martes, 16 de diciembre de 2014

Innovación y tradición en Kandinsky

El siglo XX ha sido el más convulso de la historia. En él han convergido el colonialismo, numerosas guerras –dos de ellas mundiales-, revoluciones, dictaduras, miseria, hambre…, presentes de una forma permanente. A la vez ha sido un siglo de grandes esperanzas, de manera que el reconocimiento de los derechos humanos y la mejora de las condiciones de vida de la gente han movilizado a millones de personas. El mundo del arte no ha sido ajeno a todo ello. Los conflictos y las transformaciones económicas, sociales y políticas habidas han incidido en su mundo, dando lugar a una nueva etapa en su evolución en Europa, el mundo occidental y el resto del mundo.

Se ha producido una clara ruptura clara con los cánones de otras épocas, expresada a través de una gran diversidad de formas y visiones que se han sucedido y coexistido: los “ismos”. Creación y experimentación han ido más unidas que nunca, en la búsqueda de nuevas formas, materiales, técnicas, valores, temas, significados... Los y las artistas se han sentido más libres que en ningún otro momento de la historia, lo que ha conllevado una mayor difusión y conocimiento de sus obras, facilitado por las crecientes demandas políticas y culturales de la sociedad.

Kandinsky es uno de lo exponentes de  los cambios que se sucedieron desde los primeros momentos. Su atracción por el mundo del arte fue la causa del abandono de su carrera como jurista. Según él fue el encuentro con la obra de Monet en una exposición en Moscú lo que llevó a trasladarse a Alemania, donde inició, a modo de vocación tardía, su formación académica. Pronto descubrió que el formalismo académico no llenaba sus pretensiones, lo que le fue acercando al fauvismo, tan en boga en el país vecino del suroeste. Los colores llamativos y las formas libres esparcidas con la espátula se acomodaban mejor a su modo de concebir el arte. Si su estilo apuntaba al atrevimiento, sus preferencias temáticas, sin embargo, se inspiraban en las tradiciones rusas y alemanas. Casi de una forma natural, su pintura se fue integrando dentro del movimiento expresionista que estaba desarrollándose en los países nórdicos y especialmente en la propia Alemania. Fue uno de los integrantes del grupo Der Blaue Reiter (El Jinete Azul), algo más tardío en su nacimiento que el otro grupo expresionista alemán, Die Brucke, más crítico en sus planteamientos y en su mensaje.

En medio de su formación/creación artística Kandinsky vivió en 1908 un nuevo episodio entre vital y anecdótico, esta vez como consecuencia de la percepción que tuvo de una de sus obras, colocada lateralmente y vista de improviso entre la penumbra. Dos años más tarde pintó su primera “improvisación”, la primera obra abstracta moderna, donde se despojó de toda atadura formal. Dio rienda suelta no tanto a su imaginación, como a la exteriorización de su mundo interior a modo de estímulos para que quienes observaran sus obras sintieran la emoción y la belleza.

Influido por el pensamiento filosófico de Bergson y los historiadores del arte  Worringer y, luego, de Strzigowsky, quiso romper con los cánones occidentales surgidos en el Renacimiento y desarrollados en occidente, defendiendo un arte irracional que irradiara la fuerza espiritual. Partiendo del misticismo ruso, buscó aunar lo que consideraba el fondo común de todas las religiones. En su opúsculo De lo espiritual del arte, de 1912, escribió lo siguiente: “El artista, comparado con el que no lo es, tiene tres responsabilidades: 1° ha de restituir el talento que le ha sido dado; 2° sus actos, pensamientos y sentimientos, como los de los otros hombres, conforman la atmósfera espiritual, la aclaran o la envenenan; 3° sus actos, pensamientos y sentimientos, que son el material de sus creaciones, contribuyen a su vez a esa atmósfera espiritual”.

En 1914 regresó a Rusia y con el triunfo de la revolución bolchevique intentó sumarse a los cambios políticos. Pero su concepción del arte no fue capaz de adaptarse. Su espiritualidad resultaba excesiva en un momento en que las vanguardias artísticas rusas se mostraban tan activas y creativas. No concordó ni con el constructivismo, más extremo en la asociación entre forma y funcionalidad, y ni siquiera con el suprematismo, pese a ser más permeable a acoger la sensibilidad espiritual. Estas tendencias pujaban por la inmediatez de los mensajes políticos y el geometrismo de las formas, todo ello imbuido de una materialidad y una racionalidad que le resultaba si no antagónica, al menos muy lejana.

Después de impartir la docencia durante un tiempo, en 1921 acabó regresando a Alemania, invitado por Walter Gropius para integrarse en al escuela de la Bauhaus. Los años siguientes fueron de cierta placidez, desarrollando su concepción artística, a la vez que intentaba transmitir desde la docencia la sensibilidad del manejo del color y la necesidad de la expresión de lo que consideraba más profundo del alma humana. Empezó a acercarse a las formas geométricas simples de círculos, triángulos, espirales o líneas rectas, como si quisiera  participar de la explosión de geometrismo dominante del arte europeo presente en la abstracción de los Mondrian, Malevich, Delaunay, Rodchenko  y tantos otros, y hasta el cubismo de Picasso, Bracke o Gris. Profundizó en sus planteamientos teóricos en una nueva obra: Punto y línea sobre el plano. Desde esos tres elementos geométricos fue aplicando nuevas interrelaciones entre la forma y el color. Pese a ello, en lo que empezó a denominar ya como composiciones, siguió fiel en su tarea de provocar estímulos y mantuvo la distancia de lo que para él era un arte frío y racional, como apóstol de su abstracción irracional cargada de espiritualidad, a la que también se ha calificado de lírica. 

Tachado de artista degenerado con la llegada del nazismo al poder, se exilió a Francia en 1934, en cuya capital acabó sus días diez años más tarde. La pintura que se desarrolló tras la Segunda Guerra Mundial le debe mucho a Kandinsky. El expresionismo abstracto que fraguó en EEUU recibió una cuota importante en la manera de concebir unas formas y unos colores libres de ataduras académicas. No así, sin embargo, en la idea de fondo que subyacía en su obra. Y es que el arte de los Pollock y compañía estaba muy empañado de dólares. 

Kandinsky ha sido un artista importante. Portador de un atrevimiento sin parangón a la hora de expresar las formas teñidas de colores, pero miedoso para hacerlas rompedoras de ciertas ataduras del pasado. Bendita contradicción, pese a todo.
    

Bibliografía de referencia  

Argan, Giulio Carlo (1977). El arte moderno. La época del funcionalismo. La crisis del arte como "ciencia europea". Fernando Torres Editor, Valencia.
Düchting, Hajo (2007). Vassily Kandinsky (1876-1944). Una revolución pictórica. Taschen/El País, Madrid. 
Kandinsky, Vassily (1989). De lo espiritual en el arte. Premia Editora S.A., México D.F. En http://fundamentos1.bellasartesupr.org/Lecturas_files/Kandinsky-de-lo-espiritual-en-el-arte.pdf (consultado el 12-07-2014).
Vicens, Francesc (1975). Arte abstracto y arte figurativo. Salvat, Barcelona.


(Fotografía: Vassily Kandinsky, La primera acuarela abstracta