miércoles, 12 de julio de 2023

Gaillac, la Galhac occitana, en el corazón de los viñedos que le dan fama


Sabía de Gaillac -en occitano, Galhac- por la fama de sus vinos. En el viaje de ida y vuelta en tren entre Albi y Toulouse estuvo entre las estaciones de paso, pero fue en el regreso de la visita a Montauban y Moissac cuando decidimos hacer un alto en el camino para conocerlo. Fue un paseo breve, pero bonito y hasta fructífero, esto último sobre todo después de haberme informado con posterioridad de algunos pormenores de su historia.

Se dice que el origen de su fama proviene de la época romana, cuando el vino elaborado desde sus viñedos se extendió por los dominios de ese mundo. Tampoco podemos dejar de lado la presencia de la orden benedictina en el lugar. Fue en el siglo X cuando se construyó la abadía dedicada a Saint Michel, dependiente, al igual que la vecina de Moissac, de la matriz de Cluny. Si ésta fue clave en el proceso de difusión del románico por el occidente europeo, los monjes de Gaillac supieron esmerarse en el cuidado de los vinos. Y en lo que respecta a la arquitectura, como ocurre en tantos edificios de la región occitana, el ladrillo es el material que se empleó como base de las obras y por ello el color rojizo es el que sobresale en todo el pueblo.

La huella del románico apenas está presente en Saint Michel. Puede contemplarse en el sencillo  pórtico del templo, con jambas de capitel corintio y arquivoltas de medio punto. La remodelación gótica habida en el siglo XIII, primero, y las vicisitudes sufridas durante la segunda mitad del XVI, después, alteraron lo que se erigió en un primer momento. 

Y fue precisamente lo ocurrido en esa segunda mitad del XVI lo que marcó un segundo momento de la historia de Gaillac, por ser uno de los escenarios de la guerra habida entre dos facciones religiosas, la católica y la hugonote, que asoló Francia. La segunda, con vinculación a la doctrina calvinista, dio muestras de su furor iconoclasta destruyendo cuantas imágenes reflejaran lo que consideraban signos de idolatría. Afectó a la abadía de Saint Michel y también a la iglesia de Saint Pierre, cuya construcción se había iniciado en el siglo XIII. 

Saint Pierre, además, fue objeto de un reforzamiento en su exterior, a modo de fortaleza, por los fieles seguidores hugonotes que resistieron hasta su desalojo de la localidad por las tropas de quienes a la postre acabaron llevándose la victoria. Entre el maremágnum de acontecimientos -incluidas las disputas dinásticas y nobiliarias, así como las matanzas sobre hugonotes- el Edicto de Nantes de 1598, dictado por Enrique IV, certificó un periodo de tolerancia religiosa, que, hasta su derogación por Luis XIV, duró casi un siglo.  


Lo gótico se respira en Saint Pierre en su pórtico abocinado y de arcos apuntados o en las bóvedas de crucería del interior. La torre elevada que flanquea la fachada por su derecha, construida en el siglo XIV, tiene más una apariencia de bastión de vigilancia que de un campanario. 


Pacificado el país tras décadas de enfrentamientos, el templo conoció algunas remodelaciones, que fueron llevadas a cabo en los dos siglos siguientes. Es lo que puede verse en el altar mayor de estilo barroco, dedicado a San Pedro, y en el que sobresale una imagen escultórica suya enmarcada en un templete semicircular con columnas corintias y bóveda semiesférica. El muro del ábside conserva las pinturas murales renacentistas, decoradas a base de guirnaldas, en las que sobresale el azul pastel tan propio del Pays de Cocogne.  


Lo que quizás sea el corazón de Gaillac/Galhac está en su plaza de Griffoul, en cuya parte central puede verse la fuente que le da nombre y que data del siglo XVI. Las cuatro figuras del nivel inferior aluden a la relación entre el fauno Sileno y el dios Dionisos, y sobre ellas está situado un gallo. Claras alusiones a la toponimia del pueblo, cuyo nombre deriva de la palabra latina gallus, y a su vinculación con el mundo del vino. En uno de los lados de la plaza puede verse, junto a una edificación medieval, el mercado que se construyó a mediados del XIX.


En las proximidades de la plaza se encuentra el conocido como Hôtel Pierre de Brens, que fue entre los siglos XIII y XV la residencia de la familia homónima y cuyos titulares actuaron como coseñores de la zona. Actualmente el edificio ocupa los Archivos Municipales. 


En el breve paseo que dimos al atardecer encontramos más sorpresas, entre las que iban apareciendo retazos de un pasado lejano, con diferentes grados del tributo que supone el paso tiempo, y aquello que se va añadiendo en nuestros días. Una de las sorpresas fue la bella esquina con un chaflán semicircular perteneciente a un antiguo palacio, en la que llama la atención su balcón. Otra, la puerta de lo que fue el palacio construido por Jean d'Yversen, cuya traza renacentista es muestra de la época en que se construyó. Su antiguo morador, un alto funcionario del rey Enrique II, jugó un papel importante durante la primera mitad del siglo XVI en el contexto de la rivalidad entre Francia y el Imperio Hispano, que en esos momentos tenía a Carlos I -de España- o V -de Alemania-como monarca hegemón del occidente europeo. Yversen estuvo destinado como embajador en el Imperio Turco con el fin de contrarrestar la influencia  hispana.