martes, 17 de mayo de 2016

Juan Rosell y su mundo sin trabajo fijo y seguro

"El trabajo fijo y seguro es un concepto del siglo XIX", es la frase que ha pronunciado hoy Juan Rosell, presidente de la CEOE. Forma parte de ese tipo de frases al gusto de quienes dirigen las asociaciones patronales en este país -me imagino que como en otros-, como lo de trabajar más y ganar menos de Gerardo Díaz Ferrán, anterior presidente de la CEOE; lo de no fiarse de un empresario que le pagara en negro de Arturo Fernández, presidente de la patronal madrileña; lo de no contratar a mujeres en edad de procrear de Mónica Oriol, presidenta del Círculo de Empresarios... Lo dicho por Rosell no es una ocurrencia, porque pertenece a uno de los dogmas del neoliberalismo imperante: el abaratamiento extremo de la mano, a la vez que el aumento de los beneficios del capital. El siglo XIX, el momento en que el precio de la mano de obra asalariada en el mundo occidental, que aumentaba a medida que desaparecían otras formas de explotación y crecía la población ante el descenso de la mortalidad, resultaba altamente barata. Y no sólo porque los salarios fueran de subsistencia, sino por las elevadas jornadas laborales, la desprotección social, el uso desmesurado mano de obra infantil e incluso, en la periferia del sistema, el empleo de mano de obra esclava. Un siglo, empero, en que quienes vendían su fuerza de trabajo aprendieron a resistir y luchar, acumularon experiencias y crearon sus propias organizaciones. Fueron sentando las bases de lo que con el tiempo, en ese mismo siglo y en el siguiente, cristalizó en forma de derechos sociales. Los mismos que se están desmantelando en los últimos años. En la línea de lo que ha dicho el señor Rosell, que en su modernidad sueña con la arcadia feliz de un mundo sin trabajo fijo y seguro. Un mundo a la medida, eso sí, de sus amos.