El término lo popularizó Margaret Thatcher en su doble cruzada contra el comunismo y los aspectos socializantes que había en los países occidentales. Al otro lado del Atlántico Ronald Reagan hizo algo parecido. Ambos fueron los pioneros y adalides de una causa común que fue contagiando al resto de países occidentales. El proyecto social de los Friedrich Hayek y compañía, basado en la libertad económica plena, empezó a hacerse realidad desde finales de los años setenta. Se fueron así sentando las bases de un nuevo modelo de capitalismo, al que se le asignó el nombre de neoliberalismo. Y en ello jugó un papel importante lo que se llamó capitalismo popular, donde todo el mundo, hasta la gente más humilde, es propietario de algo.
En el equilibrio entre la intervención del estado y la iniciativa privada ésta empezó a ganar terreno con las privatizaciones de empresas y servicios, la desregulación reglamentaria, la disminución de los impuestos progresivos, el desmantelamiento de los servicios sociales o la precarización del empleo. La financiarización de la economía elevó el peso del sector financiero en detrimento del productivo. La lucha contra los sindicatos y la alteración de la estructura social acabaría derrotando a una clase obrera en declive.Se sentaron las bases, en fin, de un trasvase de rentas en favor de las más altas. A eso Paul Krugman lo llamó la gran divergencia.
La guerra ideológica que le acompañó acabó creando una ilusión colectiva que se expandió en amplios sectores sociales, incluidos los más humildes, y en las sociedades de los países del bloque socialista europeo oriental. La ecuación capitalismo y bienestar se asentó desde entonces en unos presupuestos ideológicos que actuaron a modo de gancho: buscar la complicidad social más extensa posible desde el acceso a la propiedad en cualquiera de sus formas. Por eso la compra de viviendas, la inversión de los ahorros disponibles y la obtención de préstamos baratos se convirtieron en una especie de fiebre colectiva.
En los países que abandonaron el socialismo esa fiebre apenas duró, dejando pronto abandonada y desprotegida a la mayor parte de sus poblaciones. La miseria, la emigración y la delincuencia se extendieron, y poco a poco se fue difuminando el mundo en el que habían depositado sus ilusiones. En los países occidentales hubieron de pasar algunos años más, cuando la actual crisis económica puso al descubierto la cruda realidad. Para mucha gente endeudamiento privado resultó oneroso, muchas familias están sufriendo los desahucios de sus viviendas, determinados sectores de población se han visto estafados en las inversiones de sus ahorros... Y paralelamente el paro subiendo, los salarios bajando, los derechos laborales vulnerándose o recortándose, los servicios públicos desmantelándose...
El llamado capitalismo popular se está haciendo trizas. En realidad nunca dejó de ser un oxímoron.