domingo, 4 de mayo de 2025

Un diálogo sobre la Historia en tres tiempos


A modo de introito

No recuerdo el día concreto, pero era finales de septiembre de 1987. Estaba en mis comienzos como profesor de Geografía e Historia. Dos meses antes había conseguido aprobar las oposiciones como profesor de Bachillerato y con ello estaba empezando a cumplir el sueño que desde hacía años albergaba. Cuando llegué el primer día al instituto, situado en un municipio de la Subbética cordobesa, ya me habían asignado las asignaturas que debía impartir. Una de ellas era Historia Universal, del segundo curso de lo que por entonces se llamó Bachillerato experimental, previo a la aprobación de la Ley Orgánica General del Sistema Educativa, una ley de educación muy controvertida, dadas las resistencias que surgieron entre algunos sectores de la comunidad educativa. 

Se trataba de una asignatura que no concordaba con la que se impartía en COU, la Historia del Mundo Contemporáneo, pero para mí fue una bendición. Se ajustaba a la idea que tenía sobre un enfoque de la Historia en toda su dimensión temporal. A ello se unía que el alumnado al que iba dirigida la asignatura, el del último curso del Bachillerato, resultaba adecuado para que pudiera poner en práctica lo que por mi mente pasaba. Y he de reconocer que tuve suerte, porque esos chicos y esas chicas pusieron de su parte el tono que necesitaba para sentirme muy a gusto en todo momento. Fueron unos meses maravillosos.

Recuerdo mi llegada al pueblo el día anterior a mi estreno como docente. Recalé en una pensión, donde a lo largo de la tarde ultimé los detalles no tanto de mi primera clase, que basé en la presentación mutua y en la recogida de distintos datos personales. El primer día entregué una fotocopia con varias definiciones de Historia, que no era otra cosa que la misma que nos entregaron años atrás en Teoría de la Historia. Y la leímos, hablamos sobre ella y fueron saliendo ideas...  



-¿Qué es la Historia para ti? 

-Es una pregunta que puede hacerse a sí mismo cualquier historiador o profesor de Historia. Cuando alguien pretende definir algo, se suele poner o decir lo siguiente: "Definición de...". Sin ir más lejos, ayer, en una clase de Pedagogía, empezaron diciéndonos: "Concepto de adolescencia". En nuestra materia podría empezarse así: "La Historia es...". Pero creo que lo mejor es empezar con el interrogante.

-Te preguntaba eso porque a la altura en que te encuentras en tu carrera, ya a punto de acabarla, podrías habértelo preguntado en alguna ocasión. 

-Sí, claro que lo he hecho. Dentro de poco me darán el permiso que me permita impartir una serie de conocimientos, los que se corresponden con la carrera que estoy cursando. Y me pregunto: ¿qué haré yo con mis alumnos? ¿Empezaré con el célebre interrogante, el que tú me has hecho? ¿Seré capaz de darles una definición apropiada? Llevo, con éste, cinco años estudiando la carrera. Con anterioridad ya manifestaba mis preferencias por esta materia y, en la medida de mis posibilidades, ya desde entonces he tratado de leer y aprender algo más de lo recibido en el colegio y en el instituto. Con todo eso, y tras mis maratonianos dos  últimos años, creo haber adquirido una mínima base teórica de cara a poder enfrentarme dentro de poco al difícil, pero apasionante, mundo de la enseñanza.

-Perdona, ¿por qué has dicho años maratonianos?

-Bueno, en 3º le dediqué bastante tiempo al estudio (con numerosas lecturas, algunos trabajos...), aunque los resultados académicos no resultaron todo lo que hubiera deseado y merecido. En 4º hice un mayor esfuerzo y me fue bastante mejor. Leí mucho, intercambié conocimientos con compañeros, escuché mucho y también, como nunca había hecho, puse muchos codos sobre la mesa. Creo que adquirí una madurez mental que hasta entonces no había tenido. Durante el último verano no he dejado de leer, bastante, preparándome para iniciar la tesina, de la que ya tengo un tema para desarrollar. Me lo ha proporcionado la catedrática de Historia Contemporánea, que me ha dado mucha confianza y que agradezco. Ahora sigo dedicado de lleno a acabar la carrera, estoy haciendo el curso que me capacita para poder dar clases y los sábados me estoy acercando al Archivo de la Guerra Civil, donde estoy consultando unos documentos muy interesantes para mi tesina.

