sábado, 12 de noviembre de 2011

Una confesión política

Estamos en plena campaña electoral. El próximo día 20 es el día señalado para ir a votar. Hay quien no lo va a hacer, que va a optar por votar en blanco o incluso que buscará el voto nulo. Yo siempre he ido a votar (referendos, generales, municipales, autonómicas y europeas) desde que tuve ocasión de hacerlo por primera vez en el referéndum constitucional de diciembre de 1978. Un año antes, con 18 años, no pude hacerlo en las elecciones del 15 de junio, lo que me dio mucha rabia. Mi orientación política me ha llevado siempre a votar por opciones de izquierda, pero nunca por el PSOE, siempre a su izquierda. Voté las primeras veces a mi partido de juventud, el PTE. Luego, en 1982 y siguientes, al PCE. Desde que se fundó IU en 1986, a la que estuve afiliado entre 1995 y 2008, no he dejado de votarla, excepto en dos ocasiones, al principio, que opté muy conscientemente en las europeas -y que nadie se escandalice- por HB. 

Repito, nunca he votado al PSOE. No me vi atraído en 1982 por los cantos de sirena del PSOE, que obnubiló a buena parte -que no significa la totalidad, ni siquiera la mayoría- de lo que fue el electorado y la militancia del PCE y los partidos que había entonces a su izquierda. Lo hice desde la consideración, propia de la tradición comunista, que el PSOE representaba el reformismo, con el que se podía pactar, pero no integrarse. Los hechos me dieron la razón y por demás, pues ese partido llevó a cabo una política económica y exterior lejana de la tradición socialdemócrata, de una clara integración en el sistema occidental (capitalismo, atlantismo, europeísmo...) e incluso dentro de los nuevos vientos neoliberales que desde el oeste (el Reino Unido de la Thatcher y los EEUU de Reagan) iban llegando a Europa. González fue uno de los pioneros de lo que llegó a llamarse socialismo liberal -durante un tiempo, eso sí- , que tuvo entre sus seguidores al alemán Schroeder y al británico Blair.

Han pasado muchos años. En España gobernó el PP durante ocho años, siguiendo al principio la senda marcada por el PSOE y apretando fuerte la tuerca desde 2000, cuando consiguió la mayoría absoluta. Parte de ese exceso fue la clave de su derrota, sobre todo cuando Aznar se alió a los guerreros del oeste liderados por Bush jr. y Blair. Los atentados del 11 de marzo de 2004, directamente relacionados con nuestra participación en la guerra de Iraq, abrieron las puertas a Zapatero. Siendo por su programa un social-liberal y rodeado de gente, aunque nueva, de esa familia (Sevilla, Sebastián, Jiménez, Caldera...), se encontró de golpe con las movilizaciones  que los sindicatos y los antibelicistas protagonizaron contra la política del gobierno del PP. Zapatero lo aprovechó para sumarse a ellas - de ahí le vino el mote de "pancartero" que salió desde la derecha rancia- en un ejercicio de claro oportunismo. Los atentados de 2004, en plena campaña electoral, llevaron a buena parte del electorado de izquierdas a reorientar su opción electoral. Así, desde la abstención se sumaron numerosos votos al PSOE, completado con una buena proporción desde IU, lo que le dio el triunfo in extremis el 15 de marzo.

Recuerdo bien la noche del 15 de marzo, cuando supimos los resultados de las elecciones, y la mañana del día siguiente. Al margen del alivio que invadió a mucha gente de izquierdas por la derrota del PP, más que triste, que lo estuve, me sentí humillado. Tanto trabajo realizado, tanto tiempo dedicado para luchar contra las políticas de derecha del PP, y antes  PSOE, para que al final hubiera gente que cambiase su voto de IU para dárselo al PSOE. Lo que podía ocurrir ya lo había intuido en la mañana electoral, cuando a primera hora llegó una persona que se confesó votante de IU de siempre, pero que iba a hacerlo por el PSOE porque en ese momento lo más importante era parar al PP. En ese sentido también se pronunciaron días después Pilar del Río, compañera de Saramago, y gente del mundo del arte, como Miguel Ríos, Joaquín Sabina... Fue un comportam¡ento que cuatro años después, en 2008, se hizo más explícito y que tuvo como imagen electoral la foto de los "artistas de la ceja", incluido el apoyo de personajes de relieve como el propio Saramago. Los resultados fueron similares a los de 2004, por lo que, de nuevo, se alejó para mucha gente el fantasma de la derecha.

