En estos días estamos asistiendo a una serie de acontecimientos que pueden poner fin al modelo político construido desde mediados de los 70. Ya sabe, los escándalos de la corrupción generalizada de los grande partidos (PP, CiU, PSOE...), las medidas económicas que están tomando, el cada mayor distanciamiento con respecto a amplios sectores de la población... Y también, la corona, que se está viendo salpicada por numerosos escándalos que están aflorando por doquier. Elefantes, amantes, yernos, infantas, dineros y demás. Eso no significa que antes no los hubiera habido, pero el caso es que se taparon o maquillaron. Y entre los escándalos de antaño está, por qué no, lo ocurrido el 23 de febrero de 1981.
No voy a entrar ahora en la exposición de detalles de las tramas golpistas que culminaron en ese día. Las hubo de varias naturalezas y con objetivos diferentes. Hubo conspiraciones contra la democracia, contra Suárez... Participaron militares, dirigentes políticos, servicios de inteligencia... Y también, por supuesto, hubo una intervención desde el exterior. Eran los años del inicio del recrudecimiento de la Guerra Fría, una vez que Ronald Reagan accedió en 1981 a la presidencia de EEUU. El mismo 23-F el general Alexander Haig, recién nombrado Secretario de Estado y antes Comandante Supremo de la OTAN, pronunció su conocida frase: "Estamos siguiendo el desarrollo de los Pues bien, lo que siguió en lo sucesivo en nuestro país, aun cuando en 1982 cambiara el color del gobierno, fue la toma de decisiones de gran trascendencia para el futuro. Algunas muy concretas: la entrada (obra de UCD) y la permanencia (obra del PSOE) en
Para no seguir alargándome, dejo varios extractos de algunas obras que se han escrito acerca del 23-F. Merece la pena tenerlos en cuenta:
"Cuando el 23 de febrero de 1981 (...) Antonio Tejero entró en el hemiciclo del Congreso, los miembros de la Célula de involución del CESID se quedaron perplejos y avergonzados: no habían cumplido con su misión. Conocían profundamente, y habían avisado de su preparación, la intentona que para los meses siguientes organizaban los integrantes del grupo dirigido por el antiguo dirigente de del SECED, José Ignacio San Martín. El grupo golpista iba a utilizar para realizar sus planes la división acorazada Brunete, donde ocupaban importantes puestos en la cadena de mando".
Francisco Medina (1996): Las sombras del poder. Los secretos del CESID. Madrid, Espasa Calpe, p. 95.
"¿Para qué fue entonces manipulado el integrismo y obsecuencia de algunos sectores militares españoles? Hay indicios de que ello pudo responder a un diseño global que sobrepasaba el marco de la Península Ibérica. Y era quizás la preparación de Europa para un plan estratégico en el inicio de la Administración Reagan, en un momento en que Europa occidental era presionada para que aumentara los gastos militares convencionales y aceptara la instalación de las armas atómicas llamadas del "teatro de batalla europeo" -misiles Cruise y Pershing II, bomba de neutrones (...). En cualquier caso, del empujón militar de febrero de 1981 hizo una muy específica interpretación el nuevo presidente del Gobierno, Leopoldo Calvo Sotelo (...). Que externamente González no posara como adalid de la OTAN antes de 1982 obedecía a razones de necesidad electoral (...). Una vez instalado en [el gobierno] borró del Programa la oposición al ingreso de la OTAN".
Joan E. Garcés (1996, edición de 2008): Soberanos e intervenidos. Estrategias globales, americanos y españoles. Madrid, Siglo XXI, pp. 209-212.
"En mi opinión, el 23-F fue fruto de una imposible alianza entre un sector político y militar preocupado por reconducir la democracia y otro totalmente ultra, cuya intención era aniquilarla. Se trató, pues, de un pacto contra natura entre salvadores y destructores, y ésa fue a principal razón de su fracaso".
Perote, Luis Alberto (1999): Confesiones de Perote. Revelaciones de un espía. Barcelona, RBA Libros, p. 91.
"El golpe de 23-F, al fin y a la postre, acabó triunfando de cualquier manera. No sólo por la sesión de maquillaje a que se vio sometida la versión oficial. La pasividad popular fue el logro más importante. (...) Su éxito recogía los frutos de los primeros años de la transición , con los partidos defraudando las expectativas y las reivindicaciones populares" (...) El cenit fue el 23-F".
Patricia Sverlo (2001): Un rey golpe a golpe. Biografía no autorizada de Juan Carlos de Borbón. Lizarra, Arakadzen, pp. 208-209.
"Curiosamente, al salir mal la "Solución Armada" por la alocada actuación de Tejero, el 23-F resultante (la reconducción de la reconducción), con el Rey ya en contra de esa maniobra, resultó todavía más reconfortante para la salud de la democracia y la Corona españolas que lo que nunca hubieran podido soñar los más optimistas colaboradores de Armada, pues, entre otras cosas, desactivó en una sola tarde-noche el peligro golpista".
Amadeo Martínez Inglés (2001). 23-F. El golpe que nunca existió. Madrid, Foca, p. 201.
"Cortina, según se desprende de la hoja de servicios de un oficial como él, dedicado a menesteres de inteligencia, presumiblemente se adentró en la cúpula golpista como uno más e hizo abortar la intentona asignándole un ritmo propio. Los manuales dicen que ésa es la única manera de abortar un golpe de Estado y parece que Cortina aplicó la fórmula a conciencia (...) Por todo ello Cortina fue absuelto".
Rafael Fraguas (2003). Espías en la transición. Secretos políticos en la España contemporánea. Madrid, Oberon, p 111.
"La CIA conoce muy el ambiente que impera en los cuarteles, tiene información precisa de las conspiraciones que están en marcha. Puede contribuir decisivamente al éxito del golpe que la operación se desarrolle con la participación del rey y en nombre de la Constitución y la democracia. Turquía es el ejemplo a imitar. Con un gobierno militar fuerte en cada extremo del Mediterráneo, Reagan podrá dormir tranquilo en su nueva residencia de Washington".
Alfredo Grimaldos (2006). La CIA en España. Espionaje, intrigas y política al servicio de Washington. Madrid, Debate, p. 191.