viernes, 25 de noviembre de 2016

Marcos Ana, que acabó sabiendo cómo es un árbol

























Se llamaba Fernando Macarro Castillo y era hijo de Marcos y Ana. Había nacido en el pueblo salmantino de Alconada y vivido en el de Ventosa del Río Almar, "en el seno de una familia pobrísima de jornaleros del campo". Pero pronto se trasladó con su familia a Alcalá de Henares (Madrid) en busca de nuevos horizontes. La pobreza siguió siendo una constante, incluso cuando con doce años se vio obligado a trabajar.

Educado en un ambiente muy religioso y militante católico, acabó acercándose primero a las Juventudes Socialistas, luego pasó a formar parte de las Juventudes Socialistas Unificadas y finalmente al Partido Comunista. La guerra cambió radicalmente su vida y a su término fue detenido cuando sólo tenía 19 años. Empezaba así una nueva etapa en su vida, muy dura, que arrancó con unas torturas que nunca olvidaría. Pero lo peor vino cuando hasta los 42 hubo de pasar más del doble de su vida encerrado entre rejas, lo que le convirtió en el preso del franquismo que más tiempo estuvo en esa situación. De ahí salió su dedicación a la creación de versos, como la vía para fortalecerse y transmitir sus sentimientos. Y de los nombres de sus progenitores, el pseudónimo con que empezó a firmar sus poemas y que habría de ser el nombre con que hoy se le reconoce. Luego vino el exilio y su dedicación a denunciar la dictadura por numerosos países. No le faltaron numerosos homenajes, como muestras de solidaridad, y una relación de amistad con artistas y literatos.

Su vida está recogida en una autobiografía, prologada por José Saramago, que se publicó en 2007: Decidme cómo es un árbol. Memoria de la prisión y de la vida (Barcelona, Umbriel). El título alude a unos versos suyos escritos en la cárcel de Burgos en 1960, un año antes de salir en libertad:

Decidme cómo es un árbol,
contadme el canto de un río
cuando se cubre de pájaros,
habladme del mar,
habladme del olor ancho del campo
de las estrellas, del aire.
Recitadme un horizonte sin cerradura
y sin llave como la choza de un pobre,
decidme cómo es el beso de una mujer,
dadme el nombre del amor
no lo recuerdo.
¿Aún las noches se perfuman de enamorados
tiemblos de pasión bajo la luna
o solo queda esta fosa,
la luz de una cerradura
y la canción de mi rosa?
22 años, ya olvidé
la dimensión de las cosas,
su olor, su aroma,
escribo a tientas el mar,
el campo, el bosque, digo bosque
y he perdido la geometría del árbol.
Hablo por hablar asuntos
que los años me olvidaron.

No puedo seguir:
escucho los pasos del funcionario.

Ayer por la mañana fue hospitalizado de gravedad, pero los 96 años pesaron más que el espíritu de resistencia que le mantuvo en pie durante sus 23 años de cárceles. Con él se ha ido una persona grande en la humildad y el sacrificio. Y fiel a sus principios:

Si salgo un día a la vida
mi casa no tendrá llaves.
Siempre abierta, como el mar,
el sol y el aire.


(Imagen: "Ojos de Marcos", acuarela y lápiz de Javi Larrauri, autor del documental Marcos como m de memoria, 2012).