domingo, 12 de diciembre de 2021

Pan de limón con semillas de amapolas, de Benito Zambrano, un canto al empoderamiento de las mujeres


Hace unos días estuve viendo la película Pan de limón con semillas de amapolas. Dirigida por el andaluz Benito Zambrano, está basada en la novela homónima de Cristina Campos. Trata de la historia de dos hermanas originarias de Mallorca y pertenecientes a una familia burguesa, pero que han desarrollado sus vidas diferentes y distantes entre sí desde que la más pequeña, Marina, fuera enviada a estudiar alejada de la familia durante la adolescencia. Desde ahí su vida ha ido transcurriendo en su trabajo como médica en países pobres. Por otra parte, su hermana mayor, Anna, que apenas ha salido de la isla, ha acabado atrapada en un matrimonio burgués que se ha roto en lo afectivo y en lo financiero, con un marido corrupto, manirroto y autoritario.

La trama de la película parte de la panadería que reciben las dos hermanas como herencia de una mujer misteriosa, Lola, de la que acabarán descubriendo que era la madre de Marina. Ésta, nacida de una relación adúltera del padre cuando Lola trabajaba como criada en su casa, fue separada de la madre, a la que se envió a un pequeño pueblo de la isla y se le dotó de ese establecimiento como forma de subsistencia. 

Y es precisamente esa panadería, con el simbólico pan de limón con semillas de amapola que da título a la película, lo que se va a convertir en el nexo de unión de las dos hermanas, en primer lugar, y las mujeres que van a irse acercando a su entorno, con posterioridad. Esto es, la hija adolescente de Anna, la dueña de un pequeño hotel que hace gala de una veterana lucidez y la vieja empleada de la panadería, que es la precisamente la que guarda el secreto de la familia. Un secreto que Marina acaba descubriendo en su empeño por conocer su pasado, cargado de dudas y misterios.   

El pequeño grupo de mujeres, que se comportan cada vez más solidariamente entre sí, es el que nos ofrece un modelo de comportamiento ante la vida en el que la sororidad se erige en el fundamento. Mujeres libres, independientes y solidarias, capaces de romper con tabúes y cadenas impuestas. Eso es lo que explica que a lo largo de la película aparezcan realidades como la adopción por Marina de una niña africana, que es hija de una prostituta fallecida a la que asistió durante el parto; el consumo de marihuana, que sirve, además, como terapia paliativa en el cáncer que consume la vida de Anna; la decisión valiente de la propia Anna de abandonar a su marido; o la aplicación del derecho a una muerte digna que elige ella misma, asistida por Marina y aceptada por el resto.

A diferencia de lo que hiciera hace 22 años Benito Zambrano en su película Solas,  con mujeres humildes de un entorno rural andaluz, en esta ocasión el medio social se ha dirigido al de una familia burguesa. En común, sin embargo, están las dificultades que las mujeres tienen para poder desarrollar sus vidas por sí mismas y en plenitud. Y en el caso de la película que nos ocupa, lo que se nos ofrece es la capacidad de empoderamiento que acaban poniendo en práctica.  

Y ya para terminar, una breve referencia al título de la película, que nos ayuda a entender el sentido de la película y cierra el círculo de la historia. Con la muerte de Lola parecía que se había perdido la receta del pan que cada año, en la misma fecha, regalaba a sus clientes. Era el segundo de los secretos que guardaba Catalina, la vieja empleada de la panadería. Cuando lo desveló, se supo que en esa fecha Lola celebraba el nacimiento de Marina, quien, a su vez, era llevada por su padre en una pequeña embarcación para que pudiera verla en la distancia.