Ayer presenté, en la Biblioteca Municipal, el libro Manuel Abel Romero (1905-1936): más sobre la vida y el asesinato del maestro de Zahara de los Atunes. El acto de resultó muy emotivo, entre otras cosas porque estuvieron presentes varios familiares, que se desplazaron desde Madrid, Sevilla y Huelva. Antes del comienzo visitamos la que fue la antigua escuela del pueblo, donde dio clases y vivió Manuel. Fue presentado por Agustín Conejo, alcalde de Zahara de los Atunes, y Javier Rodríguez Cabeza y Francisco José Guerrero Rodríguez, presidente y vicepresidente de la Mancomunidad de La Janda, organismo que se ha encargado de la edición del libro.
Manuel Abel Romero nació en 1905 en Bonanza, perteneciente al municipio de Sanlúcar de Barrameda, y precisamente fue en su casa familiar, donde pasaba sus vacaciones, cuando, según el testimonio de su hermana María Teresa, fue detenido el 22 de agosto y luego conducido a Puerto Real. Siguiendo el relato de la hermana, el paraje conocido como "Pino Gordo" fue el lugar de su asesinato. Según me ha informado Lázaro Lagóstena, profesor de la Universidad de Cádiz y especialista en arqueología, ese lugar estaría situado en el barrio de Jarana del municipio puertorrealeño.
La persona que fue a detenerlo en Bonanza, era un teniente de Carabineros de Vejer de la Frontera conocido como "el Choco". Un día antes había sido asesinado en las proximidades de Barbate Francisco Tato Anglada, que era su alcalde pedáneo. Y la persona de la que se ha hablado como responsable de su muerte pertenecía al mismo cuerpo de orden público y llevaba el mismo apodo.
Maestro desde 1930, Manuel Abel Romero tuvo su primer destino en la pequeña localidad de Fonteta, dentro del municipio asturiano de Allande, contiguo a la provincia de Lugo. Allí permaneció unos tres meses, hasta que a finales de noviembre fue destinado a Zahara de los Atunes, próxima a Barbate y que por entonces formaba parte del municipio de Vejer de la Frontera.
Se instaló en la casa aneja a la escuela y estuvo acompañada de sus hermanas Rosario y María Teresa. Además de su dedicación a la labor docente, de la que dejó el recuerdo en antiguas alumnas, mostró una gran sensibilidad social y se adaptó a la vida con sus vecinos. Se desplazaba algunas noches a dar clases al cortijo próximo conocido como "Quebrantanichos" y acudía regularmente a la "peñita o local del partido", pues tenía ideas socialistas.
Eso último explicaría dos hechos. El primero, que algunos padres dejaron de enviar a sus hijos e hijas a la escuela, recibiendo clases en el despacho parroquial por el coadjutor de la iglesia, Manuel Benítez López. Y el segundo, que durante las elecciones de febrero de 1936, participando como interventor del Frente Popular, mantuvo un enfrentamiento con un oficial de de la Guardia Civil, que estaba repartiendo "papeletas de un partido de derechas de Gil Robles".
Tras su muerte, sufrió un proceso de depuración, que fue abierto por la Comisión Provincial de Cádiz en septiembre de 1937. Entre la información recogida se encontraba la del padre Manuel López Benítez, que no dudó en señalar que "demostró en su actuación en esta aldea tanto oficial como particularmente simpatías con las ideas socialistas y las propagó". O la del comandante del puesto de la Guardia Civil de Barbate, para quien "observó malísima conducta social, perteneciendo al partido socialista, siendo un gran propagandista y dirigente de dicha política en la referida Aldea".
El expediente depurador se cerró en diciembre de 1939 por parte de la Comisión Superior dependiente del Ministerio de Educación Nacional. Se sabía que había sido "fusilado", pero se resolvió con "la separación definitiva del servicio y baja en el Escalafón correspondiente".
Dos después el Juzgado Provincial de Responsabilidades Políticas le abrió un expediente judicial y al año siguiente pasó al Tribunal Regional.
Al principio del golpe militar José María Pemán fue rotundo sobre lo que se pretendía. Como delegado de Cultura y Enseñanza de la Junta Técnica del Estado, que presidía Francisco Franco, pronunció estas palabras:
Eso último explicaría dos hechos. El primero, que algunos padres dejaron de enviar a sus hijos e hijas a la escuela, recibiendo clases en el despacho parroquial por el coadjutor de la iglesia, Manuel Benítez López. Y el segundo, que durante las elecciones de febrero de 1936, participando como interventor del Frente Popular, mantuvo un enfrentamiento con un oficial de de la Guardia Civil, que estaba repartiendo "papeletas de un partido de derechas de Gil Robles".
Tras su muerte, sufrió un proceso de depuración, que fue abierto por la Comisión Provincial de Cádiz en septiembre de 1937. Entre la información recogida se encontraba la del padre Manuel López Benítez, que no dudó en señalar que "demostró en su actuación en esta aldea tanto oficial como particularmente simpatías con las ideas socialistas y las propagó". O la del comandante del puesto de la Guardia Civil de Barbate, para quien "observó malísima conducta social, perteneciendo al partido socialista, siendo un gran propagandista y dirigente de dicha política en la referida Aldea".
El expediente depurador se cerró en diciembre de 1939 por parte de la Comisión Superior dependiente del Ministerio de Educación Nacional. Se sabía que había sido "fusilado", pero se resolvió con "la separación definitiva del servicio y baja en el Escalafón correspondiente".
Dos después el Juzgado Provincial de Responsabilidades Políticas le abrió un expediente judicial y al año siguiente pasó al Tribunal Regional.
"no se volverá a tolerar, ni menos a proteger y subvencionar, a los envenenadores del alma popular primeros y mayores responsables de todos los crímenes y destrucciones que sobrecogen al mundo y han sembrado de duelo la mayoría de los hogares honrados de España".
Bastantes años después, durante la Transición, Pedro Sainz Rodríguez, que en enero de 1938 asumió el cargo de ministro de Educación Nacional, lejos de dar muestras de autocrítica, declaró a un periodista conocido acerca de las personas dedicadas a la docencia:
"Es que eran gente muy mala, hijo mío, gente muy mala".
Junto a la labor de documentación que he realizado a través de la consulta en archivos o publicaciones oficiales, y la lectura de obras históricas, no puedo por menos que mostrar mi agradecimiento a varias personas. A Francisco Javier Hernández Navarro, que me cedió amablemente la transcripción de la conversación mantenida hace unos años con María Teresa Abel Romero y testigo de tantas vivencias junto a su hermano, además de varias fotografías. También, a Cristina Abel Núñez, sobrina nieta; Eugenio Abel Maroto, sobrino; y Frutos Maroto Hernández. Los tres han aportado testimonios que han ayudado a reconstruir parte de su vida. Y, por supuesto, a Encarna Pacheco Rodríguez, transmisora de vivencias en Zahara de los Atunes de antiguas alumnas del maestro.


