En medio de esta historia de los másteres, con Cristina Cifuentes como estrella y el peperío de por medio, ha salido el caso de Pablo Casado. Ni corto ni perezoso, ante la denuncia hecha por El País, saltó raudo a la palestra para intentar desmentir que su máster por la URJC es válido porque tiene documentos que lo avalan y trabajos presentados. Luego nos enteramos que de 22 asignaturas, 18 las tenía nada menos que convalidadas, que no son pocas. También, que fue poco o nada por clase, como parece que es propio de gente de esa condición. Y ayer, que ha hinchado su currículo. Y es que en varios de los méritos que se ha colgado el buen hombre la cosa resulta de traca. De entrada, se ha dotado de dos másteres realizados en las universidades estadounidenses de Harvard y Georgetown, cuando en realidad, en el primer caso, no ha sido más que un curso de cuatro días de duración llevado a cabo en un centro situado en Aravaca; y del segundo, que es presencial y tiene una duración de 18 meses duración, existen dudas que haya podido cursarlo, dado que él ha argumentado que lo hizo en el verano de 2008. Para más inri, se ha atribuido haber sido "visiting professor" en esta última universidad -una calificación que se reserva para personas eminentes del mundo académico-, cuando lo único que ha hecho ha sido haber impartido una conferencia.
Se dice que durante estos últimos días entre sus señorías del Congreso a más de uno o una le ha entrado un furor borrador. Han empezado a retirar en sus currículos oficiales méritos... en forma de másteres, claro. Sobre todo en el mundo del peperío, como la presidenta de la cámara, Ana Pastor; el moderno Javier Maroto; el hombre de confianza de Rajoy, Jorge Moragas, etc. Pero también en algunas señorías del PSOE y del ciudadano Toni Cantó.
Va a ser que el síndrome de Harvardaravaca está siendo una epidemia.