Desde mediados de septiembre se vienen sucediendo movimientos sísmicos en el medio marino próximo a la costa mediterránea situada entre Tarragona y Castellón. La preocupación deriva, en primer lugar, de su número, siendo frecuentes y estando en aumento. En cuanto a su intensidad, aun siendo baja -se habla de microseísmos en la mayor parte de los casos-, ha alcanzado en alguna ocasión el nivel de 4 grados, afectando a los municipios costeros de las Tierras del Ebro y Vinaroz.
En ese entorno está situada desde hace cinco años una infraestructura marina de almacenamiento de gas natural, dentro del conocido como proyecto Castor, que es uno de los cinco similares repartidos por la geografía española. Estas instalaciones están diseñadas para acumular en el subsuelo reservas de gas natural, para lo que se aprovechan antiguos yacimientos de gas y petróleo. La técnica utilizada consiste en derivar ese producto hacia unas instalaciones desde donde se inyecta a alta presión hacia una bolsa en el subsuelo. En este caso está situada a casi dos kilómetros de profundidad, donde anteriormente hubo un pequeño yacimiento de petróleo.
Existe una clara correlación entre este fenómeno natural y la acción humana. Es algo que se viene denunciando desde diversos colectivos sociales y ciudadanos, como Ecologistas en Acción, y algunos ámbitos científicos. El propio gobierno lo acaba de reconocer hace unos días e incluso hace una semana paralizó la actividad. Existe un riesgo de que se pueda alcanzar un nivel elevado, de hasta 7 grados, teniendo en cuenta que las bolsa de almacenamiento se encuentra dentro de una falla geológica.
Y es que con la naturaleza no se debe jugar irresponsablemente.