Pep Guardiola aceptó ser la persona que el pasado domingo leyera el manifiesto soberanista. Fue el colofón del acto multitudinario que se celebró en Barcelona. Guardiola se sumó a algo que lleva tiempo defendiéndolo: la soberanía de Catalunya y la necesidad de que pueda celebrarse un referéndum donde la ciudadanía libremente decida independizarse o mantenerse dentro del estado español. El mero ejercicio democrático del derecho de autodeterminación. Ese derecho que es apoyado en Catalunya por la mayoría de la población y que en el resto del estado, salvo los territorios vascos, no goza de tanta simpatía.
Se trata de la reivindicación un derecho que se está expresando en forma de lo que se conoce como procés, esto es, proceso y que está conllevando un recorrido en cierta medida sinuoso, pero también decidido por quienes lo están protagonizando. Todo un pulso entre quienes defienden abiertamente el procés, desde las organizaciones ciudadanas que lo iniciaron (Asamblea de Catalunya y Omnium Cultural) hasta los grupos políticos (ERC, PDCat y las CUP), pasando por los numerosos y variopintos colectivos, así como instituciones, que se extienden por todo el territorio.
El domingo pasado se escenificó el apoyo a lo que ha de ser el referéndum que tienen previsto convocar el Parlament catalán para otoño. Un acto que no deja de ser un reto de gran envergadura frente a un gobierno y amplios sectores del estado que se oponen frontalmente. Un reto del que desconocemos cuál será el desenlace desde la perspectiva de lo que puedan estar dispuestas a hacer las instituciones del estado y especialmente el gobierno. ¿Usará la fuerza? Ese es la cuestión.
Pero vayamos ahora con Guardiola. Elegido por ser quien es, un catalán de dimensión internacional, reconocido por sus logros en el mundo del deporte, tuvo la valentía de hacer visible su opción y su compromiso. No podemos olvidar que fue un futbolista de talla, miembro del conocido dream team del Barça de los noventa y ganador de la primera copa de Europa para su equipo. Y, más todavía, el artífice, ya como entrenador, del momento de mayor gloria del Barça, bajo cuya dirección obtuvo tres ligas españolas, dos copas de Europa y batió la marca del triunfo en todas la competiciones españolas e internacionales en 2009. Y, quizás, lo más importante (al menos, para mí), el artífice de una forma de juego inigualable, donde la belleza estaba unida a la eficacia.
Pues bien, al pobre Pep, protagonista devenido en el acto del domingo, le están lloviendo palos de muchos sitios. Su posicionamiento, en nombre de su libertad personal, está conllevando que sea criticado por ello. Pero no sólo. Hay quienes se han lanzado a una especie de cruzada contra lo que representa futbolísticamente. Y todo por defender una cosa como es la democracia. Miserias humanas.