-Lo he entendido. Sigue con lo que estabas diciendo sobre el mundo apasionante de la enseñanza.

-Si. Considero que la enseñanza es un modo de poner los conocimientos personales de uno y tratar de transmitirlos a otros, pero estimulando el sentido crítico, científico y participativo. Cuando enseñas, transmites, pero no debes quedarte ahí. Hay que hacer que los alumnos piensen y que lo hagan de una manera activa.

-¿Cómo te imaginas tu primera clase?

-Posiblemente inicie mi camino con la formulación de esa frase interrogante a la que antes aludíamos. Pero como una introducción, con la intención de mostrar a los alumnos diferentes visiones y la propia problemática que el término encierra. Después, enseguida, pasaré a mi propia definición. Definición que supondrá dejar constancia de la orientación que mis posteriores clases tendrán. Una especie de declaración de intenciones.

-¿Y qué es entonces para ti la Historia?

-Para mí la Historia es una ciencia de los hombres en el tiempo y en el espacio, en cuanto que viven relacionados con la naturaleza y entre sí, en cuanto que viven con el propio peso del pasado y en cierta medida quieren caminar hacia adelante. De esta manera, hoy, en nuestros días, todo análisis del pasado no está exento de la propia visión que tenemos del mundo en la actualidad y de las perspectivas de futuro. Buscar una interrelación entre pasado, presente y futuro resulta primordial. Voy a poner un ejemplo: España. ¿Qué es España, qué significado tiene? Hoy hay quienes niegan ese nombre. Luego están quienes lo relegan a otros territorios. No faltan los que lo reivindican, que son, claro está, la mayoría... Dentro de  estos últimos están quienes le dan un sentido inflexible e indiscutible, pero también hay otros que buscan conjugar distintos factores... Según todo esto, ¿podemos hablar de España, por ejemplo, en el siglo I d.C.? ¿Existía en esa época de pertenencia al mundo romano? ¿Qué pasó en los siglos XV y XVI, por irnos a un tiempo más próximo?... Ante estas preguntas hay diversidad de respuestas y muchas son contrapuestas. Por eso habría que partir, primero, del nivel con el que hoy se mira: ¿España es una nación?, ¿es un estado?, ¿es una nación de naciones?, ¿no es nada?... Por encima de esto hay que tener en cuenta también el propio sentimiento de pertenencia a ese algo, en este caso España. ¿Y todo esto es objetivo o subjetivo?

-No acabo de entenderte del todo. Intenta explicarte mejor.

-El sentimiento de pertenencia  a algo es subjetivo. Te pertenece a ti y está por encima de lo que puedan sentir otros. Otra cosa es que lo sea objetivo. Imagínate un catalán... o un vasco, que dicen que no se sienten españoles. Los hay que sienten eso y contra eso no podemos imponer nada, porque consideran que su identidad catalana o vasca es exclusiva. Pero, sin entrar ahora en las razones por las que lo sienten, hay unos factores en la Historia que nos ayudan a entender que haya gente que así lo crea. Pero si dijeran que se sienten chinos, sus subjetividades estarían faltas de objetividad. ¿A cuento de qué dicen eso? ¿Qué tiene que ver China con España desde el punto de vista histórico para que lleguen a esa conclusión? 

-Bueno, algo me has aclarado. 

-Siguiendo con lo que estaba diciendo, resulta necesario analizar los diferentes caracteres que los distintos pueblos y habitantes de este solar geográfico peninsular han tenido en el tiempo. Qué orígenes tienen, qué relaciones han tenido con otros territorios no peninsulares y los que son peninsulares... Resolviendo ese problema podremos comprender, pero no resolver, lo que está ocurriendo en el presente. Me niego a creer ciegamente en el pasado. Como hombres que vivimos y, por tanto, pensamos y nos mostramos activos, tenemos y debemos construir cosas nuevas, en la medida de nuestras posibilidades y bajo una óptica de intereses.

