sábado, 30 de marzo de 2013

Una historia del imperio de nuestros días


He adquirido en estos días una nueva obra de Josep Fontana: Por el bien del
imperio. Una historia del mundo desde 1945 (Barcelona, Pasado y Presente, 2011). Su título es muy esclarecedor acerca del contenido del que versa. De su extensión -casi mil páginas de texto y otras doscientas de notas bibliográficas- se puede desprender, de entrada, que es ambiciosa. ¿El resultado?: para mí, altamente interesante. En el planteamiento inicial, que hace en la Introducción, expone las claves de lo que va a ir desarrollando a lo largo de los capítulos de una forma minuciosa, en general con rigor, conscientemente desde una perspectiva crítica y con elevadas dosis de atrevimiento.

Esta historia del mundo abarca los años de la Guerra Fría, pero también la etapa que le ha seguido a su fin y que llega a nuestros días. Está centrada en EEUU, a los que caracteriza como imperio, porque considera que ha sido desde 1945 -y sigue siéndolo- la potencia más poderosa. Eso no significa que no se refiera a la potencia que lideró el otro bloque, la URSS, sin que la exima de la responsabilidad que ha tenido en lo ocurrido desde 1945. Tampoco se olvida del resto del mundo, tanto de los países europeos como de los otros que han tenido que sufrir el peso de los imperios coloniales en proceso de descomposición, de sus siguientes intervenciones y, ante todo, de la acción directa de EEUU.

El libro parte de varias aseveraciones, entre las que destacan dos: en el mundo de nuestros días “la extensión de la democracia es poco más que una apariencia” y “vivimos en un mundo más desigual” (p. 9). Y enseguida Fontana plantea el núcleo central de su obra: independientemente de la división habida en el mundo entre dos bloques antagónicos, con proyectos políticos y sociales diferentes, el hecho de que uno de ellos haya sido derrotado y, como consecuencia, haya desaparecido no ha supuesto que la potencia dominante del bloque vencedor haya olvidado lo que realmente fue desde el primer momento su principal objetivo. Saca a la luz, para romperlo, el mito de que EEUU haya sido  el defensor del “mundo libre” contra el comunismo, para resaltar que lo que realmente se ha ido desarrollando ha sido un proyecto para dominar el mundo desde el modelo capitalista (11). Un término, por cierto, rechazado desde el mismo sistema por sus connotaciones negativas y sustituido en el tiempo por otros como “el modo de vida americano” o “sistema de libre empresa”.

Hay, pues, formulación de planteamientos y situaciones, pero  también una profundización que, con frecuencia, Fontana la hace con brillantez. Por ello alude a personajes como George Kennan, que en los albores de la guerra fría escribió: “diseñar una pauta de relaciones que nos permita esta posición de disparidad [50 por ciento de la riqueza del mundo, pero sólo el 6,3% de su  población] sin detrimento de nuestra seguridad nacional” (12, y 59 y ss.). Robert McNamara, que en los años 60 expuso, en un memorándum dirigido al presidente Jonson, que el liderazgo estadounidense “no podía ejercerse si alguna nación poderosa y virulenta –sea Alemania, Japón, Rusia o China- se le permite que organice su parte del mundo de acuerdo con una filosofía contraria a la nuestra” (12). A Paul Wolfowitz, director de la Defense Planning Guidance, dependiente de la Secretaría de Defensa, que en 1992 formuló cosas como éstas: “Nuestro primer objetivo es prevenir la emergencia de un nuevo rival (…) [por lo que] debemos mantener los mecanismos para disuadir a competidores potenciales” (12-13 y 767-768). Y más recientemente, Donald Rumsfeld, secretario de Defensa durante la primera presidencia de George Bush jr., que dijo en 2001 en un discurso dirigido a militares bombarderos: “o cambiamos la forma en que vivimos o cambiamos la forma en que viven los otros. Hemos escogido esta última opción. Y sois vosotros los que nos ayudaréis a alcanzar este objetivo” (13).

Resulta interesante los retratos que hace de los distintos presidentes estadounidenses, insertando los rasgos de su personalidad en el contexto en el que actúan y entre las personas de las que se rodean: Harry Truman (40 y ss.), Ike Einsenhower (202 y ss.), Jonh F. Kennedy (255 y ss.), Richard Nixon (451 y ss.), Gerald Ford (569 y ss.), Jimmy Carter (575 y ss.), Ronald Reagan (609 y ss.), George Bush sr. (765 y ss.), Bill Cinton (781 y ss.), George Bush jr. (839 y ss.) y Barak Obama (868 y ss.).

Entre los numerosos asuntos que trata, pueden destacarse algunos de gran importancia: el nacimiento, el macartismo, la guerra fría cultural, las intervenciones militares en Asia, la destrucción de Vietnam, el papel de Israel en Oriente Próximo, la influencia del lobby judío, el dominio sobre América Central y del Sur, la sustitución en estos países de los desembarcos directos de tropas por golpes de estado, el apoyo a las dictaduras por su mayor estabilidad y defensa de sus intereses, la frialdad ante el continente africano y la dejación de algunas funciones en manos de otras potencias (Francia, Bélgica…), la lucha por los derechos civiles, el año 68, la reanudación de las relaciones con China, la destrucción de Yugoslavia, los atentados del 11-S y un largo etcétera.  

