domingo, 8 de enero de 2017

Mario Soares, reconductor de la revolución portuguesa





















Murió ayer Mario Soares, fundador y líder durante muchos años del Partido Socialista de Portugal. Fue también un político de primera línea en su país desde la caída de la dictadura en 1974. Ensalzado por los medios de comunicación de todo el mundo -se entiende que los medios del sistema-, se le ha calificado en España en varios de ellos como "padre del Portugal moderno". No cabe duda de que fue un político relevante y, por supuesto, decisivo en la segunda mitad de la década de los setenta, en el momento en que se estaba jugando el futuro de Portugal y desde él, también el de otros países, como España.   


"La trayectoria de Mario Soares es intercambiable con la de otros líderes cooptados de España y América Latina. En la década de los sesenta, en las postrimerías de la dictadura de Oliveira Salazar y Marcelo Caeteno, el opositor Soares entraba en relación con los servicios de la CIA en Lisboa. Exiliado, en 1973 recibía ayuda para fundar bajo el patrocinio del gobierno de Bonn un 'partido socialista portugués'. Derrocada la dictadura en 1974 por el Movimiento das Forças Armadas (MFA), Soares regresaba a Portugal donde pronto pediría y recibiría ayuda clandestina directa del gobierno de EE.UU. y sus aliados europeos (RFA, Reino Unido, Francia) e indirecta a través de empresas y fundaciones alemanas  de otros países. A partir de 1976 recibió cuantiosos estipendios ocultos de otros gobernantes -Bettino Craxi (Italia) y Carlos Andrés Pérez (Venezuela)-, así como de Mitterrand y F. González cuando a su vez accedieron al control de los Presupuestos del Estado en 1981 y 1982, respectivamente. Era dinero entregado directamente a Soares para su uso discrecional, sin que de su existencia y origen tuvieran conocimiento -ni control- los órganos del Partido Socialista portugués ni los ciudadanos. Soares recibió el financiamiento clandestino a cambio del compromiso, también ocultado a los ciudadanos, de poner el partido a su disposición, cooptar a dirigentes incondicionales, marginar a los críticos hacia la política derivada de sus secretos compromisos y, desde el gobierno y ala Jefatura del Estado portugués, acabar con la influencia del MFA, marginar al Partido Comunista y reinstalar plenamente la economía y los recursos de Portugal dentro de las coordenadas de la OTAN y sus aliados -como lo estuvieron bajo el régimen de dictadura de Salazar-Caetano hasta 1974, pero desde entonces bajo un régimen de partidos". 


Esta larga cita de Joan E. Garcés (Soberanos e intervenidos, 2008: 163-164), está basada en Rui Mauro (Contos prohibidos, 1996), funcionario del PSP y miembro de la Comisión Trilateral. Me he atrevido a citarla completa, porque creo que ilustra la trayectoria principal del personaje. Reconocido internacionalmente desde su primer acceso al gobierno de su país en 1975, dado el protagonismo que empezó a tomar en el cambio de rumbo de la revolución portuguesa, mantuvo en las décadas siguientes la aureola de líder de primer orden en la política de su país.


El proceso revolucionario iniciado en Portugal en abril de 1974 alertó y alarmó a EEUU y sus aliados. Eso llevó a la necesidad de una reconducción, en la que Soares y su recién creado partido jugaron un papel decisivo. Se trataba de llevar dicho proceso desde su radicalidad de tintes socialistas, con la intención incluso de la salida de la OTAN, hacia el cauce de los regímenes parlamentarios occidentales, sin poner en duda el estado de cosas principal, es decir, el capitalismo y su alianza militar occidental. Eso se pudo ver cuando el PSP, con Soares a la cabeza, ganó las elecciones de 1975 (37,9% de los votos) y sobre todo las de 1976 (35%), mientras que los grupos defensores de la revolución se quedaron por debajo, como fue el caso del PCP (12,5% y 14,4%, en cada año) y los más radicales (4% y 4,8%).

Fue en el periodo transcurrido entre la primavera y el otoño de 1975 cuando tuvo lugar una intensa confrontación política y social, iniciada en marzo con el intento de golpe de Spínola, precisamente en las semanas previas a las primeras elecciones generales. Luego le siguieron las movilizaciones obreras en las áreas industriales y las campesinas en las regiones meridionales, con el contrapunto de las organizadas por los grupos conservadores en la mitad norte del país, donde el caciquismo, la pequeña propiedad agraria y la Iglesia Católica gozaban de mayor presencia.

Soares fue ministro de Asuntos Exteriores hasta marzo de 1975. Llegó a formar parte del gobierno presidido por Vasco Gonçalves, bajo el cual se había puesto en práctica una reforma agraria antilatifundista, nacionalizado los principales sectores económicos y descolonizado la mayor parte de las colonias. Pero dimitió precisamente cuando Spínola intentó una marcha atrás en el proceso revolucionario. A finales de año cayó el gobierno de Gonçalves y luego, en septiembre de 1976, presidiendo su primer gobierno, se inició el progresivo desmantelando de las medidas económicas y sociales adoptadas con anterioridad. 

A la cabeza del gobierno entre 1976 y 1978, en dos periodos cortos sucesivos, lo fue una tercera vez a mediados de los ochenta, para a continuación ser elegido por dos veces presidente de la república, entre 1986 y 1996. Soares fue, por tanto, el principal agente político en la reorientación de un proceso revolucionario que se había tornado peligroso para EEUU y sus aliados. Resulta lógico que a su muerte, como ya se hizo en vida, le reconozcan sus méritos. El capitalismo y el atlantismo tienen sus propios héroes, y Soares es uno de ellos.