viernes, 19 de abril de 2019

Picasso, Miró y Dalí, en la Casa Lis de Salamanca























He tenido ocasión de visitar estos días en Salamanca una excelente exposición: "Picasso-Miró-Dalí. Los grandes maestros españoles del siglo XX". Ubicada, así mismo, en un excelente marco arquitectónico: la Casa Lis. Construida esta última a principios del siglo pasado, es una muestra destacada de la arquitectura modernista, que acoge desde hace algo más de dos décadas e Museo Art Nouveau y Art Déco. Junto a la colección permanente suele ofrecer diversas exposiciones temporales, como la que en esta ocasión está dedicando a los tres artistas españoles referidos.


Tres exposiciones en una, puede decirse también. Y no irrelevantes, pese a que se trate de colecciones de grabados poco,  o menos, conocidas. Estamos ante los tres artistas cumbre del arte español del siglo XX. Su genialidad como representantes, cuando no pioneros, de diversas vanguardias está presente en las numerosas obras presentadas para la ocasión. Con un hilo común: el surrealismo, interpretado por cada uno de distinta manera. Estamos, en todo caso, ante lo genuino de esos tres artistas, dentro, eso sí, de unas técnicas, la del grabado y la litografía, peculiares y complejas en su realización. 

De Picasso se ofrecen dos series: "Venti pochoirs originali" y "El entierro del conde de Orgaz". La primera, realizada en los años cincuenta, es claramente cubista en su concepción, salvo dos grabados, donde hace un guiño, respectivamente, a sus épocas iniciales como pintor: la azul y la rosa. La segunda, hecha entre los años cincuenta y sesenta, se publicó como libro en 1970, tres años antes de la muerte del artista. Contó con la colaboración de Rafael Alberti, que aportó un prólogo-poema titulado "No digo más que lo que no digo". Estamos ante el artista que juega con el surrealismo como estilo y el erotismo como acompañante temático, dejando presente, como en tantas ocasiones, la ambigüedad y lo enigmático de su contenido. Y sobre esto último me pregunto, quizás inocentemente: ¿lo de Orgaz es una excusa para acabar mostrando lo de orgasmo? 

Miró aparece con las litografías que componen el libro Maravillas con variaciones acrósticas en el jardín de Miró, publicado en 1975. Y de nuevo con la compañía de Alberti, autor de los textos que las acompañan. Un Miró pleno en su visión del surrealismo alejada de la figuración más extendida e inserto en la cuasi abstracción. La misma que tanto influyó en artistas europeos que acabaron instalados en EEUU desde los años treinta, huyendo del nazismo, para dar origen al conocido como expresionismo abstracto. 

En la serie de grabados "La vida es sueño", de 1962, estamos ante un Dalí que juega con la obra homónima de Calderón de la Barca, cuyo título coincide con la cosmovisión creativa que mejor define al artista gerundense. Su surrealismo, quizás el más conocido y reconocible en ese movimiento, conecta con la permanente presencia de lo onírico en prácticamente todas sus obras a lo largo de su vida. 

Hablar de estos tres artistas es hacerlo, en gran medida, de lo que fue la España del siglo XX y su proyección en el mundo del arte. Si Picasso y Dalí pueden representar lo que simbolizan las dos Españas a las que se refirió Antonio Machado, Miró en cierta medida podría ser lo que en algunos círculos se denomina la tercera España. Con la Guerra Española y lo que vino después como principal línea divisoria. De un lado, el Picasso, antifascista, militante comunista tras la Segunda Guerra Mundial y exiliado permanente. De otro, el Dalí que no condena el nazismo, simpatizante del bando sublevado, anticomunista e icono artístico del régimen franquista. Y, por último, un Miró simpatizante de la causa republicana, pero que acaba residiendo en España tras la ocupación alemana de Francia, que trabaja en una especie de exilio interior, que colabora tibiamente con la oposición al régimen y que, ya al final de su vida, apoya a la monarquía conformada durante la Transición.

Todo ello, con los grises correspondientes, y con los vaivenes del tiempo y de cada momento. Tres artistas que simbolizan un siglo lo suficientemente importante, convulsiones de todo tipo incluidas, como para sentir la necesidad de comprenderlo.