Hay un tema, al que ha denominado como “gran divergencia” (563 y ss. y 605 y ss.), término prestado de Krugman, que cobra un gran interés. Se refiere con ello a la ruptura del pacto social que se inició en los años 30 con Franklin D. Roosevelt, lo que llevó a los gobiernos federales a una mayor atención al mundo de los derechos sociales de la clase obrera y diversos sectores de la clase medias, ayudando, así, a la legitimación interna de la política exterior de EEUU. Las bases ideológicas de la “gran divergencia” fueron formuladas a principios de la década de los 70 por Lewis Powell, para quien el sistema de libre empresa estaba en peligro, siendo necesario desarrollar la batalla de las ideas y una acción política agresiva. Durante la presidencia de Ford ya empezaron a aparecer en el escenario político jóvenes conservadores que con el tiempo ocuparon puestos relevantes durante las presidencias de los treinta años siguientes. También durante la presidencia del demócrata Carter, en plena crisis económica, se plasmaron las primeras medidas “divergentes”, que durante los mandatos de Reagan se extendieron e hicieron irreversibles. Desde entonces, ex aequo con Margaret Thatcher en el Reino Unido, se sentaron las bases de una involución social o contrarrevolución conservadora basada, entre otros aspectos, en la desregulación financiera, la bajada de impuestos a las rentas más altas, la privatización de empresas públicas, la desregulación laboral, la pérdida de derechos sociales o la destrucción de los sindicatos. Es decir, la conformación del capitalismo neoliberal, que se ha ido extendiendo por otras partes del mundo, incluida la Europa Occidental. El mismo que, sólo en EEUU, haya supuesto que si 1980 el 1% de la gente más rica recibía el 9% de los ingresos, en 2007 haya alcanzado el 23,5%; o que los impuestos pagados por los contribuyentes mayores, que en 1955 representaban el 51,2%, hayan pasado al 18,1% en 2010 (835).  

Paralelamente al análisis de estos cambios económicos Fontana hace lo propio con los habidos en el campo internacional, con la reactivación de la guerra fría en los años 80 y las consecuencias irreversibles, a la vez que insospechadas, que tuvo en el bloque liderado por la URSS (605 y 659 y ss.). El aumento de los gastos militares en EEUU conllevó inicialmente la respuesta de la URSS, cuyo elevado coste acabó poniendo al descubierto las deficiencias y debilidades del sistema soviético.

También resultan de gran importancia los capítulos siguientes, en los que Fontana deshace el mito de la guerra fría a través de la constatación de una política exterior que EEUU va adaptando a los nuevos tiempos (765 y ss. y 833 y ss.). Primero con Bush padre, luego con Clinton, en mayor medida con Bush hijo y ahora con Obama, EEUU una potencia que busca perpetuar su dominio mundial unilateral para satisfacer los intereses de su clase dominante. Y para entender esto es necesario referirse a un nuevo consenso interno (833-836): la vieja clase obrera y diversos los sectores de las clases medias, víctimas de la “gran divergencia”, han dado paso a una nueva base social y política más heterogénea, pero con la intención común de “convertir sus resentimientos en acción política efectiva”. Se trata, en definitiva, de la alianza entre neocons y grupos fundamentalistas cristianos, que alcanzaron su apogeo durante la presidencia de Bush hijo.

La crisis global iniciada hace un lustro (931 y ss.) es tratada desde dos ángulos. El que afecta al mundo rico, con su componente financiero y de destrucción del estado bienestar, y el que lo hace al mundo en desarrollo o simplemente pobre, con aspectos como la crisis alimentaria, la lucha por la tierra, el problema del agua, el asalto a la agricultura campesina o la amenaza del hambre. Aunque no lo hace dentro de este capítulo, que hubiera podido servir de contraste, Fontana destaca el importante avance que se está dando a lo largo del siglo presente en varios países de América Latina, donde se está dando a la vez crecimiento económico y disminución de las desigualdades (557 y ss.).

A modo de conclusión, en lo que denomina como triunfo del capitalismo realmente existente (966 y ss.), Fontana lo asimila al mismo sistema que sigue generando guerras que además causan más muertes civiles y que son buenas para el sistema; el del desastre económico y humano de la antigua URSS y sus aliados; el del apoyo a dictaduras sanguinarias; el de la falta de libertades en las antiguas colonias; el del elevado número de personas que realizan trabajos forzosos; el del tráfico de niños y niñas; el de sus explotación sexual; el de la mayor pobreza en los países más pobres; el de la aparición de otras formas de pobreza en los desarrollados, incluidos los propios EEUU; el del hambre que ya afecta a más de mil millones de personas; el del aumento de las diferencias en la renta y bienestar entre los países; el de la miseria del continente africano, donde una de cada tres personas sufre hambre crónica…