Era la madrugada del 5 de agosto de 1939 y trece jóvenes, acusadas de pertenecer a las Juventudes Socialistas Unificadas, esperaban el cumplimiento de su condena a muerte. Desde entonces son conocidas como las Trece Rosas. Una de ellas, Julia Conesa, a la que llamaban Julita, dejó varios testimonios escritos: seis cartas, todas dirigidas a su madre y sus hermanos. La primera está fechada el 2 de junio y la última es del mismo 5 de agosto. Sus últimas palabras son las que aparecen en la fotografía:
Besos para todos. Que ni tu ni mis compañeras lloreis.
Que mi nombre no se borre en la historia.