miércoles, 25 de diciembre de 2024

La vida a través de la poesía


La vida está muy presente en la poesía. Prácticamente omnipresente. Referirse a ella explícitamente se hace menos. Hacerlo no deja de expresar una forma de amarla, (a veces) odiarla, reconocerla, sentirla, soñarla, defenderla... 

Son doce poemas los que ofrezco, que tienen en común hablar de la vida. Ay, esa vida que se sigue destruyendo y mancillando sin cesar. Por eso sigo haciendo presentes a poetas de Palestina, como Mahmud Darwish, con "Amamos la vida" o Fadwa Tuqán, "La llamada de la tierra". Por otro lado, tres de los poemas pueden escucharse también en forma de canción:  "Como tú", de León Felipe, en la voz de Paco Ibáñez; y "Gracias a la vida", de Violeta Parra, y "La vida"Silvio Rodríguez, que las interpretan.

A disfrutarlos.


Dale vida a tus sueños…

Dale vida a los sueños que alimentan el alma,
o los confundas nunca con realidades vanas.
Y aunque tu mente sienta necesidad, humana,
de conseguir las metas y de escalar montañas,
nunca rompas tus sueños, porque matas el alma.

Dale vida a tus sueños aunque te llamen loco,
no los dejes que mueran de hastío, poco a poco,
no les rompas las alas, que son de fantasía,
y déjalos que vuelen contigo en compañía.

Dale vida a tus sueños y, con ellos volando, 
tocarás las estrellas y el viento, susurrando,
te contará secretos que para ti ha guardado
y sentirás el cuerpo con caricias, bañado,
del alma que despierta para estar a tu lado.

Dale vida a los sueños que tienes escondidos,
descubrirás que puedes vivir estos momentos
con los ojos abiertos y los miedos dormidos,
con los ojos cerrados y los sueños despiertos.

(Mario Benedetti)


La vida comienza

Mi abuela pintaba rosas
siendo niña
la primera vez que vi una rosa roja
fue en uno de sus cuadros.
Así conocí la flor
-sin olor, sin terciopelo-
a través de sus manos
de las manos de mi abuela Teresa.
Aún no he encontrado encontrar ninguna
que encierre en sus pétalos
la verdad suficiente.
Podría decirse que esa primera rosa
fue la auténtica
y las que vienen de la tierra
un homenaje a su ternura.

Ahora utilizo la palabra
para atrapar la nostalgia
cuando aparece como debe
como una espina que
mantiene vivos los latidos
del recuerdo,
y encuentro en ella
la fuerza que nos clava al suelo
para florecer una y otra vez,
porque la vida comienza…

La vida comienza
involuntariamente
tantas veces como latidos
como suspiroscomo sonrisas
contenemos.
Comienza después del golpe
después de la herida
después de la pérdida
después de un café
de un abrazo
de hundirse en el mar
de tu película favorita
de los labios rojos.
Comienza.
La vida comienza,
te lo juro,
cientos de veces
por primera vez.

(Sara Búho)


Amamos la vida…

Amamos la vida cuando hallamos un camino hacia ella,
bailamos entre dos mártires y erigimos entre ellos un alminar de violetas o una palmera.

Amamos la vida cuando hallamos un camino hacia ella.

Robamos un hilo al gusano de seda para construir nuestro cielo y concluir este éxodo.

Abrimos la puerta del jardín para que el jazmín salga a las calles cual hermosa mañana.

Amamos la vida cuando hallamos un camino hacia ella.

Allá donde estemos, cultivamos plantas que crecen deprisa y recogemos mártires.

Soplamos en la flauta el color de la lejanía, dibujamos un relincho en el polvo del camino

y escribimos nuestros nombres piedra tras piedra. ¡Oh, relámpago! Ilumina para nosotros la noche, ilumínala un poco.

Amamos la vida cuando encontramos un camino hacia ella.

(Mahmud Darwish)


Una vida mejor

Y daría igual que fuéramos eternos.

El escaparate brilla como los fuegos fatuos.

Tras el cristal las minúsculas manos desmenuzan la herrumbre,

una maleta, un pañuelo, un zapato, el cinturón de falsa serpiente, plumas de avestruz para el sombrero que ya nadie llevará,

así brilla el tiempo tras el cristal, fruta escarchada de los días, brillo mineral colgado de un árbol cortado, pez anudado a la cuerda de tender.

Y dará lo mismo que seamos eternos.

Mirar los escaparates, corchea arriba, semifusa abajo,
acompasar el paso para tropezar,
para volver del mediodía, para llegar al anochecer.

Un escaparate y luego otro, y al fondo, el cajero y su ábaco de lágrimas: pasar o no pasar. O quedarnos aquí, moliendo la herrumbre con el molinillo de té.