-Activos dices...

-En nuestro tiempo tenemos un arma que nos permite actuar con ventaja: poseemos la posibilidad de ser conscientes de nuestras propias acciones y, como consecuencia, de no andar ciegos por la vida. De no hacerlo así, se corre el riesgo de poder ser manipulados, porque medios técnicos existen. Esa lucha y rebelión contra la inconsciencia y contra la manipulación son el reto del hombre nuevo. 

-Palabras mayores: hombre nuevo.

-Bueno, entendido como un hombre que se puede construir. Otra cosa es que resulte difícil. Pero no imposible. 

-Eso es teleología, ¿no? 

-Tratar a la Historia desde la perspectiva que planteo, es hacerlo como un reto para contribuir a que el futuro pueda ser distinto y mejor, claro. No hacerlo así, también es Historia, pero es postergar a la gente, contribuir a mantener lo de siempre: a la dominación de una mayoría por la minoría.

-Pero estamos hablando de Historia como ciencia, la que nos ayuda a entender lo ocurrido en el pasado, no de acción política.

-Me he referido antes a una interrelación entre pasado, presente y futuro. Vivimos en el presente, que ya nos condiciona a la hora de pensar. Lo hace teniendo en cuenta los contextos en los que nos movemos, que no son los mismos y son diversos. Contextos de clase, políticos, culturales, territoriales... Pero buscamos entender el pasado y por ello debemos no desprendernos, sino ser conscientes de que esos contextos están siempre presentes. Y eso sí, evitando manipular las cosas, porque eso sería falsearlas, sería falsear la realidad y, por tanto, no poder conocerla. 

-¿Y cómo se hace eso que dices?

-Lo novedoso de lo que estoy defendiendo -que no lo hago yo sólo, ¿eh?- implica rebelarse contra lo que se pretende conservar más. El pasado pesa mucho sobre el presente, pero ese peso hay que ponerlo en su justa medida, para no dejarnos dominar por él. Profundizar en la Historia de España, de Europa o del mundo es comprender mejor lo que somos hoy y las posibilidades que tenemos de futuro. Alguien dijo un día: renovarse o morir. Yo lo comparto. En el sentido más amplio del término. Quien vea en la Historia, es decir, en el conocimiento y entendimiento del pasado, una justificación del presente, está condenado a la monotonía y eso, aplicado a la historia de los hombres, no ha sido otra cosa que guerras, explotación, privilegios, injusticias, oscurantismo... 

-¿Monotonía?

-Sí, entendida como la forma de que se vuelva a repetir, de considerar que todo lo habido en el pasado, incluido el más cercano, ha resultado inevitable. Y que todo seguirá siendo así. Y como lo que conocemos de ese pasado e incluso del presente está lleno de tanto dolor, luchar para que deje de haberlo nos lleva a buscar las causas de su existencia. Monotonía, porque supone que siga habiendo lo de siempre: la minoría que domina a la mayoría y las brutalidades que aquélla ha cometido para que así fuera.

-Vale, pero ¿y eso de renovarse...?
 
-Quien pretenda renovarse, ir más allá, tiene por delante un camino amplísimo. De esta manera se podrá comprobar si lo ocurrido en el pasado ha seguido unas pautas determinadas en cada sociedad. Ése es el sentido que le doy al término. Es un dilema, sí. Un reto. Pero así se avanza.



Eso escribí -mejor, reescribí- no hace mucho. Se trata de la recreación de un texto que encontré rebuscando entre mis papeles de otro tiempo, allá por 1980. Me había topado con un par de folios donde había escrito a mano unas reflexiones sobre la Historia, entendida como una ciencia social, tratando de darle un sentido dentro de la práctica educativa. Ser profesor de lo que entonces se conocía como Enseñanzas Medias era lo que soñaba. Pero hubieron de pasar algunos años para que ese deseo/sueño se hiciese realidad. Lo curioso es que cuando escribí ese texto aún no había acabado la carrera, por lo que me estaba adelantando a lo que podía ocurrirme. 

