El actor Javier Bardem ha acudido a la sede de las Naciones Unidos en Nueva York para solicitar el apoyo a la causa del pueblo saharaui. Lo ha hecho acogiéndose a una de las formas establecidas: como solicitante privado. Y allí se ha plantado para solicitar que se cumpla el plan de paz acordado en el Consejo de Seguridad en junio de 1991, basado en un informe del Secretario General. En otras cosas, se estableció la creación de una misión internacional (la MINURSO), la convocatoria de referéndum para 1992, la actualización del censo elaborado por España en 1975 o el regreso de la población refugiada en Argelia. Meses después, en septiembre, se fijó un alto el fuego por las dos partes. El gobierno marroquí, no obstante, rechazó el plan. El referéndum acabó aplazándose al año siguiente. En 1997 se reactivaron las negociaciones, con la participación activa de James Baker en nombre del Secretario General de la ONU. Se establecieron nuevas condiciones, que sólo apoyó la parte saharaui, y se fijó un nuevo referéndum para 1998, aplazado luego para el 2000.
Desde entonces se ha avanzado poco. Hemos ido sabiendo más de la represión contra la población saharaui en las zonas ocupadas por Marruecos. Una represión permanente y muy dura. Tuvo repercusión internacional el caso Aminatu Haidar hace dos años. La muerte hace un año de Nayem, de 14 años, por disparos del ejército. O los sucesos de El Aaiun en noviembre, con el desmantelamiento violento del campamento levantado.
Me parece muy buena la iniciativa de Javier Bardem en favor del pueblo saharaui. No es la primera vez que lo hace, como tampoco por otras causas. No es el único de su familia comprometido. Sin más, su madre, Pilar, y, por supuesto, su tío Juan Antonio, cineasta de altura. Tampoco el único famoso. No podemos olvidarnos del papelón que está haciendo Wily Toledo. Dando ejemplo, pese a lo difícil que resulta en asuntos tan controvertidos como el del Sáhara Occidental.