Murió Mariano Gamo, otro cura rojo, fiel a la realidad que le tocó vivir
Me enteré ayer de la muerte de Mariano Gamo. Fue etiquetado durante los años del tardofranquismo, como "cura obrero", "cura rojo", "cura comunista"... No tan rara avis, pues, como tantos otros, no sólo dieron un giro en sus vidas personales, sino que participaron en dar un giro histórico en el seno de la Iglesia Católica española, que desde siglos atrás formaba parte del poder dominante. La misma que aportó a la guerra de clases de 1936-1939 el calificativo de Cruzada y que acabó convirtiéndose en uno de los pilares de la dictadura franquista. Y nadie más que él pudo comprenderlo, siendo hijo de un fusilado por "los rojos". A comienzos de los años sesenta se hizo eco de lo que se proclamaba en el Concilio Vaticano II. Como hicieron José María Llanos, Díez-Alegría, Francisco García Salve, Pere Casaldáliga... Pero fue, ante todo, en la parroquia de Moratalaz, un barrio obrero de Madrid, donde se puso en contacto con la realidad. Conoció la miseria en la que vivía la gente humilde y trabajadora: explotación, engaños, incultura, arbitrariedades, abandono... Fue donde convirtió su parroquia en la Casa del Pueblo de Dios. Donde acogió a quienes luchaban por la justicia y la libertad. Donde fue detenido, para al final ser condenado y encarcelado. En los años setenta llegó a militar en la ORT, un partido comunista de corte maoísta, y se presentó en sus filas como candidato en 1977. Luego, encauzada la Transición, cuando vino la crisis de la izquierda radical, no se movió de su compromiso de dos décadas atrás. Se mantuvo en el comunismo, esta vez a través del PCE, y asumió en los años noventa ser diputado de Izquierda Unida en la Asamblea madrileña. Y es que, como dijo hace unos años, se mantuvo fiel a la realidad que le tocó vivir.