Cuando retomé la cosa, mantuve el cuerpo del texto, pero se me ocurrió seguir con el mismo recurso narrativo, es decir, en forma de diálogo a dos, para, de esa manera, dejar constancia de mi estado de opinión en la actualidad, que aderecé con situaciones también de nuestros días. 

-¿Qué estás leyendo? 

-Algo que escribí hace unos cuantos años. Bastantes. Bueno, en 1980. Todavía estaba estudiando la carrera y empezaba el último curso. Era un momento en que soñaba con lo que podía ser mi futuro profesional. Quería ser profesor de Historia y me gustaba pensar mucho sobre la forma de llegar al alumnado con el fin de motivarlo.

-Eras previsor, ¿no?  

-Bueno, puede entenderse así.

-¿Y sobre qué cosas concretas pensabas en esos momentos?

-La noción de Historia, su relación con el presente, la capacidad que podría tener de influir en el futuro... También reflexionaba sobre la noción de España, las distintas percepciones que entendía que había en esos momentos...

-Como ocurre ahora. Es lo que parece... Creo.

-Pues sí. No hay nada nuevo, porque parece que hay una constante en el tiempo. Seguimos estando en un bucle que no se resuelve. Y sigue habiendo una sucesión de situaciones que por momentos se convulsionan y por otros se atemperan. 

-Ahora estaríamos en lo primero, ¿no? En un momento de choque de percepciones...

-En efecto. Tampoco sabemos hacia dónde va a derivar la cosa. Ahora ha habido una cierta explosión de lo centrífugo... Por lo de Cataluña en mayor medida. Pero no debemos olvidar que eso no ha dejado de ser ante todo la respuesta a un intento previo de lo contrario. Se puede decir que un intento centrípeto. Y en medio se encuentran quienes consideran que el diálogo y la capacidad colectiva de decidir son la vía para poder llegar a acuerdos. Rechazando imposiciones y, a la vez, proponiendo una convivencia desde la pluralidad. Eso es algo que se defiende también entre los primeros, los "centrífugos", pero nada por los segundos, los "centrípetos". 

-¿Y crees que hay solución?

-La habría, en bastante mayor medida, desde el diálogo. Desde la imposición, nada. Porque esta última genera el efecto contrario de lo que niega y nos lleva a que la situación se complique. 

-Y en cuanto a tus reflexiones sobre la Historia, en la actualidad, después de tantos años, ¿piensas de la misma manera?

-Hombre, me gustaría que leyeses detenidamente lo que he escrito y así podrías valorar lo que decía tiempo ha. Y en cuanto a lo que me preguntas, hay cosas que sigo manteniendo y otras que matizaría o incluso modificaría...

-Por ejemplo...

-He seguido manteniendo en lo fundamental la misma concepción de la Historia, que considero como una ciencia social y que se basa en el análisis del pasado con criterios de objetividad. Y en esto la base material juega un papel fundamental, pero no exclusivo. Sí es cierto que por aquellos años consideraba que el conocimiento de la Historia nos iba a permitir poder actuar de cara a lo venidero. En cierta medida no dejaba de ser un sesgo determinista desde una vertiente positiva, es decir, una visión optimista de lo venidero. La realidad, sin embargo, es más compleja... Pero mejor es que leas lo que te he dicho y lo valores.



Fue el momento en que ese interlocutor se puso manos a la obra de la lectura del texto antiguo.  Cuando acabó de hacerlo, posó su mirada sobre la mía y me sonrió levemente, prosiguiendo con nuestro diálogo. Pero para desarrollarlo no lo hice improvisando el contenido, sino recurriendo a otro texto mío posterior, que escribí en 1998. Tras su sonrisa me dijo:

-Más allá del diálogo que has construido, lo que escribiste hace...

