Con la segunda parte del título de la entrada empieza la presentación que hace su autora del libro Por mujer. Una historia desigual (Tafalla, Txalaparta, 2025), de Cristina Gutiérrez-Meurs. Obra de una mujer polifacética que aúna en su vida (y en este trabajo) la escritura, el arte y el activismo. Me ha gustado y mucho. Nos ofrece un repaso de lo vivido y sufrido por las mujeres a través del tiempo, ilustrado con obras de arte suyas. Y aparecen protagonistas concretas, que ejemplifican lo colectivo, y se nombra también a personajes masculinos, instituciones y normas que ponen de relieve el peso del patriarcado y la opresión y/o denigración de las mujeres.
El libro se inicia y acaba con la artística plástica alemana Käte Kollwitz autora de obras que, no por memorables, son tristemente poco conocidas, denunciando, así, la ausencia de las mujeres en los libros manuales de arte. Luego, en diferentes espacios del libro, van desfilando, para reivindicarlas, diferentes figuras. Como María Moliner, autora de Diccionario de uso del español, que escribió entre los huecos que le quedaban de sus quehaceres como bibliotecaria y ama de casa. Christine de Pizan, que en el siglo XV escribió La Cité des Dames [La Ciudad de las Damas], denunciando la misoginia reinante desde siglos atrás y haciendo valer el valor de las mujeres para estar presente en la vida pública. Marcella Pattijn, una beguina del siglo XX que hasta muerte en 2013 ha encarnado una larga tradición, proveniente de la Edad Media, de un grupo de religiosas que "esquivaron el papel segundón que la Iglesia católica viene otorgando a las féminas". Victoria Kent, impulsora durante la Segunda República de una reforma en el mundo carcelario, con mejoras para las mujeres, y condenada a vivir en el exilio a partir de 1939. Tomasa Cuevas, comunista duramente castigada y hasta exiliada, que se atrevió a recopilar con su grabadora las historias contadas por cientos de mujeres que sufrieron su misma suerte. Las Trece Rosas, esas mujeres militantes de las Juventudes Socialistas Unificadas, acusadas falsamente de asesinato, que fueron ejecutadas en Madrid en agosto de 1939...
No se olvida de las brujas y la brujería de allende los tiempos. Esas mujeres que actuaron como "comadronas, herboristas y sanadoras" en un mundo que impedía a las mujeres acceder a los estudios reglados de cada momento. Estigmatizadas en lo más negativo (lujuria, herejía...), fueron sospechosas casi siempre y con frecuencia brutalmente castigadas. Entre los textos que contribuyeron a ello, está el Malleus maleficarum, que se cree que fue obra de dos inquisidores dominicos del siglo XV: Henrico Institoris y Jacobo Sprenger.
No faltan personajes masculinos que, de obra y/o palabra, condenaron a las mujeres. Bebiendo de fuentes como la Biblia, Aristóteles, Agustín de Hipona o Tomás de Aquino, se pone los ejemplos de Juan Luis Vives, que escribió en el siglo XVI cosas como éstas: "quiero que [la mujer] aprenda por saber, no por mostrar a los otros que sabe, porque es bien que calle, y entonces su virtud hablará por ella". O, en el mismo siglo, Fray Luis de León: "Como son los hombres para lo público, así las mujeres para el encerramiento; y como es de los hombres el hablar y el salir a la luz, así de ellas el encerrarse y el cubrirse". O, en 1926, Gregorio Marañón: "la mayoría de las mujeres -y hablo ya principalmente de España- , van a la maternidad, y la practican luego, henchidas del más puro y entrañable instinto materno, pero en un grado insólito de desconocimiento de la trascendencia de su misión".
Mención aparte es el caso de Antonio Vallejo Nágera, un psiquiatra militar que durante la guerra y la postguerra puso en práctica un terrorífico plan contra el "gen rojo" y, por ende, las mujeres "rojas". Inspirado en las doctrinas nazis de la selección de la raza y la eugenesia, dirigió varios "experimentos" a través de las mujeres recluidas en varios centros penitenciarios, como la Cárcel de Mujeres de Málaga. Y entre sus perlas negras escribió: "La idea de las íntimas relaciones entre marxismo e inferioridad mental ya la habíamos expuesto anteriormente (...). La comprobación de nuestras hipótesis tiene enorme trascendencia político-social, pues si militan en el marxismo de preferencia psicópatas antisociales, como es nuestra idea, la segregación de estos sujetos desde la infancia podría liberar a la sociedad de plaga tan terrible". Toda una conceptualización con ligazón directa en el robo de bebés de esas madres. Décadas después Argentina fue otro de los escenarios de tan nefasta práctica.
Por otro lado, Gutiérrez-Meurs introduce un original recurso narrativo a través de lo que denomina collages, retomando una técnica propia del mundo artístico. En su caso, yuxtapone voces diversas a modo de "un diálogo o una polifonía". En el primero de los collages platican a dos voces el psiquiatra nazi Antonio Vallejo Nágera y el el inquisidor dominico Institoris. En el segundo, bastante más largo, las que hablan son las mujeres represaliadas durante la dictadura, que sacan a la luz lo vivido en las cárceles y fuera de ellas (rapado, tortura, robo de bebés, asesinatos, marginación, pobreza..., pero también redes de solidaridad). Y en el tercero sus protagonistas son las mujeres y familiares que sufrieron uno de los capítulos más infames de la dictadura, con prolongación en años posteriores, y que fue el robo de bebés en las cárceles, primero, y en las clínicas, después.
Merece la pena leer el libro y no olvidar lo que contiene. Como se pregunta en muchos de sus versos, como éstos:
¿Cuánto duele tu miedo?
¿Cuánto duele perder tu voz?