No extienden la mano,
no dan palmadas de amistad,
no sonríen,
no apoyan.
Existen esas personas,
existen,
las conozco,
las desconozco,
las nombro,
las maldigo.
Existen esas personas,
existen.

(Diego Sánchez)


El fascismo…

EL FASCISMO RELLENA los huesos con baúles cerrados,
huesos que han enmarcado el miedo;
baúles cebados con úlceras de deseos.
Ante la pendiente,
ofrece mirar hacia arriba
mientras el caminante se precipita.
Amortigua con clavos los huecos
que el abrazo no cubre.
Apuntala con engranajes el cuerpo hambriento
y lagunado de mapas agujereados.
Su ilusión lo desliza áspera
a la vez que impulsa la automutilación:
Sin pies, sin ojos, sin manos,
sólo dejas las uñas
para masticar el odio.
¿Has notado el filo que tienen tus dedos?

(Marta Sanz)