lunes, 1 de mayo de 2017

Otro 1 de mayo, buscando nuevas formas

La clase obrera es una clase derrotada. En gran parte transformada y en parte casi desaparecida. Atrás ha quedado una cultura conformada a lo largo del siglo XIX y buena parte del siglo XX. Una cultura diversa, creadora de un estilo de vida propio, definido. Expresada políticamente en distintas corrientes, muchas veces en competencia, pero también en colaboración. Fue base de sindicatos y partidos, alimento de derechos, motor de revoluciones... Sufrió vaivenes, a la par que en ocasiones se dejó llevar por encantadores de serpientes que la llevaron a guerras, contrarrevoluciones y la alienación del consumismo. Siguen los vaivenes y esos encantadores, que se llevan muchos de sus votos. Aunque sea motivo de críticas por lo que estoy escribiendo, lo que hoy está creciendo es otra clase, de momento pasiva y sin conciencia. Hay quienes la llaman precariado, porque se mueve entre la regresión o la ausencia de derechos, camino de otra forma de esclavitud. Sigue habiendo motivo para la lucha, por tanto, pero está cómo debe transitarse en el camino de la utopía, el faro que ayuda a ahuyentar tantos demonios.