Durante la entrega de medallas y el trofeo de campeonas del mundo el gesto fue claro: un beso en la boca de Luis Rubiales, presidente de la Federación Española de Fútbol, a la jugadora Jenni Hermoso. Un beso, no consentido, que se vio camuflado al principio por el éxtasis del momento, como si hubiera sido una anécdota más de las que se suceden en esos momentos. Un beso que no le gustó a la jugadora, como expresó a sus compañeras ya en el vestuario. Un beso que, ante las primeras reacciones publicadas en los medios de comunicación, dio lugar por parte del susodicho a que lanzara insultos como imbéciles, tontos del culo, gilipollas o pringaos. Un beso que fue calificado desde el primer momento por Irene Montero y Ione Belarra como violencia sexual, y por Yolanda Díaz como vejación y agresión. Un beso que ha sido calificado también como abuso de poder y que días después reprodujo el jugador de fútbol Isco. Un beso, en fin, que ha sido motivo de numerosas condenas desde muchos ámbitos del mundo del deporte, medios de comunicación y grupos políticos y sindicales, así como de otros países. Un beso que, en días sucesivos, se ha visto acompañado de la publicación de otras acciones de carácter sexista y machista por parte de Luis Rubiales. Un beso que ha dado lugar a la manipulación de declaraciones y el ejercicio de presiones y maniobras desde la RFEF sobre la jugadora y su familia. Pese a ello, ayer pudimos oír en boca del propio Luis Rubiales, durante su vomitiva intervención ante la Asamblea del Fútbol español, que el beso fue "espontáneo, mutuo, eufórico y consentido". La misma persona que ha sido capaz de inventarse un relato, cual novelado, diciendo ante la gente cosas tan inverosímiles como éstas: "en el momento que apareció Jenni, me levantó del suelo; luego nos abrazamos y yo le dije: 'olvídate del penalti'; ella me dijo: 'eres un crac'; yo le dije. '¿un piquito?'; y ella me dijo: 'vale'". El mismo personaje que ha actuado como el perfecto maltratador: mintiendo, manipulando, amenazando, victimizándose a sí mismo y convirtiendo a la víctima en mentirosa, cuando no en la agresora. Luis Rubiales, sí, que ayer fue aplaudido por su corte de aduladores, estómagos agradecidos y compañeros de negocios. El mismo que ha dado la orden a su maquinaria de poder para seguir amenazando a quienes se han rebelado contra él y su gente... Pues bien, como han dicho la propia Jenni Hermoso y sus compañeras, "¡Se acabó!".
(Continuará).