Me gusta el arte urbano. Permite que el trabajo artístico pueda ser percibido sin barreras por la gente. Y en Talavera de la Reina se ha sabido hacerlo desde una tradición artística que viene muy de lejos.
Fue durante la época árabe-musulmana -esto es, andalusí-, cuando la cerámica y la azulejería adquirieron la estructura y las técnicas productivas que han servido de base para su desarrollo posterior, tal como lo conocemos en sus formas entre clasicistas y barroquizantes, y aun cuando su momento de mayor esplendor haya desaparecido.
Para ello se ha hecho uso como materia prima de las arcillas que aportan la vega del río Tajo y otros dos componentes sustanciales, que son el silicato del caolín y el polvo de cristal, cuya fusión ha dado lugar a unos esmaltes vidriados que dan resultados inmejorables.
Durante mi estancia este verano en la ciudad he podido percibir en mayor medida el trabajo de la azulejería. He sentido la atracción visual que desprende lo que se ha plasmado en las calles y en el interior de alguna iglesia, especialmente la dedicada a la Virgen del Prado, a la que, quizás exageradamente, se califica como la Capilla Sixtina del arte de la azulejería.
Obras que en algunos casos tienen siglos de existencia y en otros, con una antigüedad variable, que han ido adosándose poco a poco al mobiliario urbano. Bancos, fuentes, templetes o pilares se esparcen por calles, plazas y jardines, mezclándose con el trasiego de la gente.
Mientras paseaba me llamaron la atención los murales con los que me fui topando. Se han instalado recientemente y, dentro de su variedad de temas, formas e incluso tratamiento estilístico, conjugan lo más tradicional con lo innovador. Y, quizás como lo más importante, ayudan a que la ciudad pueda ser percibida como una entidad viva, no anclada en exclusiva al pasado y con voluntad de resultar atractiva tanto a quienes la habitan como a quienes la visitan.
Si bien en su mayoría los murales son exentos, no faltan aquellos en que se han aprovechado las paredes desnudas de los edificios. Es lo que ocurre, por ejemplo, en las que están adosadas a la muralla medieval.
En otras, sobre la misma fachada. Es lo que se percibe en el mural dedicado al Olimpo de los deportes de nuestros días, presidido por la imagen del "Discóbolo" de Mirón.
Predominan los motivos vegetales decorativos, propios de una tradición talaverana que ha sabido conjugar el aniconismo árabe-musulmán con el clasicismo renacentista de las guirnaldas. Se hace integrándolos en el conjunto representado o como detalles aislados que se busca resaltar.
En algún mural el tema que se trata tiene que ver con los días festivos, dando rienda suelta al tipismo de su folklore. Y para mi sorpresa me topé con unos trajes femeninos que me llevaron a los trajes charros de mi tierra.
El mural más innovador se encuentra en un centro de enseñanza secundaria, junto a la ribera del río Tajo, que además le da nombre. En él pueden verse representadas diferentes piezas de la tradición artesana talaverana, como vasijas, platos o azulejos, tratadas desde el paradigma cubista.