miércoles, 29 de enero de 2020

A propósito del libro ¿Quién vota a la derecha?, de Alberto Garzón

A finales del año pasado salió a la calle el libro ¿Quién vota a la derecha? De qué forma el PP, Ciudadanos y Vox seducen a las clases medias (Barcelona, Península) cuyo autor no es otro que Alberto Garzón, coordinador general de IU y desde hace unos días también ministro de Consumo. Precisamente este verano la revista laU. Revista de cultura y pensamiento publicó el artículo "¿A quién vota la clase trabajadora en España?", basado en el capítulo 4 del libro y al que le dediqué la entrada "Clases trabajadoras y voto en España, según Alberto Garzón".   

Acabo de terminar de leer el libro, cosa que he hecho al poco de adquirirlo y con rapidez, pero no sin la atención necesaria para intentar sacarle partido. A lo largo de cuatro capítulos, unas conclusiones y un addendum [añadido] final Garzón intenta poner de relieve cómo se manifiesta el voto de clase en España y la clara correlación que sigue existiendo entre la pertenencia concreta a las distintas fracciones de clases sociales y su orientación política. Por eso lo que no me gusta del libro -cosa que no deja de ser algo de orden menor- es su título, pues no se trata tanto de centrarse en el voto a la derecha y de las clases medias, según aparece en el título y en el subtítulo, como de dar una explicación a la antes citada correlación entre grupos sociales y comportamiento político. Sospecho que ha sido más una imposición editorial o al menos lo ha sido en la descripción que se hace en el subtítulo.

El trabajo, empero, es más ambicioso y no se queda en lo que no deja de ser apenas un capítulo del libro, el cuarto, de unas 70 páginas, que constituyen, a su vez, la cuarta parte del total. Menciono lo de ambicioso porque las otras partes pretenden ser no sólo una base teórica -que lo son-, sino facilitar la comprensión del comportamiento de la sociedad española en materia electoral. Para ello Garzón atiende a aspectos como la economía -que está presente en mayor medida- la historia, la sociología y, dado el tema que ocupa, la ciencia política. Un trabajo que está recorrido por la amplitud y variedad de menciones a personas del mundo del pensamiento social y de referencias bibliográficas (más de 250 citas).   

El papel de la economía

Lo primero, esto es, la dimensión económica lo hace casi en exclusiva en los dos primeros capítulos. Es donde se denota la formación académica del autor, con un manejo de los conceptos y de la ilustración que hace de ellos que ayuda a entender la narración. Que lo es clara, fluida, didáctica y me atrevo a decir que hasta amena, lo que hace posible que pueda leerse sin dificultad y sin que le falte el rigor debido

Por lo demás, en el primer capítulo Garzón nos lleva a los vaivenes del mundo de la economía política desde sus orígenes en el siglo XVIII, con Adam Smith como principal referente teórico, hasta mediados del siglo XX. Economía política, porque una y otra disciplinas nunca han estado separadas, como ya planteó el propio Smith y resaltó Karl Marx. Y es que la primera, pese a lo que gusta airear a la antes ortodoxia liberal y ahora neoliberal, no actúa per se, invisiblemente, sino con la más que ayuda de la segunda, entendida como poder de una clase o de un bloque dominante. 

Ha sido a lo largo de todo ese tiempo cuando se fueron dando luchas de clases de gran envergadura que hicieron posible que los grupos sociales subalternos de la clase capitalista fueran conquistando derechos. Desde los meramente políticos, como el sufragio universal, hasta los sociales, como lo fueron la reducción de la jornada laboral, el aumento de los salarios, las primeras formas de seguros laborales y de pensiones, etc. Unas conquistas que, pese a ello, fueron limitadas en cuanto a las reivindicaciones planteadas por las mujeres, como el sufragio y la igualdad de derechos civiles, pero que sentaron las bases de posteriores conquistas. Unas luchas, las de las mujeres, insertas en el combate contra el sistema patriarcal, fuertemente arraigado en la sociedad burguesa a través de una división sexual de trabajo y donde no faltó la incomprensión de una parte del movimiento obrero.  

