El triunfo del PP (33% de votos y 137 escaños) en las elecciones de ayer no ha sido rotundo, pero sí tiene un componente de gran importancia, pues ha sido el único partido que ha subido: 700.000 votos, 0,8 puntos porcentuales y 14 escaños. Se siente, por tanto, con más legitimidad para gobernar.
Lo que venga a partir de ahora va a ser en parte una continuación de lo iniciado en 2009, durante el último gobierno del PSOE, e intensificado desde 2011 por el gobierno del PP. Esto es, la implementación de las medidas neoliberales y de ajuste dictadas por la troika y la pérdida de derechos sociales, a lo que se unen las dosis propias del PP en materia de restricción de libertades y su apuesta por recentralizar territorialmente el estado.
Ahora mismo cualquier combinación de gobierno pasa por el PP y con Mariano Rajoy como presidente, independientemente del grado de estabilidad que tenga, de los acuerdos que consiga y de la flexibilidad que muestre en el mantenimiento de las medidas tomadas en la anterior legislatura.
También, por otra parte, existen varias incógnitas. Mientras en el PP Rajoy y su equipo salen reforzados, en el resto de partidos habrá movimientos internos que obliguen a cambios importantes. Los habrá en en los liderazgos, en quienes presionaban sobre ellos, en las estrategias a seguir... Pero vayamos por partes.
En el PSOE Pedro Sánchez ha salido reforzado, a la vez que Susana Díaz, perdedora en su feudo de Andalucía, ha quedado debilitada. Sospecho que Sánchez utilizará contra Podemos el argumento de que el gobierno de o con el PP es el resultado de no haber apoyado el gobierno PSOE-Ciudadanos.
En Podemos lo ocurrido va a servir a Íñigo Errejón para hacer valer su estrategia de la transversalidad y de mayor moderación. Lo que finalmente haga Pablo Iglesias está por ver, pero no sería extraño que acabara renunciando al liderazgo orgánico del partido. Todo esto derivaría en un replanteamiento del acuerdo con IU a través de Unidos Podemos.
En IU, por su parte, pese a que ha aumentado su representación, dentro de Unidos Podemos, con toda seguridad surgirán voces que pongan en entredicho la coalición y sus pormenores. No debe olvidarse que contó con, al menos, fuertes reticencias en algunos sectores y que es previsible que parte del electorado de IU se haya inhibido en la cita del domingo.
En Ciudadanos el castigo ha sido fuerte, no tanto por las pérdidas concretas, como en haber dejado de ser una fuerza política decisiva. Se verá obligado a dejar gobernar al PP con Rajoy al frente, que era antes su principal condición para no pactar. Y están por ver los movimiento internos, no tanto que pongan en duda el liderazgo de Albert Rivera como el destino de una dirigencia y militancia muy diversa que ha llegado de aluvión.
Una de las sorpresas de lo ocurrido el domingo ha sido el apoyo que mantiene el PP pese a los numerosos casos de corrupción con que está relacionado. Sorprende que haya aumentado sus apoyos en los territorios donde la corrupción está siendo más señalada: Madrid, Comunidad Valenciana y Baleares. Y también que en Cataluña, donde se acaba de desvelar el escándalo del ministro del Interior relacionado con la investigación de dirigentes independentistas, haya aumentado en un escaño su representación. Todo un aviso, dada la trascendencia que tiene que la corrupción, lejos de penalizarse, se olvide o minimice por amplios sectores de la población.
Llama la atención que, del conjunto de comunidades, las dos en las que no ha ganado el PP hayan sido Cataluña y País Vasco. Resulta altamente significativo porque, aun cuando los ganadores hayan sido En Comú Podems y Unidos Podemos, respectivamente, la suma de los grupos que defienden la vía de soberanista de hacer posible una consulta sobre la relación con el estado sea ampliamente mayoritaria: en Cataluña (ECP, ERC y CDC), del 63%; y en el País Vasco (UP, PNV y EH-B), del 67%.
Tengo la sensación de que España se encamina, como en otros países, hacia una deriva conservadora. Y aunque aquí el factor de la inmigración no ha sido por ahora un problema, eso no significa que no pueda serlo en un futuro. El deterioro progresivo de las condiciones sociales es un caldo de cultivo. Y a ello se une el carácter plurinacional del estado, con unas relaciones entre el todo y algunas partes en las que el papel del PP, lejos de ser positivo, es todo lo contrario.
El verano promete y me temo que el otoño puede calentarse.