He seguido estos días algunos debates en varias cadenas de televisión o radio, donde la mayoría de quienes participan, para tertuliar o para intervenir desde el público, se muestra muy hostil con los sindicatos. Quienes no se muestran así, suelen utilizar una suavidad entre paternalista y equidistante. La prensa del sistema ofrece unos titulares que van en la misma dirección. El que pongan el acento para criticar o defender al gobierno, o hacer lo mismo con el PP o los lugares donde gobierna, como Madrid, está en relación con su línea editorial, pero tienen en común su hostilidad a los sindicatos.
Se han hecho algunos sondeos sobre la huelga general, de los que se hacen eco los medios de comunicación. Los datos concretos varían, pero en general se dice que mucha gente considera que hay razones para hacerla, pero luego rebajan considerablemente el número de quienes la van a secundar. Los argumentos que aparecen para que haya gente que no vaya a la huelga, aunque la consideren razonable, es que van a perder dinero, que tenía que haberse convocado antes, que desconfían de los sindicatos, que es una farsa...
Desde luego como argumentos no valen, excepto si lo que se quiere es buscar una excusa. Son en sí mismos incoherentes. En todas las huelgas se deja de cobrar. La huelga ha sido un arma que inventó la clase obrera para defenderse, conseguir conquistas y ganarse su orgullo colectivo. Nada de lo que hoy tenemos como derechos laborales han caído del cielo como la lluvia, sino que ha sido producto de un largo camino de luchas dramáticas, pero que han tenido siempre recompensas. Todo lo demás son ilusiones.