-45 años. Ya te dije que fue en 1980.

-Sí, mucho tiempo... Pues lo que escribiste, digo, está lleno de reflexiones que siguen teniendo una gran actualidad. No estoy diciendo que sea como si no hubiera cambiado nada, pero sí que en uno de los aspectos, el relativo a tus reflexiones sobre España, el meollo de lo que decías sigue estando presente. Pero en lo más propiamente de la Historia, sobre lo que entonces defendías, todavía no sé si sigues manteniéndolo hoy.

-Mira, hay algunas cosas que no se encuentran en el escrito de antaño y en su posterior adaptación. Una es lo relativo a los conceptos de objetividad y neutralidad. En mi opinión suelen confundirse con frecuencia. Coincido con la interpretación que de ellos hicieron en su día historiadores como Barrington Moore Jr. o Eric Hobsbawm, que defendieron que lo primero es una necesidad y hablar de lo segundo no deja de resultar una falacia.

-Contundente lo que dices, ¿no?

-Sí, pero no por ello menos importante. Partiendo del hecho de que somos seres sociales, lo que supone que estamos condicionados por el entorno... o los entornos en que vivimos, los intereses que tenemos, etc., la neutralidad es algo imposible. Lo importante, en el caso que nos ocupa de la Historia, es la objetividad, que supone dotar de rigor tanto a la investigación como a la argumentación, según sea el caso. Por eso defiendo que la Historia es una ciencia. No empírica, sino social. Y por ello no puede ser sometida, por ejemplo, a experimentación en un laboratorio, dado que su objeto es analizar lo ocurrido en el pasado...

-¿Entonces?

-De lo que se trata es de desplegar una estrategia de investigación que abarque distintas fuentes de información..., el mayor número posible. Cada época tiene las propias, que son variadas y sobre las que, según nos alejamos en el tiempo, tenemos mayores dificultades para obtenerlas. Y ahí entra el rigor. Sin él no hay objetividad. Y si me apuras, también entra lo ético. 

-¿Y la subjetividad?

-La subjetividad, como una forma de interpretación, suele confundirse con la falta de neutralidad. Si de ésta hemos dicho que es una falacia, de la segunda no lo es, pero sí puede llevar a la distorsión, a la manipulación... Actuar con objetividad presupone el rigor, pero no así que podemos saber en toda su dimensión lo ocurrido. Desde esa objetividad llevamos a cabo un acercamiento, una aproximación... Se hacen aportaciones que, con junto con otras, contribuyen a un mayor conocimiento. Cuanto más fuentes de información y cuanto mayor sea el rigor, más podremos saber de lo que se está investigando.

-Entonces, ¿por qué hay diversidad de interpretaciones?

-Estamos hablando de algo difícil, que entra dentro del campo de la epistemología. Esa pluralidad a la que te refieres deriva de la pluralidad existente en los paradigmas interpretativos. Hay quienes achacan a quienes trabajan en el campo de la Historia que no se hayan dotado de una estructura jerarquizada de conceptos y que incluso tiendan a ocultar su metodología. Repito: estamos ante una realidad llena de dificultades. Pero eso no es óbice para decir que se han hecho, y se siguen haciendo, esfuerzos con el fin de crear un cuerpo teórico y metodológico propio. Se ha hecho, sobre todo, desde las concepciones globalizadoras. No recuerdo ahora su nombre, pero alguien ha llegado a señalar que, además de hacerse uso de conceptos conocidos de los campos de la política, la economía, etc., en la Historia sí se dispone de conceptos específicos. Eso sí,  considerados como hipótesis de trabajo... 

Hace una pausa y plantea algo:

-Perdona, voy a buscar algo que creo interesante.

