miércoles, 26 de junio de 2019

El viraje al centro de Pedro Sánchez

Eso es lo que se desprendía tímidamente tras las elecciones generales de abril y de una manera evidente desde las habidas en mayo. Si en las primeras le resultaba incómoda al PSOE la mayoría que podían darle los grupos que habían apoyado la moción de censura hace un año, ahora, debilitada Unidas Podemos por los fracasos en las autonómicas y en las confluencias en las grandes ciudades (con la salvedad "rara" de Barcelona), está buscando la fórmula de gobernar en solitario.

La estrategia trazada por Pedro Sánchez tras su defenestración como secretario general hace casi tres años se ha cerrado. Su escoramiento a la izquierda (podemización se llegó a decir), atendiendo al sentir mayoritario de la militancia del PSOE, le sirvió para ganar las primarias internas, luego conseguir los apoyos suficientes en la votación de la moción de censura y finalmente ser el partido más votado en las generales. 

Ahora Sánchez y su núcleo tienen otras intenciones. Ya no miran tanto a la izquierda, excepto para seguir aprovechándose de ese electorado tan dado a transitar, dependiendo cómo, por el voto útil (al PSOE), la abstención o el cabreo (donde Podemos consiguió buenos réditos). Están mirando más hacia el centro, conscientes de varias cosas: que en el electorado de Ciudadanos hay mucho de eso y al que puede arañar los votos que la decepción de Rivera y su gente está causando por su desplazamiento hacia la derecha; que en su partido las baronías le siguen presionando para que se modere; y, quizás ante todo, que los poderes del sistema (económicos, fácticos, internacionales...), directamente o vía medios de comunicación, no dejan de actuar y vigilar sin piedad. 

Sánchez y su núcleo  siguen dilatando la cosa. No tienen prisa, porque disponen de varias cartas en la manga. Ven a la derecha fragmentada y a Ciudadanos que empieza a romperse. Ven también a Podemos debilitado organizativamente, altamente dependiente de su líder y su discurso del gobierno de coalición. No ven mal unas nuevas elecciones, que, a priori, beneficiarían a su partido. Están midiendo por ello el estado de opinión existente de cara a los apoyos directos e indirectos e incluso posibles coaliciones. 

Sobre éstas en conjunto no se ve bien un gobierno de coalición entre PSOE y UP, sobre todo por el rechazo rotundo desde la derecha; en el electorado del PSOE, siendo más favorable a ella, no lo es de una manera tan rotunda como en el electorado de UP. Desde UP se está haciendo un esfuerzo por convencer a Sánchez y su núcleo en favor de un gobierno de coalición. Han conseguido el apoyo de CCOO y UGT. Algo que, pese a su valor simbólico, lo es menos efectivo. 

Las declaraciones recientes de Mariano Rajoy tienen un claro sentido. Buscan lo que hace tres años quería él mismo, con el apoyo de las baronías y los dinosaurios del PSOE, para formar gobierno. Precisamente cuando Sánchez se enrocó en su "no es no". Paradojas de la vida.

¿Habrá un verano largo en lo político? ¿De miradas, gestos y faroles? ¿De desgaste por parte de quien no resista? Lo que sea, pero con el viraje al centro como horizonte. Por eso Sánchez quiere tener el campo libre. Al tiempo.