Garzón no olvida el pensamiento de Marx, al que le confiere un alto valor en la comprensión de los mecanismos de explotación capitalista. No sólo atendiendo a la acumulación primitiva y su carácter salvaje en los primeros momentos del capitalismo, sino también, y especialmente, la importancia que tiene la plusvalía, esto es, la diferencia entre el valor creado (por la mano de obra asalariada) y el valor pagado (por el capital). Tampoco se olvida de criticarlo, sobre todo por la visión teleológica del devenir histórico que planteó y las derivaciones que tuvo en lo que el autor denomina como metáfora comunista.

El segundo capítulo está dedicado a los dos momentos de cambio habidos en el siglo XX: uno, antecedido parcialmente en los años 30, y concretado en el modelo keynesiano y fordista posterior a la Segunda Guerra Mundial, que se impuso hasta finales de los años sesenta y principios de los setenta; y el otro, correspondiente al modelo neoliberal que se fue implementando desde los años ochenta, si bien con algunos antecedentes en los setenta. Y como telón de fondo, el contrapeso del mundo creado en la URSS y en torno a ella, capaz de crear un modelo de crecimiento en plena crisis del capitalismo, de recuperarse con rapidez una vez acabada la guerra mundial y de desmoronarse, hasta desaparecer, en pleno auge del neoliberalismo. 

Y aquí entra en juego la importancia que Garzón confiere a la interpretación que hace el economista serbo-estadounidense Branko Milanovic, que ha planteado los cambios tecnológicos y políticos como fenómenos endógenos. De esa manera Garzón niega la autonomía de lo político y considera que "las batallas políticas se enmarcan en el interior de límites y condiciones económicas que son mucho más rígidas". También resalta el componente espacial del desarrollo económico y las consiguientes desigualdades en el reparto de las rentas, un aspecto que permite entender la realidad social desde lo concreto. Y no se olvida del reto ecológico ante un planeta agredido hasta la extenuación por un sistema que sólo entiende el beneficio per se en favor de la minoría que lo gestiona: "la lógica del capital, que funciona como un virus, sin más objetivo que reproducirse".

La especificidad española

El tercer capítulo está dedicado a la especificidad española, para lo que hace una síntesis histórica de la etapa contemporánea. En la interrelación que hace de lo económico y de lo político, resalta el hecho de que el siglo XIX, en relación a la mayoría de los países europeo-occidentales, se ha caracterizado en líneas generales por el retraso y la lentitud en el proceso de industrialización, un mayor grado de desigualdad territorial, la conformación de un poderoso bloque de poder entre la vieja aristocracia feudal y una débil burguesía, sólo importante en Cataluña y el País Vasco, y las limitaciones que tuvo el liberalismo político, que propició desde 1874 en el régimen "conservador, tradicionalista, oligárquico y corrupto llamado Restauración". 

En cuanto al siglo XX, el golpe militar de 1936 que ahogó el intento reformista y democratizador de la Segunda República supuso la recuperación del poder del bloque de poder conformado en el siglo XIX. Mantenido hasta nuestros días, durante el franquismo actuó de dos formas diferentes: en un primer momento, bajo el modelo autárquico, que supuso un estancamiento, cuando no regresión en el desarrollo económico; y desde finales de los años cincuenta, al amparo de la política de bloques de la Guerra Fría y con el apoyo de EEUU y el capital internacional, el momento en que se tuvo lugar "la verdadera industrialización de nuestro país".

Ya en los años setenta, la realidad se situó entre un tardofranquismo que coincidió con el inicio de una nueva crisis económica internacional y un periodo de transición que tuvo que torear con las secuelas económicas de la crisis y las crecientes demandas sociales y políticas de buena parte de la sociedad española, y especialmente del movimiento obrero. Fue el momento de la paradoja del Estado social en España, pues fue cuando "se empezó a construir a contramano, es decir, en dirección contraria a los vientos neoliberales que soplaban por Europa". Una situación que se concretó en el aumento del gasto público y dentro de éste, de las partidas sociales. 

La entrada en las instituciones europeas comunitarias en 1986 generó una nueva situación. Supuso ante todo la incardinación de nuestra economía en la del conjunto y con ello el flujo importante de fondos comunitarios, la implantación de una moneda común y la hegemonía de los bancos alemanes y franceses; el desmantelamiento del tejido industrial, el aumento desmesurado del sector de la construcción y un mayor grado de terciarización de la economía, con especial importancia del turismo; y la puesta en práctica de una política neoliberal, con las consiguientes reformas laborales que flexibilizaron y precarizaron la mano de obra, y las privatizaciones de empresas públicas. Un modelo frágil que duró hasta 2008, de manera que, "al estallar la burbuja, todo el tinglado se vino abajo, poniendo de manifiesto las insuficiencias".    
   