Se levanta de la silla y rebusca entre varias carpetas. Le dedica un tiempo y al poco dice:

-Aquí está: la persona de la que te estaba hablando se llama Jesús Domínguez. Profesor universitario por entonces, quizás ya jubilado. En uno de sus escritos distinguía dos tipos de conceptos: aquellos que pretenden explicar la realidad social desde las categorías que la conforman, como pueden ser los que en su mayoría utiliza el materialismo histórico; o los que definen generalizaciones, pero de utilización frecuente, como ocurre con renacimiento, absolutismo o ilustración. Así mismo, habla de procedimientos explicativos, entre los que destaca la existencia de una estructura sintáctica propia, con conceptos como principio globalizador, causalidad, intencionalidad, cambio, continuidad...

-Interesante, la verdad.

-Creo que sí. Cuando hay discusiones, a veces enconadas, pueden estar ocurriendo varias cosas. De partida podría decirse que estaríamos hablando de  paradigmas interpretativos distintos. Y eso no es grave en sí mismo. Lo que sí lo es ocurre cuando se intenta adaptar una interpretación no tanto a ideas preconcebidas, como al uso de incorrecciones y falsedades. Eso es muy frecuente  en España -pero no sólo- entre ese grupo de escritores al que se ha etiquetado con el término de revisionistas.

-Los Pío Moa, Ángel David Martín Rubio, Jesús Mª Zavala, César Vidal, etc.

-Sí, ésos. Se les ha tachado de publicistas. Incluso hay quienes los acusan de hacer "historietagrafía", porque, además de las ligerezas de las que hacen gala, apenas usan fuentes primarias. Alberto Reig Tapia, Francisco Espinosa, Ángel Viñas... han incidido mucho en esos aspectos. 

-Pero han tenido o siguen teniendo un éxito de ventas. Disponen de mucha eficacia, y, claro está, de apoyos financieros y mediáticos.

-Y un público deseoso de leerlos, para, así, posiblemente reconfortarse y ayudar a alejar viejos fantasmas que se mantienen ocultos en el olvido, en las fosas y muchas veces en el desprecio.


-Eso es así. Pero sigue con tus apreciaciones sobre la Historia.

 

-Cuando escribo o hablo sobre Historia no pretendo manipular lo ocurrido. Leo lo que puedo y creo que no es poco. Investigo lo que mi capacidad, mi tiempo y hasta mi estado de ánimo me permiten... Por eso me quedo con la frase final de las memorias de Eric Hobsbawm: “La injusticia social debe seguir siendo denunciada y combatida. El mundo no mejorará por sí solo”.



Epílogo


Hace muchos años que el dramaturgo alemán Bertold Brecht escribió el poema "Malos tiempos para la lírica". Era una metáfora de los tiempos intempestivos que estaba viviendo, en el momento en el que el nacionalsocialismo, la versión alemana del fascismo, estaba a las puertas de iniciar su gran ofensiva militar internacional, que acabó bañando en sangre, como nunca había ocurrido, Europa, sobre todo, y otras partes del mundo, como Asia oriental y el norte de África. En nuestros días estamos viendo cómo un fascismo renovado, aliado con otras fuerzas retrógradas, trata de recuperar lo que en su día puso en vilo a la humanidad. Resulta duro, muy duro, que eso pueda ocurrir.


-Y ahora, desde la distancia de lo que escribiste hace tantos años, ¿qué opinas de lo que está ocurriendo en España, en Europa, en el mundo...?


-Es cierto que en mis años de ejercicio profesional como un modesto profesor he intentado proyectar y dar sentido a mis reflexiones. Y en lo fundamental sigo manteniéndome en la misma posición. Sobre lo que has dicho de nuestros días, no puedo por menos que sentirme preocupado. Ya jubilado, sabes que he podido dedicarme en mayor medida a la tarea de hacer Historia. Esto es, de sumergirme en archivos, indagar en bases de datos o leer más. Todo eso conforma -sigue conformando-, en gran medida, mi pan de cada día. Pero la preocupación por el presente y lo que pueda venir en el futuro me golpean cada día. Me resisto a desistir. Por eso me quedo con los versos finales del poema de Brecht:


En mí combaten

el entusiasmo por el manzano en flor
y el horror por los discursos del pintor de brocha gorda.
Pero sólo esto último
me impulsa a escribir.