El jueves pasado el que fuera presidente de Extremadura, un tal Rodríguez Ibarra, se despachó en una tertulia de R1 diciendo lindezas como que el Sáhara era una tierra de nadie o que ya estaba cansado del inmovilismo de la población saharaui porque seguía defendiendo lo mismo que hace 35 años. El domingo la ministra de Cultura, la señora González Sinde, dijo que para hablar sobre el Sáhara lo mejor es callarse si no se es una persona experta, queriendo decir a sus compis del cine y la música, que se manifestaron contra la represión marroquí, que eran nada menos que ignorantes. Ese mismo fin de semana el señor Zapatero llamó al orden a los barones de su partido para que se mantuviera una posición única y sin fisuras en el asunto del Sáhara o, lo que es lo mismo, a favor de Marruecos, por aquello de la seguridad nacional. Él martes el vice primero y ministro del Interior, el señor Rubalcaba, encontró lo que necesitaba: las pruebas que aportó el gobierno marroquí sobre la violencia inusitada de la población saharaui, que asaltó a las fuerzas militares de su país, con palos y puñales, provocando una gran matanza. Y a esto hay que añadir el sarpullido de derechos que le ha salido a la dirigencia pepera, ahora defendiendo al Sáhara y hasta, por alguno, como el señor González Pons, manifestándose el domingo pasado en Madrid.