El cuadro, fuertemente cargado de simbolismo, muestra el momento en que Jesús regresa del desierto, a donde se ha apartado de la gente durante un tiempo para orar y prepararse para empezar a predicar su doctrina. Antes había sido bautizado por su primo Juan, el Bautista, y éste, también antes, ya había sido apresado. Por eso estamos ante una situación compleja, en la que confluyen la superposición de tiempos diferentes y algunos anacronismos.
La composición tiene una doble vertiente. La primera, separando la figura de Jesús, situada en la parte superior, del resto de personajes, en la inferior: el mundo celestial y el mundo terrenal. La otra, diferenciando por grupos a quienes son seguidores de Jesús, a la izquierda del cuadro (que es en realidad su diestra), y quienes no lo son o alcanzan a serlo, a la derecha (su siniestra).
Jesús, pues, es recibido por la gente, que le espera junto al río Jordán, donde había recibido con anterioridad el bautismo. Se le ve al fondo, llegando solitario y pensativo, representado como una figura pequeña. La de Juan el Bautista, mientras tanto, ocupa la parte central, demarcando con su cuerpo y con la cruz
A la izquierda, sucesivamente desde el Bautista, se sitúan las imágenes de Juan el Evangelista, Andrés, Pedro y Natanuel/Bartolomé. Y a la derecha, en su mayoría recibiendo las palabras de Juan el Bautista, se encuentran quienes no creen en lo que representa Jesús, bien sea porque lo desconocen -fariseos o no- o bien sea porque son soldados romanos. Dos de estas figuras, situadas en la parte inferior central, representarían un rico y su esclavo, estando éste desnudo.
Hay otras dos figuras, que, a la vez, son llamativas y anacrónicas: una, la del propio autor del cuadro, como a la sombra de Juan el Bautista, portadora de un casco y una cayada; la otra, la más próxima a Jesús, la del novelista Nikolai Gogol, amigo de Ivanov.
En esta obra estamos ante un artista complejo, atrapado por el gusto estético de la pintura occidental y por una religiosidad tan arraigada en Rusia. Lo primero le llevó a trasladarse Italia, donde durante años bebió de las fuentes del clasicismo renacentista. Lo segundo le llevó a una permanente recomposición de las figuras que representaba, buscando, de un lado, los rasgos psicológicos precisos en cada una y, de otro, la captación de la espiritualidad de las principales.
Hay otras dos figuras, que, a la vez, son llamativas y anacrónicas: una, la del propio autor del cuadro, como a la sombra de Juan el Bautista, portadora de un casco y una cayada; la otra, la más próxima a Jesús, la del novelista Nikolai Gogol, amigo de Ivanov.
En esta obra estamos ante un artista complejo, atrapado por el gusto estético de la pintura occidental y por una religiosidad tan arraigada en Rusia. Lo primero le llevó a trasladarse Italia, donde durante años bebió de las fuentes del clasicismo renacentista. Lo segundo le llevó a una permanente recomposición de las figuras que representaba, buscando, de un lado, los rasgos psicológicos precisos en cada una y, de otro, la captación de la espiritualidad de las principales.
Documentación de referencia
"Pintura rusa de la primera mitad del siglo XIX" (https://rusopedia.rt.com/cultura/pintura/issue_188.html).
"Pintura rusa de la primera mitad del siglo XIX" (https://rusopedia.rt.com/cultura/pintura/issue_188.html).
Veronica Capasso y Julia Hang. "Arte y sociedad: Rusia y la
pugna entre lo viejo y lo nuevo'" (http://sedici.unlp.edu.ar/bitstream/handle/10915/39331/Documento_completo.pdf?sequence=1&isAllowed=y).
Carlos Gómez Menor (1987). "Siglo y medio de pintura rusa.
Pintores rusos del siglo XIX. Del neoclasicismo a la revolución" (http://biblioteca2.uclm.es/biblioteca/ceclm/ARTREVISTAS/Toletum/tol22/toletum22_gomezsiglo.pdf).
"Aparición de Cristo delante del pueblo" (http://museoruso.blogspot.com/2008/10/aparicin-de-cristo-delante-del-pueblo.html).