domingo, 29 de marzo de 2020

Silvio Rodríguez en seis canciones






























Es Silvio Rodríguez para mí uno de los grandes de la música. Autor prolífico, sus letras están cargadas de poesía y como intérprete sigue dejando huella, pese al paso de los años, con una singular voz y la presencia cuasi permanente de su guitarra. Se ha atrevido a casi todo. En la música y fuera de la música. Solo o con otros artistas. En directo o en estudios de grabación.  En espacios reducidos o en los más amplios. Han colaborado con él, mediante arreglos o en actuaciones,  músicos cubanos tan importantes como Chucho Valdés, Frank Fernández, Eduardo Ramos o Leo Brouwer.  


Voy a proponer seis canciones suyas. Dos de ellas están entre las más conocidas. En todo caso, son las que me han apetecido para la ocasión.  

Una de las canciones más reconocibles y que está entre las favoritas de la gente es "Ojalá". Pertenece al álbum Al final de este viaje, que data de 1978. En su día fue motivo de comentarios en algunos sectores del exilio de Miami, pues se decía que escondía un mensaje entre crítico, y críptico, sobre la revolución cubana. Nada más lejos de la realidad, porque como el propio Silvio ha contado en varias ocasiones, se trata de una canción dedicada a una antigua novia que tuvo y que compuso mientras navegaba por el océano Atlántico en el famoso pesquero "Playa Girón". Me he atrevido a presentar una versión reciente, de 2016, que es muy novedosa. Con un acompañamiento instrumental que introduce el ritmo del jazz, la interpreta acompañada de su compañera Niurka González al saxofón y Enrique Pla al piano. Creo que merece la pena.  

"Rabo de nube" es la misma canción que da título al disco que salió en 1980.  Bella y cargada de intimismo, puede resultar enigmática en su contenido, como ocurre con tantas otras suyas. Hace unos años la artista argentina Hebe Rosell desentrañó el contexto en que Silvio la compuso*: "Nos habíamos enfrascado en una reflexión bastante briosa sobre la sinceridad y sobre la decepción cuando las relaciones se resolvían, no digo hipócritamente, pero sí superficialmente (...), sin conjugar el verbo «conocer» realmente. (...) A la mañana siguiente fue que él se apareció con esta canción, donde pone la esperanza de la redención de las relaciones humanas, delante de sí mismo, como esperando en ese sentido que todos pudiéramos cambiar y ser mucho más honestos, verdaderos y amorosos". La versión que ofrezco es de 1982, está grabada en Puerto Rico y la canta con Pablo Milanés. La he elegido porque fue precisamente, dos años antes y en directo, cuando tuve la suerte de escuchar esa canción por primera vez interpretada a dúo con su compatriota.   

Unicornio es uno de los álbumes más conocidos de Silvio. Data de 1982 y contiene su famosa canción "Mi unicornio azul". No es la que he elegido, sino otra: "Por quien merece amor". Un canto de amor, pero entendido como proyección a la gente, como "amor de humanidad". Ya en este siglo, antes de su muerte, fue la canción que sirvió de base musical a un pequeño vídeo dedicado a Fidel Castro.   

"La vida" forma parte de su disco Rodríguez, aparecido en 1994, el segundo de la trilogía que toma su título de su nombre completo: Silvio Rodríguez Domínguez. Empecé a prestar atención a la canción a partir de 2008. Me gustó por sí misma, en cuanto al título, la música y el contenido. Y, aunque fuera algo de menor importancia, tuve curiosidad por descifrar la dedicatoria que tiene: "A Liliana y Carlos, los casi médicos de Medellín". Algo que he logrado gracias al propio Silvio, cuando he descubierto unas palabras suyas de una entrevista que le hicieron en 1996*: "yo llevaba ese tema musical, o sea, esa melodía con la guitarra, ya lo tenía construido, pero no me salían las palabras de esa música y llegué a Colombia, llegué a Bogotá (...), y empecé a recibir cartas de amigos, de admiradores (...).  Entre las cartas (...) tomé una al azar, la abrí; venía un papel azul y había una gaviota recortada en el azul del papel, (...), firmada por 'Carlos y Liliana, los casi médicos de Medellín' -estaban en el último año de Medicina- y cuando miré arriba y veo el pájaro, digo: 'la vida de un pájaro en vuelo', solté la carta, y ese fue el primer verso de la canción".  

