En Cataluña ha aumentado el sentimiento independentista. Está por ver si es mayoritario, lo que sólo un referéndum podrá demostrarlo. Es decir, un ejercicio de autodeterminación. Negar ese derecho es antidemocrático, como lo sería también no reconocer el resultado. Otra cosa es lo que cada partido quiera plantear. El independentismo que ha crecido está más en el apoyo a partidos, de distinto signo, como la histórica ERC, SI o la CUP. En CiU, que representa fundamentalmente a la burguesía catalana, las cosas no están claras. Esa burguesía tiene fuertes intereses económicos en España. Ya hace un siglo el partido que la representaba, la Lliga Regionalista (con Cambó a la cabeza), optó por el estado español: participó de los gobiernos de concentración formados entre 1918 y 1923. Luego no dudó en apoyar el golpe de Primo de Rivera y años más tarde, en 1939, se entusiasmó recibiendo a las tropas de Franco. Fueron otros tiempos, es cierto, pero puede dar una idea. Hay también otras opciones. Como puede ser la federal. Lo que parece muy claro es que se ha agotado, al menos en Cataluña, el modelo de 1978.
No sabemos lo que puede ocurrir en estos días. O semanas... o meses. Las sorpresas nunca han faltado en la historia. Hay acontecimientos que surgen como estallidos. En estos días se oyen amenazas y advertencias. Lo primero lo hizo un militar, al que, por cierto, no se ha sancionado. Las segundas no paran de salir. La más expandida, el mensaje emitido desde la Casa Real -el rey no tiene capacidad para hacerlo, sólo para firmarlo. Dicen ahora desde España que la bandera catalana quiere esconder la ruina económica de Cataluña. Como si no ocurriera también en España, donde su bandera quiere esconder la ruina propia. Lo democrático sería, como ya dije, la autodeterminación. Si el resultado fuera la independencia, lo que viniera después sería un problema a resolver en Cataluña, donde ahora gobierna la derecha. Como en España. Quizás ahí es donde esté la clave. O una de las claves.