Sin cambios en el voto por clases sociales

El tratamiento del tema resulta interesante, pues Garzón analiza distintas facetas que nos permiten entenderlo mejor. En un primer momento se refiere a la relación que hay entre dos dimensiones: la económica, que se mueve entre la preferencia por la redistribución (izquierda) y el libre mercado (derecha); y la cultural, que lo hace entre el libertarismo (izquierda) y el autoritarismo (derecha), basándose esta dimensión en la defensa o rechazo, respectivamente, de derechos civiles (libertad de expresión, eutanasia, aborto, matrimonio homosexual, apertura de fronteras, mestizaje étnico, etc.). El resultado (sin la inclusión de Vox, pues los datos so de 2014) no deja lugar a dudas: los electorados de IU y Podemos manifiestan valores similares en cuanto a una defensa clara de la redistribución de rentas y los derechos civiles, inversamente proporcional al PP; por su parte, el PSOE y Ciudadanos se sitúan en una posición intermedia, el primero escorado hacia la izquierda y el segundo, hacia la derecha.

En lo referente a la extrema derecha, parte de la diversidad de expresiones que existen en otros países europeos, con un denominador común en un nacionalismo exacerbado y unas actitudes autoritarias, sin bien con diferencias en cuanto las propuestas en materia económica y social. Esto último hace que en algunos casos, como ocurre con el Front National francés, orienten su discurso hacia los sectores más castigados por el neoliberalismo, donde se encuentran las personas desempleadas o las que tienen rentas más bajas. En el caso español resalta el fuerte componente que en la derecha general tiene un discurso heredado del silgo XIX y basado en una idea mítica de España, que conlleva una dicotomía entre quienes pertenecen verdaderamente a ella y quienes no, calificados en otro tiempo como la "anti-España". Algo que se está manifestando más en los últimos años, de tal forma que "el vector por el que crece la extrema derecha y se radicaliza la derecha tradicionalista en España es nacionalista". 

Finalmente, basándose en los datos aportados por el CIS entre los años 2015 y 2019, incluyendo los resultados de las elecciones generales de abril, Garzón analiza la correlación existente entre voto y clases sociales. Y lo ocurrido no difiere de lo que Miguel Caínzos había estudiado y concluido, esto es, que el voto en España ha tenido desde los años ochenta hasta 2008 un claro componente de clase. De esta manera, las clases trabajadoras han optado en mayor medida por la izquierda y especialmente el PSOE; y las clases medias lo han hecho más por la derecha, sobre todo el PP, excepto las profesiones socioculturales, donde IU ha recogido importantes apoyos. 

Así mismo, según el estudio de Garzón no habido ningún cambio significativo en ese mismo sentido entre las elecciones de 2015 y la habida en abril de 2019. Y ello pese a determinados movimientos habidos en el seno de los partidos y entre ellos: crisis del PSOE, confluencia entre Podemos e IU, caída del PP y crecimiento de Ciudadanos, e irrupción de Vox.  

En cuanto a los grupos de izquierda (PSOE y Unidas Podemos) siguen teniendo su principal apoyo entre las clases trabajadoras, a los que hay que unir dos segmentos de los grupos dedicados a actividades de servicios: profesiones socioculturales y técnicas. El PSOE es el que recoge mayor apoyo en las clases trabajadoras; mientras que Unidas Podemos (como hasta 2011 ocurría con IU) obtiene importantes apoyos en los segmentos de los servicios aludidos, que son además los más radicalizados por la izquierda, especialmente el de profesiones socioculturales. 

En lo que corresponde a los grupos de derecha (PP, Ciudadanos y Vox) están respaldados sobremanera por el resto de segmentos sociales, situados en los niveles medios y altos (directivos y cuadros, profesiones tradicionales, profesiones de gestión, clero y mandos militares y de policía, y pequeña propiedad). En el caso del PP se refleja claramente el condicionante de edad, con mayores apoyos en todos esos grupos por parte de la gente mayor; en el de Ciudadanos destaca los escasos apoyos en el segmento de la pequeña propiedad agraria o la preferencia entre quienes tienen mayor nivel de estudios y edades más jóvenes; y en el de Vox, las preferencias entre directivos y cuadros, profesiones tradicionales, pequeña propiedad, clero, y mandos militares y de policía. 

