El atentado de Orlando sigue levantando ampollas. No sólo por su dimensión cuantitativa, que parece que conlleva la condena (casi) unánime), sino por lo que tiene de valor en un contexto de ideología androcéntrica, basada en el sistema patriarcal, y homófoba, que supone el odio hacia aquello que sale de la norma de la heterosexualidad.
Ya dediqué el otro día una entrada en este cuaderno sobre lo ocurrido hace una semana en la capital de Florida, relacionando el fundamentalismo religioso y la extrema derecha, donde la homofobia, que fue el motivo principal de la acción de Orlando, es uno de sus nexos. Que en medios de la derecha y la extrema derecha occidentales (fui cuidadoso el otro día en delimitar la amplitud, pero me quedé conscientemente corto) se haya buscado identificar el atentado con el islam, no deja de ser una forma de ocultar la realidad, para lo que se ha recurrido a fijar el foco de atención en el que es el nuevo enemigo de nuestros días.
Pero el motivo de esta entrada tiene que ver con los ataques que desde los medios de comunicación y las redes sociales conservadoras, cuando no reaccionarias, están lanzando contra Alberto Garzón, que ha relacionado el atentado de Orlando con el heteropatriarcado. En su ignorancia esos medios y redes califican al coordinador federal de IU de tonto o ridículo, entre otras lindezas. Digo ignorancia, porque manifiestan un desconocimiento de la realidad y de la conceptualización que se hace de la misma en medios académicos y del propio activismo LTBT.
No es algo nuevo. Desde amplios sectores del entorno político-ideológico conservador y reaccionario se ha negado siempre el feminismo, del que se rechaza lo que tiene de igualitario y al que se sigue anteponiendo como concepto el machismo. Se rechaza desde esos sectores, así mismo, la perspectiva de género, lo que ha llevado a renombrados jerarcas de la Iglesia Católica a identificarla como una ideología perversa o que llevó a Ciudadanos -considerada la derecha civilizada- en las pasadas elecciones a negar una ley contra la violencia sufrida por las mujeres. Y por supuesto no faltan ni la homofobia y la transfobia, que siguen siendo motivo de ataques permanentes.
La negación de derechos tales como la igualdad entre las personas y la diversidad en la orientación y la identidad sexuales no deja de ser el caldo de cultivo que alimenta tanta violencia desatada contra las mujeres y las personas homosexuales o transexuales. Una violencia que adquiere formas diversas (física, psicológica, cultural...), así como grados que van desde lo más pequeño (las microviolencias) hasta matanzas como la del otro día.
La movilización de la derecha política y su adláteres sigue su curso. Y un asunto aparentemente ajeno, como lo ocurrido en Orlando, está siendo utilizado para atacar a quienes han puesto las cosas en su sitio, como ha hecho Alberto Garzón, que definió ne toda su dimensión el suceso.