Pero los guantes de gamuza se posan sobre el piano. Do re mi, sordamente, fa, sol, sol, felpa constante en la percusión. No, no hay pez martillo que valga. No hay animal de sombra ni luz en esta cuenta de adverbios: aquí, allí, ahora, entonces, cuándo.

Daría lo mismo que fuéramos eternos, entonces, ahora, hoy o jamás.

Es mucho más simple. No es cuestión de constelaciones, no es el brillo de la madera trasmutado en ballena, no es la piedra roseta, ni el esperanto de la lluvia, no el canto de sirena deletreado en los surcos de la pizarra. Es mucho más simple.

Una vida mejor.

Una vida con memoria de elefante y sed de camello y ojo de lince, brújula de cormorán, solidaridad de hormiga, precisión de abeja, una vida con fidelidad de cisne y sonrisa de chimpancé y delicadeza de libélula y piel de leopardo, conversación de bosque, majestad de cordillera y siempre el cuento de nunca acabar.

Primera lección nunca aprendida en las cuevas de sésamo: la vida está aquí, no allí, y todos creen que seremos eternos.

En el escaparate brilla la caja registradora, pequeña cola de alacrán, servilletero que nos abraza a la mesa,
una vida mejor,
aquí, allí, al otro lado del cristal.

Y nada importa que seamos eternos.

(Guadalupe Grande)



Así es mi vida,
piedra,
como tú. Como tú,
piedra pequeña;
como tú,
piedra ligera;
como tú,
canto que ruedas
por las calzadas
y por las veredas;
como tú,
guijarro humilde de las carreteras;
como tú,
que en días de tormenta
te hundes
en el cieno de la tierra
y luego
centelleas
bajo los cascos
y bajo las ruedas;
como tú, que no has servido
para ser ni piedra
de una lonja,
ni piedra de una audiencia,
ni piedra de un palacio,
ni piedra de una iglesia …
como tú, piedra aventurera …
como tú,
que tal vez estás hecha
sólo para una honda …
piedra pequeña
y
ligera…

(León Felipe)


Oda a la vida

La noche entera
con un hacha
me ha golpeado el dolor,
pero el sueño
pasó lavando como un agua oscura
piedras ensangrentadas.
Hoy de nuevo estoy vivo.
De nuevo
te levanto,
vida,
sobre mis hombros.

Oh vida, copa clara,
de pronto
te llenas
de agua sucia,
de vino muerto,
de agonía, de pérdidas,
de sobrecogedoras telarañas,
y muchos creen
que ese color de infierno
guardarás para siempre.

No es cierto.

Pasa una noche lenta,
pasa un solo minuto
y todo cambia.
Se llena
de transparencia
la copa de la vida.
El trabajo espacioso
nos espera.
De un solo golpe nacen las palomas.
Se establece la luz sobre la tierra.

Vida, los pobres
poetas
te creyeron amarga,
no salieron contigo
de la cama
con el viento del mundo.

Recibieron los golpes
sin buscarte,
se barrenaron
un agujero negro
y fueron sumergiéndose
en el luto
de un pozo solitario.

No es verdad, vida,
eres
bella
como la que yo amo
y entre los senos tienes
olor a menta.

Vida,
eres
una máquina plena,
felicidad, sonido
de tormenta, ternura
de aceite delicado.

Vida,
eres como una viña:
atesoras la luz y la repartes
transformada en racimo.

El que de ti reniega
que espere
un minuto, una noche,
un año corto o largo,
que salga
de su soledad mentirosa,
que indague y luche, junte
sus manos a otras manos,
que no adopte ni halague
a la desdicha,
que la rechace dándole
forma de muro,
como a la piedra los picapedreros,
que corte la desdicha
y se haga con ella
pantalones.
La vida nos espera
a todos
los que amamos
el salvaje
olor a mar y menta
que tiene entre los senos.

(Pablo Neruda)



Gracias a la vida, que me ha dado tanto.
Me dio dos luceros que, cuando los abro,
perfecto distingo lo negro del blanco
y en el alto cielo, su fondo estrellado,
y en las multitudes, al hombre que yo amo.

Gracias a la vida, que me ha dado tanto.
Me ha dado el sonido y el abecedario.
Con él, las palabras que pienso y declaro,
madre, amigo, hermano y luz alumbrando,
la ruta del alma del que estoy amando.
 
Gracias a la vida, que me ha dado tanto.
Me ha dado el oído, que en todo su ancho
graba noche y día, grillos y canarios,
martillos, turbinas, ladridos, chubascos
y la voz tan tierna de mi bien amado.

Gracias a la vida, que me ha dado tanto.
Me ha dado la marcha de mis pies cansados.
Con ellos anduve ciudades y charcos,
playas y desiertos, montañas y llanos
y la casa tuya, tu calle y tu patio.