Algunas de las conclusiones

No voy a referirme a todas las que se exponen en el libro. Lo haré únicamente a aquellas a las que confiero mayor importancia y que considero que merecen ser tenidas en cuenta; son las que siguen: 

·       "las conquistas sociales no son perennes, sino contingentes";
·       "es necesario estudiar las restricciones que impone la economía-mundo capitalista, dado que es su lógica la que define el ámbito de lo posible (...); la desigualdad no es percibida de la misma manera en una región con homogeneidad étnica y religiosa y con una Administración Pública que dispone de resortes para la protección social que en una región alternativa con atributos antagónicos";
·       "la extrema derecha de Vox es el producto radicalizado de las derechas españolas, en especial del Partido Popular (...); la fuerza de este partido reside en las clases medias-altas";
·      "la clase media debería ser definida como clases medias, es decir, como un conjunto heterogéneo que incluye a diferentes segmentos que se comportan políticamente de manera muy diversa";
·      "la clase trabajadora es mayoritariamente de izquierdas y, además, más moderada que los segmentos de izquierdas de las clases medias (...); hoy advertimos que los partidos que dicen ser representantes de la clase trabajadora no tienen la fortaleza en esta clase, sino en segmentos de la clase media";
·      "Aunque la metáfora comunista sigue estimulando a millones de personas en todo el mundo, es evidente que la base material sobre la que se cimienta hoy es muy distinta de la que existía cuando Marx y Engels escribieron El manifiesto comunista";
·      "aceptar la complejidad de la estructura de clases implica reconocer la heterogeneidad de las clases trabajadoras, lo que exige, a su vez, comprender los diferentes mecanismos causales que vinculan la clase con los comportamientos políticos";
·      "si bien ha quedado claro que la clase trabajadora no vota a la derecha (cosa que, en todo caso, no es definitiva), hemos advertido que tampoco representa el núcleo de la base social de los partidos de izquierdas radicales".

Y ya para finalizar, teniendo en cuenta el momento en que se escribió el libro, previo a la cita electoral de noviembre, Garzón señaló que "hasta el momento las encuestas no plantean grandes desplazamientos de voto, por lo que parece razonable suponer que no habrá desviaciones sustanciales de lo hasta aquí apuntado". Añadió después del riesgo de un aumento de la abstención, más presente en el electorado de izquierdas. Pero, por lo ocurrido el día 10 de noviembre, se ha mantenido el comportamiento electoral.

El addendum final dedicado al concepto de clase social

Ignoro que ha llevado a Garzón a introducir el añadido final, lo que quizás se deba a su intención por reforzar el soporte teórico que está presente a lo largo del libro. En esta parte se ha centrado en el concepto de clase social, para lo que focalizado su análisis en tres pensadores del campo de lo social relevantes: Karl Marx, Max Weber y Pierre Bourdieu. 

De Marx destaca los límites de su propuesta de análisis social a partir de un esquema polarizado en dos clases que actúan desde una realidad objetiva basada en el lugar en que se sitúan en el sistema económico. Pese a ello, añade que en Marx también una percepción más compleja de la realidad, donde operan a la vez clases, fracciones de clase y otras instancias sociales. 

En el repaso que hace de la teoría de Weber, destaca, en primer lugar, el mayor número de variables que plantea para entender la realidad social: clase, estamento y partido. Por lo demás, recuerda las aportaciones que hizo mediante conceptos como el de oportunidad o cierre social, que permiten entender los comportamientos de determinados grupos a la hora de defenderse frente a la potencial intromisión de otros. 

Finalmente, sobre Bourdieu resalta sus aportaciones sobre las nociones de capital económico, capital cultural y capital social, así como el de capital simbólico, que se refiere "a la capacidad de los atributos para ser reconocidos socialmente como legítimos". No le falta tampoco su alusión al concepto de habitus, referido a los dispositivos que tenemos interiorizados y que nos condicionan en nuestras formas de actuar.

Post Data

Artículo publicado, con fecha el 6-02-2020, en la revista digital Rebelión (https://www.rebelion.org/noticia.php?id=265164)