Silvio tiene en su familia de origen una de las raíces musicales, aun cuando sean modestas. Unas raíces que viene sobre todo de algunas de las mujeres. En el disco Domínguez, de 1996, dejó que dos de ellas apareciesen en sendas canciones. Su madre, Argelia Domínguez, cantó a dúo con su hijo "El viento eres tú". Algo que resulta original e interesante.  

La última canción que ofrezco es "Venga la esperanza". No es muy conocida, pero no por ello resulta menos importante. Es la que cerró su memorable concierto de tres horas en Santiago de Chile en 1990 ante decenas de miles de personas. Todo un acontecimiento por lo emotivo del reencuentro con esa ciudad y su gente después de 17 años de dictadura militar. Y todo un espectáculo por la calidad de la interpretación y de la compañía del grupo Irakere, que estuvo en dirigido por Chucho Valdés, autor de los arreglos musicales. La interpretación de la canción es todo un monumento a la belleza. Una fusión de voz, instrumentos y mensaje inigualable. Con un final apoteósico, en el que los instrumentos de viento acaban entonando las notas del "Himno de la alegría".



Ojalá

Ojalá que las hojas no te toquen el cuerpo cuando caigan
para que no las puedas convertir en cristal.
Ojalá que la lluvia deje de ser el milagro que baja por tu cuerpo.
Ojalá que la luna pueda salir sin ti.
Ojalá que la tierra no te bese los pasos.

Ojalá se te acabe la mirada constante,
la palabra precisa, la sonrisa perfecta.
Ojalá pase algo que te borre de pronto,
una luz cegadora, un disparo de nieve.
Ojalá por lo menos que me lleve la muerte
para no verte tanto, para no verte siempre
en todos los segundos, en todas las visiones.
Ojalá que no pueda tocarte ni en canciones.

Ojalá que la aurora no dé gritos que caigan en mi espalda.
Ojalá que tu nombre se le olvide a esa voz.
Ojalá las paredes no retengan tu ruido de camino cansado.
Ojalá que el deseo se vaya tras de ti
a tu viejo gobierno de difuntos y flores.

Ojalá se te acabe la mirada constante,
la palabra precisa, la sonrisa perfecta.
Ojalá pase algo que te borre de pronto,
una luz cegadora, un disparo de nieve.
Ojalá por lo menos que me lleve la muerte
para no verte tanto, para no verte siempre
en todos los segundos, en todas las visiones.
Ojalá que no pueda tocarte ni en canciones.
Ojalá pase algo que te borre de pronto,
una luz cegadora, un disparo de nieve.
Ojalá por lo menos que me lleve la muerte
para no verte tanto, para no verte siempre
en todos los segundos, en todas las visiones.
Ojalá que no pueda tocarte ni en canciones.



Rabo de nube

Si me dijeran pide un deseo
preferiría un rabo de nube,
un torbellino en el suelo
y una gran ira que sube.
Un barredor de tristezas,
un aguacero en venganza
que cuando escampe parezca
nuestra esperanza.

Si me dijeran pide un deseo,
preferiría un rabo de nube,
que se llevara lo feo
y nos dejara el querube.
Un barredor de tristezas,
un aguacero en venganza
que cuando escampe parezca
nuestra esperanza.


Por quien merece amor 

Te molesta mi amor,
mi amor de juventud,
y mi amor es un arte de virtud.
Te molesta mi amor,
mi amor sin antifaz,
y mi amor es un arte de paz.
Te molesta mi amor,
mi amor de humanidad,
y mi amor es un arte en su edad.
Te molesta mi amor,
mi amor de surtidor,
y mi amor es un arte mayor.

