domingo, 27 de marzo de 2011

35 años ya desde lo de Argentina


Han pasado ya 35 años desde el golpe de estado en Argentina. Uno de los más terroríficos. El mismo que acabó, previas torturas atroces, con la vida de miles y miles de personas, en su mayoría desaparecidas (¿30.000, como defienden las organizaciones de derechos humanos?; ¿13.000, como consta en el registro del estado?). El mismo que diezmó a toda una generación luchadora que anhelaba un mundo mejor. El mismo que sistematizó el rapto de hijos e hijas de quienes acabarían quién sabe dónde. El mismo que puso al frente del ministerio de Economía a José Alfredo Martínez de la Hoz, que aplicó a rajatabla sus medidas de ajuste y liberalización a costa de los salarios y los derechos sociales.

Tres años antes, en septiembre de 1973, había tenido lugar el derrocamiento de Salvador Allende, el presidente chileno que lideraba un gobierno que a la vez que reafirmaba con los hechos la soberanía de su país, estaba marcando un nuevo camino hacia el socialismo. El golpe fue ejecutado por una camarilla de militares, con Pinochet al frente, pero quienes lo organizaron y diseñaron el futuro lo hicieron desde EEUU. Chile fue el primer laboratorio donde se aplicaron las medidas económicas de los Chicago boys, defensores del liberalismo a ultranza o, lo que es lo mismo, de la reducción al mínimo del estado en materia económica y social, con la consiguiente privatización y desregulación al máximo de la economía. Un modelo que tuvo su mayor éxito en ese país, favorecido en parte por la durísima represión política, y que se generalizó en los países americanos donde se implantaron gobiernos militares.

Margaret Thatcher, en 1979, y Ronald Reagan, en 1980, ganaron las elecciones en el Reino Unido y Estados Unidos, respectivamente, cuyos gobiernos sentaron las bases de la revolución conservadora. Llegaron con una idea fija: acabar con lo que se denominaba entonces estado de bienestar, que se basaba en las políticas keynesianas introducidas en los países occidentales después de la segunda Guerra Mundial. Años antes, en 1973, el capitalismo había iniciado una profunda crisis, que tuvo como elemento más visible la subida de los precios del petróleo por los países productores. No fue la única causa, pues en el fondo se encontraba la disputa por el control de los recursos naturales. En aquellos momentos había un número creciente de países del tercer mundo que se estaban liberando del control de los países imperialistas y de las empresas multinacionales que actuaban bajo su amparo. Ahí estuvo la clave principal de la crisis de 1973 y desde ahí se empezó a trazar por parte de los cerebros del capitalismo una nueva estrategia. Paralelamente EEUU y sus aliados estaban sufriendo importantes reveses militares y estratégicos, como ocurrió en Indochina (1974), África, Irán (1979), Nicaragua (1979)...

La llegada al poder de Reagan y Thatcher no fue, pues, producto del azar. Sus medidas ya tenían una experiencia en Chile, Uruguay o Argentina, si bien la novedad se encontraba en cómo aplicarlas en un político diferente de tradición liberal. Tampoco fue producto del azar el ciclo de golpes militares iniciado en América Latina en 1973 y lo que les siguió: torturas, cárceles, muertes, desapariciones, raptos de bebés... Argentina pagó un precio muy alto por ello. Y las madres, las benditas locas de la plaza de Mayo, quieren saldar la deuda. Sólo admiten dignidad.