El informe "Riqueza: tenerlo todo y querer más", que acaba de publicar Oxfam, es demoledor. Su título anuncia lo que se cuenta después, que tampoco es nuevo, excepto que lo que prevé es peor de lo que ya tenemos. No son datos sospechosos en su origen, pues provienen de una entidad financiera suiza. Ya sabemos que la riqueza está muy mal repartida en el mundo y que las diferencias entre la ínfima minoría más rica y la inmensa mayoría no han parado de aumentar desde años y años. Son los efectos de este sistema económico perverso, el capitalismo, que se basa en la acumulación privada de la riqueza a cualquier precio. Son los efectos de los últimos efluvios de un sistema que desde hace tres décadas, en su etapa neoliberal, se ha redireccionado en favor del capital y en detrimento del trabajo.
Las previsiones que se hacen en el informe para 2016 no pueden ser peores: el 1% acaparará más de la mitad de lo que pueda poseer el 99% restante. Y si siguen así las cosas, seguirán aumentando las diferencias. Repito y enfatizo: ¡el 1%! Los datos que se ofrecen en el informe se suceden y escandalizan. Menos a quienes se benefician de la situación o se ponen una sordina para no querer reconocerlo. Estamos en el paraíso de la especulación financiera, que lo arrastra todo: sanidad, vivienda, seguros, alimentación... Y en el mundo de la sanidad estamos hablando de la atención médica, los productos farmacéuticos, las vacunas o la biotecnología, actividades controladas por unas corporaciones que sólo entienden de su salud financiera.
Con todos estos datos se explican cosas que vemos y oímos cada día, como la venta de viviendas públicas a los conocidos como fondos buitre (como hacen la comunidad y el ayuntamiento de Madrid), los precios elevados de determinados medicamentos (como los de la hepatitis C), el control del agua por empresas privadas para elevar los precios (como ocurre en tantos ayuntamientos), las subidas de los precios de la electricidad (con los cortes del suministro a quienes no pueden pagara) y tantas cosas más.
Al final se presentan en el informe nueve propuestas para que los gobiernos las tomen en consideración. Como hacer que los gobiernos
trabajen para los ciudadanos y hagan frente a la desigualdad extrema; fomentar la igualdad
económica y los derechos de las mujeres; pagar a los trabajadores
un salario digno y reducir las diferencias con las desorbitadas remuneraciones
de los directivos; distribuir la carga fiscal
de forma justa y equitativa; subsanar los vacíos
legales en la fiscalidad internacional y las deficiencias en su gobernanza; lograr servicios públicos
gratuitos universales para todas las personas en 2020; modificar el sistema
mundial de investigación y desarrollo (I+D) y de fijación de los precios de los
medicamentos para garantizar el acceso de todas las personas; establecer una base de
protección social universal; y destinar la financiación
para el desarrollo a la reducción de la desigualdad y la pobreza, y fortalecer
el pacto entre la ciudadanía y sus gobiernos. Propuestas razonables que, como se indica, se necesitan para construir un orden social y económico más justo.
Sólo añadir una cosa: ninguna de las propuestas podrá hacerse realidad si la gente no se moviliza y se organiza. La forma más efectiva presionar a sus gobiernos o, cuando sea necesario, de echar a quienes los ocupan y a quienes se sirven de ellos, que son los que mandan. Y después, juntitos, a mandarlos al basurero. Que ya va siendo hora.