Mi amor es mi prenda encantada,
es mi extensa morada,
es mi espacio sin fin.
Mi amor no precisa frontera,
como la primavera
no prefiere jardín.

Mi amor no es amor de mercado,
porque un amor sangrado
no es amor de lucrar.
Mi amor es todo cuanto tengo,
si lo niego o lo vendo
¿para qué respirar?

Te molesta mi amor,
mi amor de juventud,
y mi amor es un arte de virtud.
Te molesta mi amor,
mi amor sin antifaz,
y mi amor es un arte de paz.

Te molesta mi amor,
mi amor de humanidad,
y mi amor es un arte en su edad.
Te molesta mi amor,
mi amor de surtidor,
y mi amor es un arte mayor.

Mi amor no es amor de uno solo,
sino alma de todo,
lo que urge sanar.
Mi amor es un amor de abajo
que el devenir me trajo
para hacerlo empinar.

Mi amor, el más enamorado,
es el más olvidado
en su antiguo dolor.
Mi amor abre pecho a la muerte
y despeña su suerte
por un tiempo mejor.
Mi amor, este amor aguerrido,
es un sol encendido
por quien merece amor.


La vida

A Liliana y Carlos,
los casi médicos de Medellín


La vida de un pájaro en vuelo,
la vida de un amanecer,
la vida de un crío,
de un bosque y de un río,
la vida me ha hecho saber.

La vida del sordo y del ciego,
la vida que no sabe hablar,
la del triste loco,
la que sabe a poco,
la vida me ha hecho soñar.

La vida voraz que se enreda,
la vida que sale a jugar,
la vida consciente que queda,
la vida que late en el mar.

La vida que brota de un muerto,
la vida que no se murió,
la de los desiertos,
la de un libro abierto,
la vida me ha hecho cual yo.

La vida que alumbra en el trueno,
la vida final de un adiós,
la vida goteando de un seno,
la vida secreta de un dios.

La vida que pende de todo,
la vida de cada emoción,
la vida en exceso,
la vida de un beso,
la vida me ha hecho canción. 



El viento eres tú

A veces entra en el bosque un silbido veloz
que recorre fugaz la penumbra y la luz,
y los árboles fríos del bosque soy yo.

Todas las copas se postran a fin de existir;
de no hacerlo, deshechas habrían de morir,
y ese viento que trae la muerte eres tú.

Eres la llama que abraza la flor
y la violencia del fiero huracán,
la sombra oscura que sigue mi amor.
¿Por qué, por qué tú sigues, di,
matando este amor que hoy dejas?


Venga la esperanza

Dice que se empina y que no alcanza,
que sólo ha llegado hasta el dolor.
Dice que ha perdido la buena esperanza
y se refugia en la piedad de la ilusión.

Sé de las entrañas de su queja,
porque padecí la decepción.
Fue una noche larga que el tiempo despeja
mientras suena en mi memoria esta canción:

Venga la esperanza, venga sola a mí,
lárguese la escarcha, vuele el colibrí,
hínchese la vela, ruja el motor,
que sin esperanza ¿dónde va el amor?

Cuando niño yo saqué la cuenta
de mi edad por el año dos mil
(el dos mil sonaba como puerta abierta
a maravillas que silbaba el porvenir.

Pero ahora que se acerca saco en cuenta
que de nuevo tengo que esperar,
que las maravillas vendrán algo lentas
porque el mundo tiene aún muy corta edad.

Venga la esperanza, venga sola a mí,
lárguese la escarcha, vuele el colibrí,
hínchese la vela, ruja el motor,
que sin esperanza ¿dónde va el amor?


*Eduardo Valtierra (2010). Silvio aprendiz de brujo. La Habana, Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau (http://www.centropablo.cult.cu/wp-content/uploads/2017/09/Silvio_aprendizdebrujo.pdf