La semana pasada, visitando con un grupo de amigos y amigas el municipio cordobés de Iznájar, que está situado en la Subbética, me topé con un mosaico de cerámica dedicado a Rafael Pérez del Álamo. Se encuentra en la plaza Nueva del pueblo, próxima al castillo. Hace bastantes años, en 1997, le dediqué una breve semblanza en el boletín Ciudadano de Barbate (n. 22, diciembre). Ahora lo reproduzco.
A mediados de siglo XIX en Andalucía estaba culminando un proceso iniciado décadas atrás mediante el cual las propiedades agrarias fueron pasando del pequeño campesinado o los ayuntamientos hacia los grandes propietarios, quienes también se habían aprovechado de la venta de tierras expropiadas por el Estado a la Iglesia. La reacción del campesinado no se hizo esperar, como lo prueban las revueltas que protagonizaron reclamando las tierras usurpadas. A su vez, aumentaba el descontento político de amplios sectores de la población, testigos de la pantomima de libertades y de la corrupción reinante que les impedía, entre otras cosas, votar o asociarse libremente. En este contexto apareció Rafael Pérez del Álamo, granadino de Loja, hombre de la clase media-baja (era albéitar) que se erigió en 1861 en el líder de una revuelta con unos diez mil campesinos armados, que llegaron a tomar Loja, con el fin de derribar la monarquía y recuperar las tierras perdidas. Justificó su actuación por "el advenimiento del bienestar social, convirtiéndose todos los hombres en usufructuarios de los instrumentos de trabajo". Fracasada la sublevación, pudo huir y, a pesar de la dureza de la represión (seis ajusticiados y más de cien encarcelados), al año siguiente se benefició de un indulto, temerosa la reina Isabel II de empañar el viaje que realizó por Andalucía. En 1868 participó en la revolución que destronó a la reina al frente de dos mil voluntarios, pero enseguida se desilusionó ante el rumbo que tomó el nuevo régimen ("unos cuantos señores se impusieron a toda España"). Mostró su integridad moral rechazando diversos cargos que le ofrecieron ("pude ser coronel (...) y pude obtener un empleo lucrativo; pero entre mi dignidad y mi deshonor, opté por mi dignidad") y llegó a declararse en 1872 como un republicano federal socialista. No nos debe extrañar que Benito Pérez Galdós mencionara en La vuelta al mundo en la "Numancia", uno de sus Episodios Nacionales, a este personaje como protagonista de la sublevación de Loja. Al fin y al cabo, es un claro exponente de las luchas que los sectores populares mantienen para no ser sojuzgados. Como él mismo indicó, "cuando callan las leyes ante los estridentes chillidos de la injusticia y de la sórdida avaricia, entonces habla con estruendosa y formidable voz la terrible e imponente cólera de los pueblos".