Gracias a la vida, que me ha dado tanto.
Me ha dado la risa y me ha dado el llanto.
Así, yo distingo dicha de quebranto,
los dos materiales que forman mi canto
y el canto de ustedes, que es mi propio canto.

Gracias a la vida, que me ha dado tanto.

(Violeta Parra)


Vida, mi vida…

Vida, mi vida,
déjate caer, déjate doler, mi vida,
déjate enlazar de fuego, de silencio ingenuo, 
de piedras verdes en la casa de la noche,
déjate caer y doler, mi vida.

(Alejandra Pizarnik)



La vida de un pájaro en vuelo,
la vida de un amanecer,
la vida de un crío,
de un bosque y de un río,
la vida me ha hecho saber.

La vida del sordo y del ciego,
la vida que no sabe hablar
la del triste loco,
la que sabe a poco,
la vida me ha hecho soñar.

La vida voraz que se enreda,
la vida que sale a jugar,
la vida consciente que queda,
la vida que late en el mar.

La vida que brota de un muerto,
la vida que no se murió,
la de los desiertos,
la de un libro abierto,
la vida me ha hecho cuál yo.

La vida que alumbra en el trueno,
la vida final de un adiós,
la vida goteando de un seno,
la vida secreta de un Dios.

La vida que pende de todo,
la vida de cada emoción,
la vida en exceso,
la vida de un beso,
la vida me ha hecho canción.

(Silvio Rodríguez)


Mi vida huele a flor

He redondeado esquinas
para no encontrar monstruos a la vuelta
y me han atacado por la espalda.
He lamido mi cara cuando lloraba
para recordar el sabor del mar
y solo he sentido escozor en los ojos.
He esperado de brazos cruzados
para abrazarme
y me he dado de bruces contra mi propio cuerpo.
He mentido tanto
que cuando he dicho la verdad
no
me
he
creído.

He huido
con los ojos abiertos
y el pasado me ha alcanzado.
He aceptado
con los ojos cerrados
cofres vacíos
y se me han ensuciado las manos.
He escrito mi vida
y no me he reconocido.

He querido tanto
que me he olvidado.
He olvidado tanto
que me he dejado de querer.

Pero
he muerto tantas veces
que ahora sé resucitar
—la vida es
quien tiene la última palabra—.
He llorado tanto
que se me han hecho los ojos agua
cuando he reído,
y me he besado.
He fallado tantas veces
que ahora sé cómo discernir los aciertos de lo inevitable.
He sido derrotada por mí misma
con dolor y consciencia,
pero la vuelta a casa ha sido tan dulce
que me he dejado ganar
—prefiero mi consuelo
que el aplauso—.

He perdido el rumbo
pero he conocido la vida en el camino.
He caído
pero he visto estrellas en mi descenso
y el desplome ha sido un sueño.

He sangrado,
pero
todas mis espinas
han evolucionado a rosa.

Y ahora
mi vida
huele a flor.

(Elvira Sastre)


La llamada de la tierra

“¿Me han usurpado mi tierra?
¿Me han privado de mis derechos,
y me voy a quedar aquí, uncida al exilio, humillada y desnuda?
¿Me voy a quedar aquí a morir como una extraña en tierra extraña?
¿Me voy a quedar?
¿Y quién lo ha dicho?
Volveré a la tierra amada.


¡Por supuesto que volveré!
Y allí se cerrará el libro de mi vida.
Se apiadará de mí su tierra generosa
y dará cobijo a mis cenizas.

¡Regresaré, es necesario que vuelva!
¡Regresaré, comoquiera que sean mis desgracias!”.

Mas siguió desterrada, observando su tierra
y murmurando: “¡Es necesario que vuelva!”.

Mientras, agachaba la cabeza en la tienda,
cerrando el alma a su oscuridad,
cerrando el pecho a su desgracia.
Pero seguía estando ahí, fija, esa idea,
zumbando febril y silenciosa,
hirviendo y ardiendo en su cabeza,
quemando, como el fuego, sus sentidos:
“¡Regresaré, es necesario que vuelva!”.

(Fadwa Tuqán)


La palabra infinito

La palabra infinito es infinita,
la palabra misterio es misteriosa.
Ambas son infinitas, misteriosas.
Sílaba a sílaba intentas convocarlas
sin que una luz anuncie su dominio,
una sombra señale a qué distancia de ellas
está la opacidad en que te mueves.
Van a algún punto del resplandor y anidan,
cuando las dejas libres en el aire,
esperando que un ala inexplicable
te lleve hasta su vuelo.

¿Es más que su sabor el gusto de la vida?

(Ida Vitale)


(Imagen: "El árbol de la vida", pintura de Fabiana Bermolen)