Me mandó ayer mi hermano Juan Miguel un correo con un comunicado de las asociaciones de solidaridad con el Sáhara Occidental advirtiendo de la
"inminente intervención militar marroquí en el campamento de protesta de El Aaiun". La intervención ya se ha realizado esta mañana y por ahora se ignora el número de personas muertas, heridas y detenidas, pero sí que ha habido numerosas víctimas y que el campamento ha sido arrasado.
El gobierno marroquí tiene cerrada las fronteras con el Sáhara Occidental, impide que lleguen periodistas que molesten, reprime cualquier intento de obtener información y no ha dudado en expulsar a dos diputadas y un diputado del País Vasco. El europarlamentario de IU Willy Meyer ha tenido que regresar a Canarias tras haber permanecido retenido ayer en el aeropuerto de El Aaiun.
Las protestas de la población saharaui no han parado desde hace semanas y ha ido en aumento el número de personas que se están movilizando contra la ocupación marroquí desde hace 35 años.
El gobierno marroquí sigue incumpliendo el derecho internacional, las resoluciones de la ONU, que en todos los casos han sido favorables al pueblo saharaui, y las condenas de otros organismos internacionales. El gobierno español, por su parte, mira para otro lado, sin haber condenado ninguna de las actuaciones de Marruecos, ni siquiera cuando se ven involucradas personas de nacionalidad española. Y todo por una política de apaciguamiento que esconde miserables intereses económicos y geoestratégicos de las grandes potencias, mientras se violan sistemáticamente los más elementales derechos de las personas y los pueblos.
El gobierno marroquí sigue incumpliendo el derecho internacional, las resoluciones de la ONU, que en todos los casos han sido favorables al pueblo saharaui, y las condenas de otros organismos internacionales. El gobierno español, por su parte, mira para otro lado, sin haber condenado ninguna de las actuaciones de Marruecos, ni siquiera cuando se ven involucradas personas de nacionalidad española. Y todo por una política de apaciguamiento que esconde miserables intereses económicos y geoestratégicos de las grandes potencias, mientras se violan sistemáticamente los más elementales derechos de las personas y los pueblos.