Después de la última decisión del Tribunal Supremo, rechazando investigar al aforado Pablo Casado sobre su máster, no puedo por menos que alabar a la justicia española. Y corregir mis críticas y sospechas hacia ella. Que no han sido pocas y que reconozco injustas. La causa iniciada por una jueza sobre el máster cursado hace unos años por el diputado y dirigente pepopular ha quedado archivada. El Supremo ha puesto las cosas en su sitio. Como tiene que ser. No ha habido ilegalidad, sino trato de favor. ¿Trampas? No, favores.
Y que se deje de poner en duda al pobre Casado, hombre. Que fue capaz de conseguir su licenciatura haciendo una hombrada, al aprobar la mitad de las asignaturas (12 de 25) en cuatro meses. Y en un centro de prestigio -privado, claro-, dependiente de la Complu. Y que después sacó por la gorra varios postgrados en Harvard (bueno, en Aravaca) y Georgetown. A su estilo, es decir, en poco tiempo y sin asistir a las clases. ¿Para qué, si es un fenómeno?
Y ya está, hombre. Me quedo tranquilo. Y mucho.