Pero lo ocurrido realmente desde entonces, que merece un análisis propio y más extenso, ha sido una constatación de lo esperado. Victorioso, Zapatero supo actuar con astucia en los primeros momentos. No rompió con lo fundamental, pero hizo gestos de cara al electorado que le había aupado al gobierno. Su política general estuvo dentro de los cánones del social-liberalismo, huyendo de los "excesos" de Aznar, salteado por algunas medidas progresistas, en su mayoría fuegos de artificio, que sirvieron para contentar a quienes le permitieron auparse al gobierno. Las medidas que el gobierno de Zapatero ha tomado en plena crisis económica no han hecho más que certificar su naturaleza: las que le dictan en las instituciones internacionales del capitalismo (FMI, BM) y en las altas esferas de la UE.

El malestar ciudadano es grande. Hay gente que se cree que el PP va a suponer el cambio. Lo será en la medida que imprimirá, como ya hiciera Aznar y están haciendo en las comunidades autónomas donde gobiernan, una mayor intensidad a las medidas neoliberales. Tiene la fortaleza de sus apoyos tradicionales (ese cuerpo electoral de nueve millones de votos), pero que le han resultado insuficientes para ganar. En todo caso, en el clima de frustración e impregnación ideológica neoliberal en la vida cotidiana se encuentra la clave de la más que previsible victoria del PP. Su previsible crecimiento en Cataluña, por ejemplo, no es ajeno a ello, aprovechando el mensaje españolista como cebo entre la población inmigrante española. Las derechas nacionalistas (CiU, PNV, CC) seguirán fuertes, aunque el PNV corre el riesgo de ser superada por la coalición Amaiur. Va a haber también quien opte por la ambigua UPyD, que seguirá arañando votos al PSOE y al abstencionismo fatuo. 

Entre el electorado de izquierdas va a haber retraimiento de una parte importante, descontenta con el gobierno, pero sin atreverse por una mayor radicalidad. Es previsible la recuperación de IU, con una mayor número de votos de IU, aunque está por ver de dónde saldrán. Le favorece en parte su esfuerzo por coaligarse con algunos grupos nacionalistas y ecologistas menores, especialmente en Aragón tras su acuerdo con la Chunta Aragonesista. También le puede favorecer el apoyo público que está teniendo de gente del mundo de la cultura. Como ya se vio en las elecciones municipales, se prevé que se mantengan, aunque desigualmente, los resultados de los grupos nacionalistas de izquierda: bajada de ERC, mantenimiento del BNG y subida de Amaiur, que puede convertirse en la primera fuerza política del País Vasco y, junto a Navarra, de las cuatro provincias del sur de Euskal Herria. Está por ver qué grado de aceptación tendrá Equo y similares (el Compromis valenciano), que aúnan parte de los grupos ecologistas, antiguos militantes de IU y sectores nacionalistas. También, aunque con escasas posibilidades, Izquierda Anticapitalista, muy activa en estos días en su esfuerzo por obtener apoyos en la izquierda más radical.

¿Y qué pinta aquí el movimiento del 15M? Sinceramente, no lo sé. Faltan estudios serios de su relación con los procesos electorales. Quizás el 20 de noviembre nos pueda aportar más datos. Puede que esté llevando a mucha gente del abstencionismo o del voto en blanco a la participación y el voto a grupos concretos. Parte puede irse a opciones como UPyD, por aquello de la heterodoxia de sus caras públicas. La mayoría quizás vaya a grupos de izquierda. Los esfuerzos de IU, Equo o IA por atraer ese voto son claros. No debemos olvidar que parte de su militancia trabaja en el movimiento. En algunos casos hay candidatos que provienen de ese movimiento o que, siendo militantes políticos, están destacando en él.    

Mi opción está clara. No estoy afiliado ahora a IU, pero me considero parte de ella. Es cierto que hay cosas que no me gustan y que critico, pero no voy a entrar ahora en ello. Considero que donde vivo IU es la opción que más apoyo se merece y la que más se ajusta a lo que deseo. Conozco a mucha de su militancia y de sus dirigentes. En su mayoría es de conducta intachable. Su entrega generosa, prestando mucho de su tiempo y esfuerzo, no se corresponde con la imagen que da tanto profesional de la política que, además de las decisiones que toman, viven de ella, en muchos casos enriqueciéndose y en la mayoría obteniendo importantes beneficios personales. Sé que sufren cuando no sienten el apoyo de la gente -yo lo he sufrido y es muy duro-, mereciendo más. Han sufrido en algunos casos campañas insidiosas, como ocurrió con Julio Anguita. El mismo que denunció las políticas neoliberales de los gobiernos de González.  El mismo que, siendo dirigente político, cobraba el equivalente a  su sueldo de maestro, que luego regresó a su puesto de trabajo en el instituto o que ahora sólo recibe la pensión que le corresponde de su profesión.  

Invito a leer el programa y ver los vídeos electorales de IU (por ejemplo, en la página www.izquierda-unida.es), donde se muestran apoyos y argumentos a tener en cuenta. También invito -¿por qué no?- a que la votéis. ¿O es que nos resignamos a más de lo mismo?