"Hablaba un amigo en la carta que me
mandó (…) de 'cómo la imbecilidad y el conformismo de los viejos 60 se instalan
en el poder y en la cúspide de los valores más consensuados'. No sé si puedo
llegar al extremo de llamar imbéciles a los logros de esos años, pero lo que sí
digo es que esos hombres de los 60 son imbéciles y habría que ser más duros.
Toda una generación, o conjunto de generaciones, que abarcan los años 60 y
primera mitad de los 70. Los que hoy mandan en nuestro país. De donde han
salido las cabezas rectoras, las que piensan, las que traman, las que ejecutan…
Sí, esos hombres que fueron rebeldes en su tiempo –en esos años 60- hoy conservan
formas de 'modernidad', pero están vacíos por dentro, porque aspiran a
conservar lo que heredaron de los que les precedieron. Asistimos al acto de
consagración de una generación que no supo proseguir lo que inició. No sé la
razón, los motivos que les llevaron a dejarse comprar. No se puede decir que se
hayan vendido caro o barato. Estar en el poder, en el poder de una clase dominante,
minoritaria, reporta muchos beneficios. Que sean más o menos no tiene
importancia. Importa el hecho en sí y la rabia que se siente cuando se asiste
al espectáculo de los hombres que no supieron decir no cuando se les ofreció
escoger entre 'bajarse los pantalones' o mantenerlos subidos. ¡Ja!, me río yo
de esos que se reían de su capitán o, mejor, 'se cagaban en su madre' y algo más,
y ahora estrechan su mano con una sonrisa en la cara y… justifican su existencia y su esencia. Sí, esos años 60, 'imbéciles' para mi amigo, para mí quizás
no, pero que parieron a unos hombres que han dado nombre a lo que es algo así
como la generación perdida".
(Sofía, 29-02-1984)