jueves, 9 de diciembre de 2021

A 90 años de la Constitución de 1931


Proclamada la Segunda República el 14 de abril de 1931, el 28 de junio se celebraron unas elecciones generales con el fin de formar unas Cortes encargadas de elaborar una Constitución. Los resultados confirmaron el triunfo de la coalición republicano-socialista, que siguió gobernando. Durante los dos años siguientes el gobierno desarrolló un importante programa de reformas, pero, a la vez, la cámara parlamentaria se ocupó de tejer el marco jurídico-político que diera cobertura a la nueva realidad política.

Los debates parlamentarios sobre el texto constitucional dieron lugar a fuertes discusiones, no sólo por parte de los diputados monárquicos, que en esos momentos eran pocos y estaba dispersos, sino en el seno de la coalición de gobierno y los grupos que los sustentaba. El propio jefe de gobierno, el conservador republicano Niceto Alcalá Zamora, llegó a dimitir en octubre en protesta con lo que consideraba que era un mal tratamiento a la Iglesia Católica.

La Constitución  fue aprobada finalmente el 9 de diciembre. Se trataba de un texto de carácter democrático, que recogía un amplio capítulo de derechos y libertades individuales y sociales, una clara separación de poderes, con unas Cortes unicamerales, y la elección por las propias Cortes, junto con compromisarios elegidos para tal efecto, del presidente de la República. El papel de la máxima autoridad del Estado era el de moderador. 

Entre las novedades se puede destacar el tratamiento que recibieron las mujeres, que por primera vez eran equiparadas legalmente en derechos a los varones y veían reconocido el derecho al voto. El establecimiento de un Tribunal de Garantías Constitucionales, que  tenía como función resolver conflictos de competencias entre las instituciones o reclamaciones individuales. O, en lo concerniente al nuevo estado laico, la libertad plena de cultos, la enseñanza laica, el derecho al divorcio, el matrimonio civil, etc.

La Constitución también contenía otros aspectos, a la vez novedosos y conflictivos, que, con el tiempo, habrían de influir en la caída futura del régimen. Podemos destacar tres. Uno fue el caso de las relaciones entre la Iglesia Católica y el Estado, dado que se optó por una clara separación y se estableció el laicismo. Otro, la organización territorial, que se basó en un estado integral y la posibilidad de introducir estatutos de autonomía en los territorios que lo solicitasen. Y el tercero, la supeditación de la propiedad a la utilidad social, lo que sentó las bases para el desarrollo de la reforma agraria. 

Aprobada la Constitución, se procedió a la elección del presidente de la República, que recayó en la figura del propio Niceto Alcalá Zamora, mientras que la jefatura del gobierno pasó a Manuel Azaña, de Acción Republicana y el político que mejor encarnaba al sector republicano de izquierdas.

Lo que vino después fue la prosecución de programa de reformas iniciado en abril, ya bajo la cobertura de la Constitución. Abarcó medidas socio-laborales, como la ley de contratación laboral, la formación de jurados mixtos, la prórroga de contratos de arrendamiento, la jornada laboral de 8 horas, el laboreo forzoso de fincas, etc.). Una ley de reforma agraria, que fue aprobada en septiembre de 1932, con prioridad de aplicación en  las 14 provincias latifundistas y en las tierras de la alta nobleza. La entrada en vigor de un estatuto de autonomía para Cataluña en septiembre de 1932, mientras se avanzó más lentamente en el País Vasco y Galicia. El fin de la financiación por el Estado de la Iglesia Católica, la disolución de la Compañía de Jesús y la nacionalización de sus bienes, y la prohibición de impartir enseñanza. El intento de modernizar el ejército, reduciendo el número de oficiales y orientándolo a que fuera una institución profesionalizada y sujeta a la autoridad civil. Y en lo referente a la educación y la cultura, se puso el empeño de hacerlas accesibles a la población, para lo cual hubo un incremento de las partidas presupuestarias.

Todo un reto lo habido desde el 14 de abril, como punto de partida, y desde el 9 de diciembre, como momento de aprobación del marco jurídico-político de carácter democrático. Lleno de esperanzas y contradicciones. Con errores, también. Pero, por desgracia, con una actividad erosiva desarrollada por los grupos sociales y políticos que estaban dispuestos a no ceder un ápice en lo que hasta entonces habían sido privilegios para una minoría y la ausencia de derechos para la mayoría.