miércoles, 2 de junio de 2010

Se está mascando fascismo

Tengo la impresión de que se está mascando fascismo. Para Nikos Poulantzas el fascismo en Italia y Alemania no fue tanto una forma de hacer frente al movimiento obrero revolucionario como el triunfo de una fracción de la burguesía que buscaba una salida a la crisis política y social que vivían sendos países. Su acceso al poder se vio facilitado por la derrota previa de dicho movimiento revolucionario. Poulantzas distinguía proceso de fascistización de fascismo y por ello quiso aclarar el extremo de cuándo se produjo el asalto final al poder por los movimientos fascistas.

Siguiendo con la historia, España acabó sufriendo un régimen fascista, pero tras una cruenta guerra. España fue el único país donde amplios sectores de la población lo hicieron frente durante tres años de lucha y resistencia, con el abandono por parte de las potencias occidentales, la solidaridad de las brigadas internacionales y la ayuda de la URSS. La derrota del fascismo ocurrió en 1945 y no por el esfuerzo principal de las potencias occidentales. Francia había sido derrotada y humillada en 1940. El Reino Unido y EEUU esperaron al verano de 1944 para lanzar su ofensiva contra Alemania. El esfuerzo mayor, con el consiguiente desgaste, fue de la URSS, cuyo ejército desde Stalingrado no paró de contraatacar hasta llegar a Berlín.

Volviendo a nuestros días, ¿por qué digo que la sociedad está mascando fascismo? Primero, porque en el mundo desarrollado ya no hay movimiento revolucionario y los movimientos de izquierda existentes tienen una influencia en general pequeña y desigual (cuidado, que esto no significa que no existan y que no puedan crecer). Las disputas políticas se dan sobre todo en el seno de los sectores dominantes de la sociedad. Los sectores sociales que los alimentan se disputan el qué hacer y la desesperación aumenta entre quienes se han dedicado a dar sus votos. 

El fascismo de hoy no tiene por qué ser el de hace nueve décadas. Está disfrazado de lo que llaman democracia. Atacar a países, realizar matanzas indiscriminadas, fomentar políticas económicas generadoras de miseria y hambre, controlar la información en unas cuantos grupos empresariales, invadir las instituciones políticas con empleados de las grandes empresas, hacer leyes para amparar a quienes delinquen, manipular al poder judicial..., todo ello son formas de un nuevo fascismo. No es el momento de los Hitler, Mussolini o Franco, al menos en el mundo rico. Hasta hace poco hemos tenido a los Bush, Blair o Aznar, que provocaron y justificaron las masacres de Iraq o Afganistán, desarrollaron el modelo económico iniciado en 1979... Los Obama, Brown, Cameron, Zapatero, Merkel... siguen haciendo lo mismo.

Y medio de todo, un descrédito de lo político. Es parte del discurso fascista.
Bajo la palabra políticos se engloba a todas las personas que se dedican profesionalmente a la actividad política, pero generalizar tiene el riesgo de meter en el mismo saco a quienes sí tienen responsabilidad y quienes no la tienen. Mantengo que esa consideración proviene más de quienes votan a los partidos que ocupan la mayor parte de los cargos públicos en las distintas instituciones políticas. Es más, mantengo también que antes de que se iniciara la crisis ya sabían lo que hacían, ganaban, manipulaban... Sólo cuando las cosas han empezado a ir mal, se están acordando de lo que han hecho, pero preferentemente se fijan en "los políticos" del adversario. 

El proceso de fascistización se desarrolla a medida que aumenta el vacío de poder. El que se desacredite lo político, es un síntoma. La crisis de legitimidad de los poderes políticos actuales puede desembocar en un cambio radical del sistema  y ahí entra el socialismo como horizonte, que ya existente en algunos países, o el fascismo. Y éste es la peor de las opciones, porque es la violencia institucionalizada y extendida a todos los ámbitos de la vida.