sábado, 24 de enero de 2015

Requiem Nuclear, contra lo nuclear



















Mirando esta mañana la edición de fin de semana de Rebelión me he topado con un artículo, "¿Nucleares? No, gracias"
de Enric Llopis, dedicado al documental Requiem Nuclear. Enseguida he podido acceder a verlo y a lo largo de los 54 minutos de duración he estado disfrutando de su contenido, a la vez que he podido rememorar otro tiempo. Dirigido por Sonia Llera, está basado en el libro El paraíso estancado, escrito por Mario Gaviria y José María Perea. 

El valle del Ebro, desde que nace en la comunidad cántabra hasta su desembocadura en el Delta, es el eje desde el que se construye el relato. De ese marco sale la mayoría de quienes hablan en el documental, se muestran las acciones colectivas realizadas y se ofrecen las enormes posibilidades de futuro desde una perspectiva de desarrollo alternativo. 

El documental me parece un diálogo entre el pasado y el presente. La música de Gabriel Sopeña ayuda a sentirlo. Aparecen viejos protagonistas de la lucha antinuclear española, a modo de esos viejos roqueros que nunca mueren, que nos recuerdan lo vivido desde principios de los años setenta cuando se iniciaban en una lucha, paralela a la más propiamente antifascista, pero de un enorme contenido humano y con protección de futuro, dentro de la "defensa del territorio". Están Mario Gaviria, Pedro Costa y Facundo Salcedo, pioneros de un movimiento ecologista que inicialmente tomó otros nombres. Y también, Pedro Arrojo, Santiago Vilanova, Xabier García, Joan Rebull, Adelina Mallor... Aparecen también personas, de distintas edades, que muestran sus preocupaciones ante le hecho nuclear y sus iniciativas de futuro. Lo hacen desde los lugares donde hay instaladas centrales nucleares o donde se previó hacerlo y frenó la movilización popular. En algunos casos nos ilustran con proyectos energéticos reales basados en las renovables. 

Está presente en el documental -y es muy importante resaltarlo- la acción colectiva de la gente. El movimiento antinuclear tiene un carácter en esencia ecologista, pero se manifiesta en muchas ocasiones en un magma ciudadano que defiende ante todo lo propio. Es lo que impidió que en los años 70 se instalara una central nuclear en Tudela o que la gente de L'Ametlla del Mar se resistiera, aunque finalmente se ubicase en el colindante Vandellós.   

Se dicen  muchas cosas y muy interesantes. Xabier García habla de los ayuntamientos comprados por la industria nuclear. Javier Celma denuncia la connivencia que hubo entre la industria nuclear y la armamentística. Eduard Rodríguez Farré nos alerta que lo ocurrido en la central japonesa de Fukuyima "son cuatro Chernóbiles a cámara lenta, porque el proceso sigue funcionando", y es categórico a la hora de decir que la energía nuclear no es aceptable éticamente ni saludable. Gaviria nos informa del potencial energético que tiene el valle del Ebro, cuyas aguas, viento, sol y biomasa lo convertirían en el séptimo productor de energía europeo. Pedro Costa defiende la nacionalización del sector energético. Rebull apela a la gente joven... 

Cuando Adelina Mallor nos recuerda que el primer movimiento ecologista y antinuclear mezcló lo reivindicativo con lo festivo me vinieron muchos recuerdos. Las mismas imágenes de una performance antinuclear hecha en Zaragoza me trajeron a la memoria otra -por cierto, a la que llamamos movida- que hicimos como Comité Antinuclear de Salamanca en la Plaza Mayor de la ciudad en junio de 1983. ¡Ay, qué tiempos, Nicolás, Mari Leo, José Luis, Chema, Pedro, Samuel, Pablo y tantas personas más!