jueves, 11 de octubre de 2018

A un compañero que se jubila..., a un amigo

























Ha estado más de 36 años en el instituto Trafalgar de Barbate y ha sido una persona que ha sabido identificarse con él. Se ha involucrado como el que más a través del trabajo, pero no sólo. Ha participado en fomentar el buen rollo con el profesorado, el alumnado, el personal no docente y los padres y las madres, y se ha convertido en uno de los principales propagandistas, en el buen sentido de la palabra, del centro.

Amante del deporte, ha sido coherente en practicarlo, especialmente el fútbol, donde se mantuvo hasta muy tarde. Fue uno de los baluartes de los partidos que jugábamos los profesores con los alumnos en mayor medida, pero también con veteranos del deporte y los maestros de los colegios. Coincidí con él en los “años dorados” de la primera mitad de los noventa, cuando jugábamos casi todas la semanas, llegamos a ser terceros en el campeonato de veteranos y no teníamos rival entre los colegios.

Otra de sus facetas has sido su amor por la escritura. Es un asiduo de las Cartas al Director del Diario de Cádiz, habiéndose convertido casi en un corresponsal-articulista del periódico. No le ha faltado El País, que de vez en cuando se ha hecho eco de sus misivas. Como una reciente en la que recordó a una antigua alumna, Rosa Castillo, que jugó algunas veces con los alumnos y llegó más tarde a ser componente de la selección española. En la carta que publicó ese diario reivindicó el papel de la mujer en el deporte y no le faltó la ocasión para sacar a relucir a su querido Barbate.

Recientemente se ha dedicado también a hacer uso de los correos electrónicos, a través de los cuales nos manda sus reflexiones personales, más sobre lo humano que sobre lo divino, con especial interés por lo ocurre con el Trafalgar y sus gentes. Y en todo ello nunca le ha faltado el sentido del humor, que rezuma en cada momento.

He coincidido con él durante 29 años y puedo presumir de haberme llevado bien, que no es poco por mi parte. Hemos compartido muchas conversaciones y también inquietudes. Sobre la política, el deporte... A él le debo una de las dedicatorias más emocionantes que he recibido, la que dedicó el día de mi jubilación y que hasta ahora no me había atrevido a publicarla en este cuaderno.

Puedo decir que eso de las prisas no era lo suyo, sin que por ello dejara de cumplir con sus obligaciones, y que las mejores de sus virtudes han sido siempre la amabilidad y la generosidad. Y puedo decir también que es una persona culta, que no tiene por qué estar reñido con tener o no tener títulos universitarios. Y a José Antonio Cabeza Cabeza no creo que se le pueda negar el haber obtenido el doctorado de la vida.

(Fotografia: Ángeles Vélez)